Buscar este blog

sábado, 14 de abril de 2012

C.E. Fernando Casanova: Espíritu Santo CORRECTO


Combate Espiritual - Dr.Fernando Casanova Ph.D "Discipulos de Emaús"


lunes, 9 de abril de 2012

POR CRISTO LA IGLESIA ESTÁ CERCA A LOS QUE SUFREN, DICE EL PAPA EN MENSAJE DE PASCUA 2012


Actualidad

En el saludo de Pascua Urbi et orbi ("a la ciudad y al mundo") lanzado desde la Logia de San Pedro, el Papa Benedicto XVI señaló el Señor victorioso y resucitado anima a los cristianos en medio de las dificultades y persecuciones; y además está presente como fuerza de esperanza a través de su Iglesia, cercano a cada situación humana de sufrimiento e injusticia.
A continuación el texto completo del mensaje Pascual del Papa Benedicto pronunciado este Domingo de Resurrección

Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero
«Surrexit Christus, spes mea» – «Resucitó Cristo, mi esperanza» (Secuencia pascual).
Llegue a todos vosotros la voz exultante de la Iglesia, con las palabras que el antiguo himno pone en labios de María Magdalena, la primera en encontrar en la maña de Pascua a Jesús resucitado. Ella corrió hacia los otros discípulos y, con el corazón sobrecogido, les anunció: «He visto al Señor» (Jn 20,18). También nosotros, que hemos atravesado el desierto de la Cuaresma y los días dolorosos de la Pasión, hoy abrimos las puertas al grito de victoria: «¡Ha resucitado! ¡Ha resucitado verdaderamente!».
Todo cristiano revive la experiencia de María Magdalena. Es un encuentro que cambia la vida: el encuentro con un hombre único, que nos hace sentir toda la bondad y la verdad de Dios, que nos libra del mal, no de un modo superficial, momentáneo, sino que nos libra de él radicalmente, nos cura completamente y nos devuelve nuestra dignidad. He aquí porqué la Magdalena llama a Jesús «mi esperanza»: porque ha sido Él quien la ha hecho renacer, le ha dado un futuro nuevo, una existencia buena, libre del mal. «Cristo, mi esperanza», significa que cada deseo mío de bien encuentra en Él una posibilidad real: con Él puedo esperar que mi vida sea buena y sea plena, eterna, porque es Dios mismo que se ha hecho cercano hasta entrar en nuestra humanidad.
Pero María Magdalena, como los otros discípulos, han tenido que ver a Jesús rechazado por los jefes del pueblo, capturado, flagelado, condenado a muerte y crucificado. Debe haber sido insoportable ver la Bondad en persona sometida a la maldad humana, la Verdad escarnecida por la mentira, la Misericordia injuriada por la venganza. Con la muerte de Jesús, parecía fracasar la esperanza de cuantos confiaron en Él. Pero aquella fe nunca dejó de faltar completamente: sobre todo en el corazón de la Virgen María, la madre de Jesús, la llama quedó encendida con viveza también en la oscuridad de la noche. En este mundo, la esperanza no puede dejar de hacer cuentas con la dureza del mal. No es solamente el muro de la muerte lo que la obstaculiza, sino más aún las puntas aguzadas de la envidia y el orgullo, de la mentira y de la violencia. Jesús ha pasado por esta trama mortal, para abrirnos el paso hacia el reino de la vida. Hubo un momento en el que Jesús aparecía derrotado: las tinieblas habían invadido la tierra, el silencio de Dios era total, la esperanza una palabra que ya parecía vana.
Y he aquí que, al alba del día después del sábado, se encuentra el sepulcro vacío. Después, Jesús se manifiesta a la Magdalena, a las otras mujeres, a los discípulos. La fe renace más viva y más fuerte que nunca, ya invencible, porque fundada en una experiencia decisiva: «Lucharon vida y muerte / en singular batalla, / y, muerto el que es Vida, triunfante se levanta». Las señales de la resurrección testimonian la victoria de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio, de la misericordia sobre la venganza: «Mi Señor glorioso, / la tumba abandonada, / los ángeles testigos, / sudarios y mortaja».
Queridos hermanos y hermanas: si Jesús ha resucitado, entonces – y sólo entonces – ha ocurrido algo realmente nuevo, que cambia la condición del hombre y del mundo. Entonces Él, Jesús, es alguien del que podemos fiarnos de modo absoluto, y no solamente confiar en su mensaje, sino precisamente en Él, porque el resucitado no pertenece al pasado, sino que está presente hoy, vivo. Cristo es esperanza y consuelo de modo particular para las comunidades cristianas que más pruebas padecen a causa de la fe, por discriminaciones y persecuciones. Y está presente como fuerza de esperanza a través de su Iglesia, cercano a cada situación humana de sufrimiento e injusticia.
Que Cristo resucitado otorgue esperanza a Oriente Próximo, para que todos los componentes étnicos, culturales y religiosos de esa Región colaboren en favor del bien común y el respeto de los derechos humanos. En particular, que en Siria cese el derramamiento de sangre y se emprenda sin demora la vía del respeto, del diálogo y de la reconciliación, como auspicia también la comunidad internacional. Y que los numerosos prófugos provenientes de ese país y necesitados de asistencia humanitaria, encuentren la acogida y solidaridad que alivien sus penosos sufrimientos. Que la victoria pascual aliente al pueblo iraquí a no escatimar ningún esfuerzo para avanzar en el camino de la estabilidad y del desarrollo. Y, en Tierra Santa, que israelíes y palestinos reemprendan el proceso de paz.
Que el Señor, vencedor del mal y de la muerte, sustente a las comunidades cristianas del Continente africano, las dé esperanza para afrontar las dificultades y las haga agentes de paz y artífices del desarrollo de las sociedades a las que pertenecen.
Que Jesús resucitado reconforte a las poblaciones del Cuerno de África y favorezca su reconciliación; que ayude a la Región de los Grandes Lagos, a Sudán y Sudán del Sur, concediendo a sus respectivos habitantes la fuerza del perdón. Y que a Malí, que atraviesa un momento político delicado, Cristo glorioso le dé paz y estabilidad. Que a Nigeria, teatro en los últimos tiempos de sangrientos atentados terroristas, la alegría pascual le infunda las energías necesarias para recomenzar a construir una sociedad pacífica y respetuosa de la libertad religiosa de todos sus ciudadanos.
Feliz Pascua a todos.

EN CASTIDAD Y OBEDIENCIA: TESTIMONIO DE MARTA M. OLIVERAS Y ENRIQUE I. LÓPEZ


Todo comenzó con una inocente amistad en la ternura de nuestra alegre niñez que más tarde se transformó en un amor que crece y aspira a una fiel vocación matrimonial.
EI- Recuerdo cuando de pequeño correteaba y molestaba a aquella niña alegre justo frente a su casa. A lo lejos, escuchaba a papi y los jóvenes cantando lo mismo una y otra vez. Esa niña creció y es alguien muy especial para mí.
Más tarde, la providencia volvió a unir nuestros caminos. Compartimos muchos años como confidentes y amigos desde la escuela hasta la universidad. En aquel entonces, fuimos integrantes del coro de la escuela superior y del ministerio musical GRUPO ICHTHYS, el mismo que cuando nos conocimos de niños.
MM- Crecí en la Iglesia, en una familia católica que siempre ha enfatizado los valores y los sacramentos. Por un tiempo, dirigí el grupo de jóvenes de la parroquia donde además compartí fe, talentos, compromiso y una estrecha amistad con Enrique. Hoy día, soy catequista y participo formando a un grupo de niños para el sacramento de la Confirmación.
Entre música y alabanzas nuestra amistad fue incrementándose y, para el año 2009, comenzamos una relación de noviazgo. Tuvimos dificultades y confrontamos una separación. Fue un tiempo de prueba, dificultad, meditación, distanciamiento, crecimiento y también de la necesaria dirección espiritual. Para finales del año 2010, logramos retomar la relación consagrándola nuevamente al Señor. Pensamos casarnos este año, con la ayuda y el favor de Dios.

Abstinencia decidida
Como pareja, tomamos la decisión de guardarnos en abstinencia mientras nos reservamos el uno para el otro en la espera. Creemos y proclamamos que debe ser así, que la espera es un signo de amor.
MM- Es lo que Dios manda y Él sabe más que nosotros. Hay que abstenerse, pues es el modo de ser responsables con la libertad y de disfrutar debidamente cada etapa; todo tiene su tiempo. Quien te ama con seriedad, también te respeta y, sobre todo, respeta los mandatos del Señor.
Actividades juntos
MM- Mis padres cumplen 40 años de casados próximamente y ellos me han enseñado que la unión en la pareja es muy importante, desde ejecutar las cosas más simples, hasta las más complejas. Es, más bien, no ir cada cual por su lado.
Disfrutamos de realizar ciertas actividades juntos, como ir a Misa donde cantamos en el ministerio musical y oramos frente al Santísimo; compartimos las actividades cotidianas como lavar los autos, cocinar y limpiar. Nos agrada mucho visitar lugares naturales como lagos, playas y bosques; lugares históricos, santuarios y visitar nuestras respectivas familias, lo que es sumamente importante para ambos.

Armas y pruebas
Como novios, las herramientas que nos han sido útiles para mantenernos en la abstinencia son: orar juntos a diario, recurrir a la dirección espiritual, consagrarnos a la Virgen con las tres Ave María antes de dormir, mantener la mente ocupada en cosas productivas, conocer nuestras debilidades y evitar las ocasiones donde sabemos que podemos caer. Una parte muy necesaria e importante es el recurrir a los sacramentos y mantener ese respeto en la expresión de cariño y afecto.
MM- Las tentaciones y los momentos de dificultad siempre están presentes, sin dejar a un lado la presión que pueden ejercer las personas que difieren de nosotros o los medios de comunicación masivos que transmiten un fuerte contenido sexual en cada película, novela, revista, anuncio, etc. Es necesario ser discretos y selectivos en lo que uno ve, lee, escucha y con quien uno comparte. Otro detalle, como prevención, es que la mujer se vista apropiadamente sin llegar a la provocación. Como una gran ayuda, también es efectivo invocar al ángel guardián y concentrarse en un plan de vida.
EI- Creo que las tentaciones vienen con el noviazgo, parecen ser inseparables. Tenemos las pruebas y conflictos de cualquier pareja normal. En mi experiencia, son necesarios el apoyo mutuo, la determinación y decisión firme de ambos para superar cada prueba que se presenta. Pienso que no puedo dañar algo sagrado que hemos construido juntos. Tengo mucha responsabilidad y quiero cumplir con ella y sentirme digno del sacramento con este pequeño y gran detalle de amor.
La delicadeza y el esmero en la comunicación es realmente esencial, por ello, algo que nos gusta mucho es poder escuchar testimonios de matrimonios sólidos y de larga experiencia, ya que nos brindan herramientas para comunicarnos con mayor provecho y para descubrir otros tantos detalles importantes.
A través del tiempo, hemos ido creciendo en la confianza, en el afecto, en el diálogo y, más todavía, en el entusiasmo por la vida matrimonial. Esperamos y deseamos formar una familia cristo céntrica.

Mensaje a los novios
MM- El amor es Dios y cada pareja debe tenerlo a Él como base, pues es la fuerza y luz de cada acción. Hoy es el día, hoy tenemos la oportunidad de abrir el corazón a Dios, de creerle y de ponerle todo en sus manos, dejando a un lado el cuestionamiento, pues Él sólo quiere nuestra felicidad. Y si nos cuesta, pues, mirar a la cruz. A Jesús le costó también cargar con nuestros pecados y más aun, sin quejarse cumplió la voluntad del Padre – por amor.
EI- A los varones, les digo que la abstención no es imposible. Guardarse es una decisión sensata, es demostrar un amor puro manifestado en el respeto, la fidelidad y en la espera. Definitivamente, no puede ser anticuado (o antiguo) lo que me hace crecer y valorar a mi novia y futura esposa. Hay que orar, confiar y luchar con la fuerza del Señor.

LA LIBERTAD SE ALCANZA SIRVIENDO A DIOS, DICE EL PAPA DURANTE MISA DE JUEVES SANTO


Actualidad

Durante la Misa de la Cena del Señor celebrada en la Basílica de San Juan de Letrán, el Papa Benedicto XVI recordó que la verdadera libertad sólo se alcanza aceptando el plan de Dios para la humanidad.

“Pensamos ser libres y verdaderamente nosotros mismos sólo si seguimos exclusivamente nuestra voluntad. Dios aparece como el antagonista de nuestra libertad. Debemos liberarnos de él, pensamos nosotros; sólo así seremos libres. Esta es la rebelión fundamental que atraviesa la historia, y la mentira de fondo que desnaturaliza la vida. Cuando el hombre se pone contra Dios, se pone contra la propia verdad y, por tanto, no llega a ser libre, sino alienado de sí mismo. Únicamente somos libres si estamos en nuestra verdad, si estamos unidos a Dios”, señaló el Santo Padre.

A continuación, la versión completa de la homilía del Santo Padre durante la Misa de la Cena del Señor.

Queridos hermanos y hermanas:
El Jueves Santo no es sólo el día de la Institución de la Santa Eucaristía, cuyo esplendor ciertamente se irradia sobre todo lo demás y, por así decir, lo atrae dentro de sí.

También forma parte del Jueves Santo la noche oscura del Monte de los Olivos, hacia la cual Jesús se dirige con sus discípulos; forma parte también la soledad y el abandono de Jesús que, orando, va al encuentro de la oscuridad de la muerte; forma parte de este Jueves Santo la traición de Judas y el arresto de Jesús, así como también la negación de Pedro, la acusación ante el Sanedrín y la entrega a los paganos, a Pilato. En esta hora, tratemos de comprender con más profundidad estos eventos, porque en ellos se lleva a cabo el misterio de nuestra Redención.

Jesús sale en la noche. La noche significa falta de comunicación, una situación en la que uno no ve al otro. Es un símbolo de la incomprensión, del ofuscamiento de la verdad. Es el espacio en el que el mal, que debe esconderse ante la luz, puede prosperar. Jesús mismo es la luz y la verdad, la comunicación, la pureza y la bondad. Él entra en la noche. La noche, en definitiva, es símbolo de la muerte, de la pérdida definitiva de comunión y de vida. Jesús entra en la noche para superarla e inaugurar el nuevo día de Dios en la historia de la humanidad.

Durante este camino, él ha cantado con sus discípulos los Salmos de la liberación y de la redención de Israel, que recuerdan la primera Pascua en Egipto, la noche de la liberación. Como él hacía con frecuencia, ahora se va a orar solo y hablar como Hijo con el Padre. Pero, a diferencia de lo acostumbrado, quiere cerciorarse de que estén cerca tres discípulos: Pedro, Santiago y Juan. Son los tres que habían tenido la experiencia de su Transfiguración – la manifestación luminosa de la gloria de Dios a través de su figura humana – y que lo habían visto en el centro, entre la Ley y los Profetas, entre Moisés y Elías. Habían escuchado cómo hablaba con ellos de su «éxodo» en Jerusalén.

El éxodo de Jesús en Jerusalén, ¡qué palabra misteriosa!; el éxodo de Israel de Egipto había sido el episodio de la fuga y la liberación del pueblo de Dios. ¿Qué aspecto tendría el éxodo de Jesús, en el cual debía cumplirse definitivamente el sentido de aquel drama histórico?; ahora, los discípulos son testigos del primer tramo de este éxodo, de la extrema humillación que, sin embargo, era el paso esencial para salir hacia la libertad y la vida nueva, hacia la que tiende el éxodo. Los discípulos, cuya cercanía quiso Jesús en está hora de extrema tribulación, como elemento de apoyo humano, pronto se durmieron. No obstante, escucharon algunos fragmentos de las palabras de la oración de Jesús y observaron su actitud.

Ambas cosas se grabaron profundamente en sus almas, y ellos lo transmitieron a los cristianos para siempre. Jesús llama a Dios «Abbá».Y esto significa – como ellos añaden – «Padre». Pero no de la manera en que se usa habitualmente la palabra «padre», sino como expresión del lenguaje de los niños, una palabra afectuosa con la cual no se osaba dirigirse a Dios. Es el lenguaje de quien es verdaderamente «niño», Hijo del Padre, de aquel que se encuentra en comunión con Dios, en la más profunda unidad con él.

Si nos preguntamos cuál es el elemento más característico de la imagen de Jesús en los evangelios, debemos decir: su relación con Dios. Él está siempre en comunión con Dios. El ser con el Padre es el núcleo de su personalidad. A través de Cristo, conocemos verdaderamente a Dios. «A Dios nadie lo ha visto jamás», dice san Juan. Aquel «que está en el seno del Padre… lo ha dado a conocer» (1,18).

Ahora conocemos a Dios tal como es verdaderamente. Él es Padre, bondad absoluta a la que podemos encomendarnos. El evangelista Marcos, que ha conservado los recuerdos de Pedro, nos dice que Jesús, al apelativo «Abbá», añadió aún: Todo es posible para ti, tú lo puedes todo (cf. 14,36). Él, que es la bondad, es al mismo tiempo poder, es omnipotente. El poder es bondad y la bondad es poder. Esta confianza la podemos aprender de la oración de Jesús en el Monte de los Olivos.

Antes de reflexionar sobre el contenido de la petición de Jesús, debemos prestar atención a lo que los evangelistas nos relatan sobre la actitud de Jesús durante su oración. Mateo y Marcos dicen que «cayó rostro en tierra» (Mt 26,39; cf. Mc 14,35); asume por consiguiente la actitud de total sumisión, que ha sido conservada en la liturgia romana del Viernes Santo. Lucas, en cambio, afirma que Jesús oraba arrodillado.

En los Hechos de los Apóstoles, habla de los santos, que oraban de rodillas: Esteban durante su lapidación, Pedro en el contexto de la resurrección de un muerto, Pablo en el camino hacia el martirio. Así, Lucas ha trazado una pequeña historia del orar arrodillados de la Iglesia naciente. Los cristianos con su arrodillarse, se ponen en comunión con la oración de Jesús en el Monte de los Olivos.

En la amenaza del poder del mal, ellos, en cuanto arrodillados, están de pie ante el mundo, pero, en cuanto hijos, están de rodillas ante el Padre. Ante la gloria de Dios, los cristianos nos arrodillamos y reconocemos su divinidad, pero expresando también en este gesto nuestra confianza en que él triunfe.
Jesús forcejea con el Padre. Combate consigo mismo. Y combate por nosotros. Experimenta la angustia ante el poder de la muerte. Esto es ante todo la turbación propia del hombre, más aún, de toda creatura viviente ante la presencia de la muerte.

En Jesús, sin embargo, se trata de algo más. En las noches del mal, él ensancha su mirada. Ve la marea sucia de toda la mentira y de toda la infamia que le sobreviene en aquel cáliz que debe beber. Es el estremecimiento del totalmente puro y santo frente a todo el caudal del mal de este mundo, que recae sobre él. Él también me ve, y ora también por mí. Así, este momento de angustia mortal de Jesús es un elemento esencial en el proceso de la Redención.

Por eso, la Carta a los Hebreos ha definido el combate de Jesús en el Monte de los Olivos como un acto sacerdotal. En esta oración de Jesús, impregnada de una angustia mortal, el Señor ejerce el oficio del sacerdote: toma sobre sí el pecado de la humanidad, a todos nosotros, y nos conduce al Padre.

Finalmente, debemos prestar atención aún al contenido de la oración de Jesús en el Monte de los Olivos. Jesús dice: «Padre: tú lo puedes todo, aparta de mí ese cáliz. Pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres» (Mc 14,36). La voluntad natural del hombre Jesús retrocede asustada ante algo tan ingente. Pide que se le evite eso. Sin embargo, en cuanto Hijo, abandona esta voluntad humana en la voluntad del Padre: no yo, sino tú. Con esto ha transformado la actitud de Adán, el pecado primordial del hombre, salvando de este modo al hombre.

La actitud de Adán había sido: No lo que tú has querido, Dios; quiero ser dios yo mismo. Esta soberbia es la verdadera esencia del pecado. Pensamos ser libres y verdaderamente nosotros mismos sólo si seguimos exclusivamente nuestra voluntad. Dios aparece como el antagonista de nuestra libertad. Debemos liberarnos de él, pensamos nosotros; sólo así seremos libres. Esta es la rebelión fundamental que atraviesa la historia, y la mentira de fondo que desnaturaliza la vida.

Cuando el hombre se pone contra Dios, se pone contra la propia verdad y, por tanto, no llega a ser libre, sino alienado de sí mismo. Únicamente somos libres si estamos en nuestra verdad, si estamos unidos a Dios. Entonces nos hacemos verdaderamente «como Dios», no oponiéndonos a Dios, no desentendiéndonos de él o negándolo. En el forcejeo de la oración en el Monte de los Olivos, Jesús ha deshecho la falsa contradicción entre obediencia y libertad, y abierto el camino hacia la libertad. Oremos al Señor para que nos adentre en este «sí» a la voluntad de Dios, haciéndonos verdaderamente libres. Amén.