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domingo, 22 de agosto de 2010

Vocación y santidad: un llamado especial


Escrito por Myrna Fernández
Viernes, 13 de Agosto de 2010 10:23

Hoy quiero que conozcan de la vida de un joven que aceptó un llamado especial, y se mantuvo siempre bien cerca de la Santísima Virgen.

Pertenecen a él dos particularidades: único sacerdote ordenado en el campo de concentración Dachau y llegó a celebrar la santa Eucaristía en una sola ocasión.

Bajo las circunstancias que rodeaban su vida, Karl nada sabía del próximo día… Jesús era su presente siempre. Aunque rodeado de muchos sufrimientos, confiaba.

Su hermana, Elizabeth Haas, describe la hermosa unión que la familia vivía: los padres y 5 hijos, 3 niñas y 2 varones. Los cinco, siempre juntos, corrían aventuras similares: el campo, los árboles… Vida al aire libre.

Ya en las noches la unión se mantenía a través de juegos de mesa, canciones, lecturas variadas, etc. Disfrutaban todos de la compañía de ellos mismos, relata Elizabeth.

Ya jovencito Karl se unió al Movimiento Católico Juvenil y aprendió a disfrutar más de Dios; a abrirle su mente y su corazón, relata Elizabeth, quien luego entendió que eso preparó a Karl para lo que iba a ser su vida más adelante.

Karl y sus compañeros de estudios recibieron una orden para firmar un documento donde aseguraba que no participarían en actividades en contra del Partido Nazi. Entonces percibió él el trastorno político que se avecinaba. Eso fue en el verano de 1933.

A partir de ese momento Karl mantenía en un diario los eventos y sentimientos de su vida: temores, alegrías, esperanzas...

Karl no sabía si llegaría a casarse o ser sacerdote. A la Virgen llegó a confiarle: “si voy a ser un mal sacerdote, déjame morir primero”.

Entró en el seminario. Sus talentos y probada vocación llevaron al arzobispo a encargarle su atención hacia los jóvenes, que aceptó gustosamente. Y enfatiza Elizabeth: “pero mi hermano no sabía que aquella tarea la tendría que hacer a través de la oración, en soledad y mucho sufrimiento”.

Su responsabilidad para con los jóvenes no pasó inadvertida. La Gestapo le abrió una carpeta en el 1936, por sospechoso. La frase que Karl dirigió a los jóvenes a comienzos del 1937, “amamos a Cristo y moriremos por Cristo”, encendió una investigación continua en su contra. Más adelante en ese año confiscaron sus libros y su diario. Karl se acercó al santuario para rezar a Jesús: “hágase tu voluntad”. Y continuó sus estudios.

En el 1939, cuando sería ordenado sacerdote, Karl contrajo tuberculosis; se pospuso su ordenación. En el ínterin, un desatinado comentario suyo entorno al fracaso de un atentado en contra de Hitler fue suficiente para ser detenido. Fue llevado a una prisión cerca de Berlín y luego a Dachau, junto a otros muchos sacerdotes. Allí celebraban la misa al amanecer, a las 5 a.m., y mantenían una intensa vida espiritual, señala Elizabeth.

La llegada de un sacerdote francés en septiembre de 1944 encendió un movimiento tal que, a través de mensajes, recibieron el permiso para la ordenación de Karl, que se llevó a cabo en secreto. Celebró su primera misa el 26 de septiembre, aún con el deterioro de salud.

De Dachau fue liberado en abril de 1945. Karl no pudo levantarse, cubrió su cara y lloró, enfatiza Elizabeth, pero de inmediato lo llevaron a un hospital en Munich. Karl escribió acerca de la felicidad que le embargaba, aunque declaró que sólo le interesaba lo concerniente a la Iglesia. Un sacerdote del área, señala ella, llegó a comentar que Karl había ofrecido su vida por los jóvenes y a desarrollar el verdadero sentido del misterio de la expiación.

El 29 de junio los padres de Karl lograron reunirse con él, para la felicidad de todos. Sin embargo, todo lo ocurrido en Dachau no se podía echar atrás. Luego de la celebración de la misa en su habitación, Karl saludó con alegría a todos, incluyendo los santos y pidió la bendición del Señor para sus enemigos.

El 9 de agosto de 1945 toda la familia se reunió en el hospital. Karl estuvo muy feliz. Tres días más tarde murió. Tenía 30 años.

El cuerpo de Karl fue llevado a su pueblo natal, Kleve. Lo declararon modelo para la juventud. El obispo escribió a sus padres diciendo “ustedes han presentado un Santo en el cielo”.

Ya en 1973 la diócesis de Munster solicitó la apertura de un proceso para su beatificación. En el 1980, Juan Pablo II autorizó los procedimientos. En octubre de 1988 mencionó el nombre de Karl en un encuentro de jóvenes asegurándoles que el padre Karl Leisner siempre intercede por ellos.

Fue beatificado el 23 de junio de 1996.

María, el Arca de la nueva Alianza


Escrito por P. Ángel M. Santos Santos
Viernes, 13 de Agosto de 2010 10:10

“Y se abrió el Santuario de Dios en el cielo, y apareció el Arca de su Alianza en el Santuario” (Ap 11:19). En esta visión, los cristianos vislumbran a la Virgen María como el Arca de la nueva Alianza. Dios habló a Moisés diciendo: “Hazme un Santuario para que yo habite en medio de ellos” (Éx 25:8-9). Dentro del Santuario estaba instalada el Arca de la antigua Alianza hecha de madera de acacia (Éx 25:10). Los cristianos tienen una nueva alianza en la sangre de Cristo, el santuario que es la Iglesia y la nueva arca en la Virgen María que llevó en su seno al Hijo de Dios.



La profecía de Jeremías

Jeremías, cuando escondió en una cueva el Arca, profetizó: “Este lugar quedará desconocido hasta que Dios vuelva a reunir a su pueblo y le sea favorable” (2 Mac 2:5-8). En Jesucristo, su Hijo hecho hombre, Dios reunió a su pueblo en la Iglesia y le fue favorable ofreciéndole la salvación por el perdón de los pecados. Por su resurrección y ascensión Jesús entró en el Cielo, fue glorificado y compartió su Espíritu Santo con la Iglesia.

La Virgen María colaboró con su maternidad para que el Hijo de Dios se hiciera hombre para salvar al mundo, sufriendo y muriendo en la Cruz. Los maltratos que recibió de los seres humanos no apagaron el amor de Jesús, sino que reveló su esplendor. Entregó su Cuerpo y Sangre para mostrar su gran misericordia.



El traslado del Arca

En el Nuevo Testamento, la Virgen María es reconocida como el Arca de la Nueva Alianza. María, movida por el Espíritu Santo, fue con prontitud a la montaña como los israelitas habían trasladado el Arca de Dios (I Cro15:3). Los israelitas cargaron el Arca con gozo (I Cro 15:1-25). También Juan el Bautista se llenó de alegría en el vientre de Isabel por el saludo de María. David saltaba delante del Arca (I Cro 15:29) y Juan brincó al frente de Jesús, que estaba en el vientre de María. David bendijo al pueblo en nombre de Dios (I Cró 16:2) e Isabel, llena del Espíritu, bendijo a María y a su hijo por nacer. Al final, David dejó un cántico (16:7-36) y María pronunció su himno de alabanza. María estuvo tres meses con Isabel como el Arca de Dios se quedó tres meses en la casa Obededom (2 Sam 6:11).



La Asunción

María se unió a Cristo en la lucha contra el pecado, la muerte y el maligno. Por eso ahora goza en el Cielo, en cuerpo y alma, de la victoria pascual de Cristo. Juan, cuando fue llamado por Dios, tomó el pequeño libro de la mano del ángel, lo devoró. En su boca era dulce como la miel, pero cuando lo tragó, se le amargaron las entrañas (Ap 10:9-11).

El llamado de Dios es siempre participación en la pascua de Cristo. Por la cruz se llega a la gloria de la resurrección. María goza en cuerpo y alma de la gloria del Cielo por su unión a la pasión de Jesús. El misterio de la Asunción fue anunciado: “Levántate, Señor, y ven a tu reposo, tú, con el Arca de tu gloria” (Sal 131:8). Se levantó Jesús de la muerte y llevó al Cielo a María, el Arca de su gloria. Por el misterio de la Asunción, la Iglesia contempla a la Virgen María en el Santuario de Dios en el Cielo (Ap 11:19).

La santidad: proyecto de Dios


Escrito por Myrna Fernández
Viernes, 20 de Agosto de 2010 16:22

Así es. Todos estamos llamados a la santidad. Esto a veces lo dudamos, o como dicen muchos, no es tema de interés por lo que ni siquiera se piensa o “trabaja para ello”.

Celebramos a San Bartolomé Apóstol el día 24. Con el nombre de Natanael, fue reconocido por Jesús como un “israelita en quien no hay engaño”. En él estaba impresa la honestidad y la sencillez. Si examinamos esas palabras, vemos que son un enorme reconocimiento y mucho más, siendo mencionadas por Jesús. Firme en su fe, una vez descubrió el tesoro que Jesús predicaba, en él se eliminaron sus dudas. Es patrón y modelo de quienes dudan.

Otro gran santo que casi nunca se menciona es San Luis IX, rey de Francia, día 25 un terciario franciscano, comprometido con el rezo de la Liturgia de las Horas, la oración diaria y prácticas continuas de caridad. Subió al trono casi un niño, a la muerte de su padre, pero sí contó con la ayuda de su madre como regente en los primeros años. Guió a sus ejércitos para defender a Francia de los musulmanes. Participó en dos Cruzadas en Tierra Santa. Tuvo una total entrega al pueblo con un alto sentido de piedad y justicia para con todos. Falleció en el 1270 y fue canonizado por el Papa Bonifacio VIII en el 1297.

La inteligencia y natural bondad de Santa Teresa de Jornet captaban la atención de todos. Razones de salud le impidieron ser religiosa. Pero, desde muy joven Teresa llevaba un pensamiento bien adentro: “cuidar los cuerpos de los ancianos para salvar sus almas”. El Señor le encargó esa obra a través de dos religiosos que habían iniciado una obra a favor de los ancianos. Teresa quedó al frente de la misma y de ahí surgió la Congregación de Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Teresa, “se gastó en la misma” y a la edad de 54 años entregó su alma al Señor el día 26.

Nos unimos a Santa Mónica y a San Agustín en sus respectivos días: 27 y 28. Ella, de sentimientos nobles y entrega total. Con sus rezos y lágrimas logró a la conversión de su hijo. El, descarriado, nada le satisfacía. Llegado su bautismo, recibe a Dios en su corazón. Y de él hemos aprendido que “nuestro corazón está insatisfecho hasta que descanse en ti”