Jesús dijo:"Como tú,Padre, en mi y Yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectactamente uno, y que el mundo conozca que tú me has enviado." Juan 17, 20-24
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viernes, 5 de junio de 2009
lunes, 1 de junio de 2009
Cristo oficializa su Iglesia en Pentecostés
Cristo Oficializa su Iglesia en Pentecostés
El Magisterio de la Iglesia
La Iglesia, sociedad humana y divina, establecida por Jesucristo para realizar a través de los tiempos, tiene como primera función en la ejecución de esta obra salvífica la de enseñar: “Id, pues y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado”(Mt 28, 19-20).
Esta misión de enseñar todo lo que había recibido de Cristo la puso en práctica la Iglesia desde el primer día de su existencia publica, que fue el Pentecostés, cuando el Espíritu Santo confirmó a los Apóstoles en la fe, les comunico el don de lenguas e inmediatamente empezaron a anunciar intrépidamente a Jesucristo (Cfr. Hch 4 ss.) y prosiguieron esta obra de transmisión del mensaje reivindicando desde un principio su derecho a la libertad de expresar al pueblo lo que habían recibido del Señor (Cf. Hch 4).
Muchas veces también la Iglesia se llama edificio de Dios (1 Co 3, 9). El mismo Señor se comparó a una piedra que, rechazada por los edificadores, luego se convirtió en piedra angular (1 Co 3, 11) que de él recibe firmeza y cohesión. A este edificio se le dan diversos nombres: casa de Dios (1 Tm 3, 15) en la habita su familia, habitación de Dios por el Espíritu (Ef 2, 19-22), morada de Dios con los hombres (Ap 21, 3) y, sobre todo, templo santo, que los Santos Padres exaltan como representado en santuarios de piedras, en la Liturgia se compara justamente a la Ciudad santa, la nueva Jerusalén. Porque en ellas somos ordenados, en la tierra, como piedras vivas (1 Pe 2, 5). San Juan, en la final renovación del mundo, contempla esta ciudad santa como que se engalana para su esposo (Ap 21, 1 y s).
El Magisterio de la Iglesia
La Iglesia, sociedad humana y divina, establecida por Jesucristo para realizar a través de los tiempos, tiene como primera función en la ejecución de esta obra salvífica la de enseñar: “Id, pues y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado”(Mt 28, 19-20).
Esta misión de enseñar todo lo que había recibido de Cristo la puso en práctica la Iglesia desde el primer día de su existencia publica, que fue el Pentecostés, cuando el Espíritu Santo confirmó a los Apóstoles en la fe, les comunico el don de lenguas e inmediatamente empezaron a anunciar intrépidamente a Jesucristo (Cfr. Hch 4 ss.) y prosiguieron esta obra de transmisión del mensaje reivindicando desde un principio su derecho a la libertad de expresar al pueblo lo que habían recibido del Señor (Cf. Hch 4).
Muchas veces también la Iglesia se llama edificio de Dios (1 Co 3, 9). El mismo Señor se comparó a una piedra que, rechazada por los edificadores, luego se convirtió en piedra angular (1 Co 3, 11) que de él recibe firmeza y cohesión. A este edificio se le dan diversos nombres: casa de Dios (1 Tm 3, 15) en la habita su familia, habitación de Dios por el Espíritu (Ef 2, 19-22), morada de Dios con los hombres (Ap 21, 3) y, sobre todo, templo santo, que los Santos Padres exaltan como representado en santuarios de piedras, en la Liturgia se compara justamente a la Ciudad santa, la nueva Jerusalén. Porque en ellas somos ordenados, en la tierra, como piedras vivas (1 Pe 2, 5). San Juan, en la final renovación del mundo, contempla esta ciudad santa como que se engalana para su esposo (Ap 21, 1 y s).
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