Jesús dijo:"Como tú,Padre, en mi y Yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectactamente uno, y que el mundo conozca que tú me has enviado." Juan 17, 20-24
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domingo, 6 de marzo de 2011
La Conversión y la Cuaresma 2011
Escrito por P. Miguel A. García, C.Ss.R.
Miércoles, 02 de Marzo de 2011 14:49
La conversión NO es tener ideas bonitas y sublimes sobre Jesús; ni sentir más entusiasmo por la religión o por la Iglesia; ni hacer penitencias o largas oraciones. Conversión implica una ruptura, un romper con algo para tener más hambre y sed de justicia; más hambre y sed del “shalom” de Dios y, de esta manera, hacernos más solidarios con las personas que hoy más sufren.
La conversión nos exige hacer una ruptura con todo aquello que no nos lleva a Dios. Es una decisión de acoger los valores del Reino de Dios y vivirlos en mi vida. NO es posible convertirnos a menos que tengamos un verdadero encuentro con Dios. Toda conversión auténtica es un proceso que nos lleva a ponernos en contacto con nuestra propia humanidad.
Lo que Jesús más fuerte atacó fueron las falsas apariencias, la superficialidad, el engaño, la mentira y la hipocresía. Jesús no toleraba a las personas con máscaras. El fue coherente y auténtico hasta las últimas consecuencias y quiso que todos sus seguidores asumieran sus propias limitaciones, y fueran solidarios y misericordiosos con todas las personas que encontraran en el camino de la vida.
Para Jesús la religión por religión no servía para nada. La religión era un medio para vivir la misma vida de Dios, y en la medida que ésta entorpecía el vivir esa vida, entonces esa religión había que rechazarla. La verdadera religión es aquella que me lleva a ser solidario con los que hoy más sufren para que su cruz sea más liviana para otros. Y es eso lo que nosotros hemos de proponernos en esta Cuaresma 2011.
Las cenizas: signo de la fragilidad humana
Escrito por Julia Lopez
Miércoles, 02 de Marzo de 2011 14:55
Cada año, el Miércoles de Ceniza marca el inicio de la Cuaresma. Un tiempo de oración, ayuno y penitencia.
La ceniza es signo de la fragilidad del hombre y de la brevedad de la vida. Con ella se invita a experimentar uno de los tiempos espirituales más trascendentales para todo cristiano.
Para la comunidad católica es motivo de esperanza y superación, ya que las cenizas sobre nuestras frentes representan la apertura del camino hacia el encuentro vivo con Dios.
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Elaborada a partir de la quema de las ramas de palmas del Domingo de Ramos del año anterior, las cenizas son bendecidas por un sacerdote y colocadas en la frente de los fieles durante la misa como llamado a la penitencia y la conversión. Penitencia como cambio de mentalidad y como expresión de libre y positivo esfuerzo en el seguimiento de Cristo.
“Es el reconocimiento de nuestra situación de pecadores y nuestro deseo de ser nuevamente transformados por Dios”, explicó Jayson Orsini, vicario de la Catedral de Ponce.
Al inicio del cristianismo, se dibujaba una cruz con el residuo sagrado en la frente de aquellos penitentes - pecadores públicos- que se preparaban durante la Cuaresma para recibir la reconciliación. “Cuando dejamos que otros nos vean con la marca admitimos que necesitamos el poder de Jesús para reencontrarnos con El”, agregó el sacerdote.
El Papa Benedicto XVI, durante su mensaje para la Cuaresma, el pasado año, declaró que el rito de la ceniza es una invitación a recorrer este periodo litúrgico “como una inmersión más consciente y más intensa en la muerte y la resurrección de Cristo mediante la participación en la Eucaristía y en la vida de caridad, que de la Eucaristía nace y en la que encuentra su cumplimiento”.
“Con su imposición renovamos nuestro compromiso de seguir a Jesús, de dejarnos transformar por su misterio pascual, para vencer el mal y hacer el bien, para hacer morir nuestro “hombre viejo” ligado al pecado y hacer nacer al “hombre nuevo” transformado por la gracia de Dios”, recalcó el Sumo Pontífice.
La gracia de otra Cuaresma
Escrito por Heidy N. Marrero Pérez
Miércoles, 02 de Marzo de 2011 14:23
El Papa Benedicto XVI, con ocasión del Miércoles de Ceniza del año 2009, predicó que la Cuaresma es un “auténtico camino de conversión”.
En su mensaje, el Pontífice recalcaba cómo en la experiencia litúrgica afloraba el llamado de Dios a la transformación de los hombres.
Pues bien, la Cuaresma ha regresado y con ella, una oportunidad de renovación espiritual.
Sin embargo, acudir a las tradicionales ceremonias de la época no garantiza una experiencia con Jesús. Es necesario tener en el corazón la actitud correcta.
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“Hay que tener un deseo genuino de conversión. Esto quiere decir que hay que abrirse a la gracia de Dios y renovarse en el seguimiento de Jesús”, expresó Padre Tarsicio María Gotay, quien funge como vicario de San Juan y Santurce.
Asimismo, el sacerdote destacó la importancia de participar en las distintas ceremonias que se celebran en dicho periodo de reflexión, como lo son el Miércoles de Ceniza, la Misa Crismal y las celebraciones del Triduo Pascual.
“Las ceremonias litúrgicas son importantes porque comunitariamente podemos profundizar más en ese espíritu de conversión. Yo invito a todas esas personas que acuden a la casa de Dios sólo en esta época, a que aprovechen dicha oportunidad para recomenzar una vida intensa dentro de la comunidad eclesiástica”, manifestó Padre Tarsicio.
El Sumo Pontífice en su mensaje de Cuaresma para el presente año, hace un llamado a morir y resucitar juntamente con Cristo, tal como lo hizo Pablo. En sus expresiones, destaca el objetivo primordial de este proceso: parecernos a Él.
“El Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Filipenses, expresa el sentido de la transformación que tiene lugar al participar en la muerte y resurrección de Cristo, indicando su meta: que yo pueda «conocerle a El, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a El en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos”, manifiesta Benedicto XVI.
Además, señala un fascinante vínculo entre la Cuaresma y el sacramento del Bautismo.
“El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo. Un nexo particular vincula al Bautismo con la Cuaresma como momento favorable para experimentar la Gracia que salva”, continúa Ratzinger.
En su carta, el Papa subraya la gracia que se halla en Jesús que bautiza, pero también en el Jesús que muere por nuestros pecados. Conociendo esto, es importante acercarse a estos 40 días con un espíritu humilde, arrepentido y agradecido.
Igualmente, es un periodo que debido a su solemnidad, ofrece la oportunidad de retomar las prácticas de piedad y reflexión. Así lo manifestó el párroco de la parroquia Santa Teresita en Ponce, Padre Ramón López.
“Es tiempo para recordar la importancia de la oración y el ayuno. Rememoramos los 40 días que estuvo Jesucristo en el desierto, antes de comenzar su ministerio”, manifestó el presbítero.
También destacó que es un “tiempo fuerte” en medio de la Iglesia, pues se recuerda la pasión y muerte del Señor.
“Nuestra actitud debe ser encaminada a tener hambre de Dios y de su Palabra. Tenemos que estar hambrientos por acercarnos al misterio de la cruz y allí encontrar el propósito de Dios. Debemos anhelar cumplir con la voluntad de Dios y agradarle, dejar atrás al viejo hombre. Es así que se encuentra el camino a la felicidad. Los frutos son grandes y el beneficio es incomparable”, concluyó Padre Ramón.
DISQUS...
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