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martes, 7 de agosto de 2012

¿Por qué soy Católico?

Por: Guillermo Betancourt Editor y director Católicos Unidos de Puerto Rico Es una buena para pensar. Ser Católico es más que una palabra o un título. Ser católico es vivir la fe en todo y para todo en tu vida. La palabra católico proviene del griego universal. Tú eres universal ante el mundo. Predicar con tu vida es un ejemplo de vida evangelizadora y ser para Cristo y por Cristo. Para que puedas ser un Cristo vivo a los demás. Ser universal desde tu bautismo ya eres parte del universo de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Comprender que eres parte íntegro del Dios de la vida y del amor te hace universal para los demás y ellos son universales para ti. Ser Católico es vivir la gracia de practicar el santo evangelio a los demás. Tu ejemplo de vida será un evangelio para todo el que te vea pueda decir que eres hombre de Dios. Que tu vida sea un vivo ejemplo hacia los demás. Sabrás que esta vida es una sacrificada. Porque esta vida con lleva dolor, penas, insultos, envidia, burla y humillación. Por ser un Cristo vivo serás crucificado cada día por seguir al Dios que fundo tu Iglesia. Que por medio de La Iglesia que solo Cristo fundo por medio de Pedro; y que desde Pedro hasta Benedicto XVI es la Iglesia de Dios fundada por Dios y no fundada por hombres que dicen ser fundados por “dios”. La base de una fe perfecta nace de una Iglesia fundada por Dios. Yo no puedo vivir una fe perfecta si otro hombre pretende guiar mi vida pretendiendo ser inspirado por “dios”. Si haces eso no eres universal. Pasa ser hombre del mundo. Por eso el mundo está en decadencia porque seguimos a hombres del mundo. Si seguimos a estos hombres será nuestra perdición. Perdemos nuestra salvación de vida eterna porque nos negamos a vivir sin creer y solo creemos lo que estos hombres nos dicen. Somos como sus marionetas que nos manipulan como gusto y gana. El mundo No puede ser el centro de tu vida. Dios debe ser el centro de tu vida y tu vida será un universo de oportunidades para la salvación de tu alma y la de los demás. Porque la salvación es colectiva y no individual. Por eso eres universal para poder salvar almas y no salvarte a ti mismo. Por eso somos universales. Salvamos almas para Cristo. Ser católico es vivir según los sacramentos y los mandamientos. Practicándolos y viviendo en ejemplo vivo para los demás. Ahora sabes porque eres Católico. Espero que puedas reflexionar en estas palabras. Paz y bien… Dios te Bendiga a ti siempre.

lunes, 6 de agosto de 2012

HOMILÍA DEL SANTO PADRE PABLO VI

PEREGRINACIÓN APOSTÓLICA A BOGOTÁ SANTA MISA PARA LOS CAMPESINOS COLOMBIANOS Viernes 23 de agosto de 1968 ¡Salve, Campesinos colombianos! ¡Salve, trabajadores de la tierra en América Latina! ¡Paz y bendición a todos, en el nombre de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador! OS CONFIAMOS que este encuentro con vosotros es uno de los momentos más deseados y más hermosos de nuestro viaje; uno de los más íntimos y significativos de nuestro ministerio apostólico y pontificio. Hemos venido a Bogotá para rendir honor a Jesús en su misterio eucarístico y sentimos pleno gozo por haber tenido la oportunidad de hacerlo, llegando también ahora hasta aquí para celebrar la presencia del Señor entre nosotros, en medio de la Iglesia y del mundo, en vuestras personas. Sois vosotros un signo, una imagen, un misterio de la presencia de Cristo. El sacramento de la Eucaristía nos ofrece su escondida presencia, viva y real; vosotros sois también un sacramento, es decir, una imagen sagrada del Señor en el mundo, un reflejo que representa y no esconde su rostro humano y divino. Os recordamos lo que dijo un grande y sabio Obispo, Bossuet, sobre la « eminente dignidad de los pobres » (Cf. Bossuet, De l’éminente dignité des Pauvres). Y toda la tradición de la Iglesia reconoce en los Pobres el Sacramento de Cristo, no ciertamente idéntico a la realidad de la Eucaristía, pero sí en perfecta correspondencia analógica y mística con ella. Por lo demás Jesús mismo nos lo ha dicho en una página solemne del evangelio, donde proclama que cada hombre doliente, hambriento, enfermo, desafortunado, necesitado de compasión, y de ayuda es El, como si El mismo fuese ese infeliz, según la misteriosa y potente sociología, (Cf. Mt 25, 35 ss) según el humanismo de Cristo. Amadísimos hijos, vosotros sois Cristo para Nos. Y Nos, que tenemos la formidable suerte de ser su Vicario en el magisterio de la verdad revelada por El, y en el ministerio pastoral de toda la Iglesia católica, queremos descubrir a Cristo como redivivo y padeciendo en vosotros. No hemos venido para recibir vuestras filiales aclamaciones, siempre gratas y conmovedoras, sino para honrar al Señor en vuestras personas, para inclinarnos por tanto ante ellas y para deciros que aquel amor, exigido tres por Cristo resucitado a Pedro (Cf. Io. 21, 15 ss), de quien somos el humilde y último sucesor, lo rendimos a El en vosotros, en vosotros mismos. Os amamos, como Pastor. Es decir, compartiendo vuestra indigencia y con la responsabilidad de ser vuestro guía y de buscar vuestro bien y vuestra salvación. Os amamos con un afecto de predilección y con Nos, recordadlo bien y tenedlo siempre presente, os ama la Santa Iglesia católica. Porque conocemos las condiciones de vuestra existencia: condiciones de miseria para muchos de vosotros, a veces inferiores a la exigencia normal de la vida humana. Nos estáis ahora escuchando en silencio; pero oímos el grito que sube de vuestro sufrimiento y del de la mayor parte de la humanidad (Cf. Concilio Vaticano II. Const. Gaudium et Spes n. 88). No podemos desinteresarnos de vosotros; queremos ser solidarios con vuestra buena causa, que es la del Pueblo humilde, la de la gente pobre. Sabemos que el desarrollo económico y social ha sido designa1 en el gran continente de América Latina; y que mientras ha favorecido a quienes lo promovieron en un principio, ha descuidado la masa de las poblaciones nativas, casi siempre abandonadas en un innoble nivel de vida y a veces tratadas y explotadas duramente. Sabemos que hoy os percatáis de la inferioridad de vuestras condiciones sociales y culturales, y estáis impacientes por alcanzar una distribución más justa de los bienes y un mejor reconocimiento de la importancia que, por ser tan numerosos, merecéis y del puesto que os compete en la sociedad. Bien creemos que tenéis algún conocimiento de cómo la Iglesia católica ha defendido vuestra suerte; la han vindicado los Papas, nuestros Predecesores, con sus célebres Encíclicas sociales (Cfr. Encíclica Mater et Magistra «AAS» 1961 pág.. 422 ss); la ha defendido el Concilio ecuménico (Cfr. Gaudium et Spes, nn. 9, 66, 71, etc..), Nos mismo hemos patrocinado vuestra causa en la encíclica « Sobre el progreso de los Pueblos ». Pero hoy el problema se ha agravado porque habéis tomado conciencia de vuestras necesidades y de vuestros sufrimientos y, como otros muchos en el mundo, no podéis tolerar que estas condiciones deban perdurar siempre sin ponerles solícito remedio. Nos preguntamos, ¿qué podemos hacer por vosotros, después de haber hablado en vuestro favor? No tenemos, lo sabéis bien, competencia directa en estas cuestiones temporales, y ni siquiera medios ni autoridad para intervenir prácticamente en este campo. Pero os queremos decir: 1) Nos seguiremos defendiendo vuestra causa. Podemos afirmar y confirmar los principios, de los cuales dependen las soluciones prácticas. Continuaremos proclamando vuestra dignidad humana y cristiana. Vuestra existencia tiene un valor de primera importancia. Vuestra persona es sagrada. Vuestra pertenencia a la familia humana debe ser reconocida, sin discriminaciones, en un plano de hermandad. Esta, aun admitiendo un orden jerárquico y orgánico en el conjunto social, debe ser reconocida efectivamente, ya sea en el campo económico, con particular atención a la justa retribución, a la habitación conveniente, a la instrucción de base y la asistencia sanitaria, ya sea en el campo de los derechos civiles y de la participación gradual en los beneficios y en las responsabilidades del orden social. 2) Seguiremos denunciando las injustas desigualdades económicas, entre ricos y pobres; los abusos autoritarios y administrativos en perjuicio vuestro y de la colectividad. Continuaremos alentando las iniciativas y los programas de las Autoridades responsables, de las Entidades internacionales, y de los Países prósperos, en favor de las poblaciones en vía de desarrollo. A este respecto nos alegra saber que, en feliz coincidencia con el gran Congreso Eucarístico, se están estudiando y promoviendo planes nuevos y orgánicos para las clases trabajadoras, especialmente para las rurales, para vosotros, Campesinos. Y, con esta oportunidad exhortamos a todos los Gobiernos de América Latina y de los otros continentes, como también a todas las clases dirigentes y acomodadas, a seguir afrontando con perspectivas amplias y valientes, las reformas necesarias que garanticen un orden social más eficiente, con ventajas progresivas de las clases hoy menos favorecidas y con una más equitativa aportación de impuestos por parte de las clases más pudientes; en particular de aquellas que poseyendo latifundios no están en grado de hacerlos más fecundos y productivos, o pudiéndolo, gozan de los frutos para provecho exclusivo suyo; lo mismo decimos de aquellas categorías de personas que, con poca o ninguna fatiga, realizan utilidades excesivas o perciben conspicuas retribuciones. 3) Igualmente seguiremos patrocinando la causa de los Países necesitados de ayuda fraterna para que otros pueblos, dotados de mayores y no siempre bien empleadas riquezas, quieran ser generosos en dar aportaciones; no lesionen la dignidad ni la libertad de los Pueblos beneficiados, y abran al comercio vías más fáciles en favor de las Naciones, todavía sin suficiencia económica. Por nuestra parte alentaremos, con los medios a nuestro alcance, este esfuerzo por dar a la riqueza su finalidad primaria de servicio al hombre, no sólo en un plano privado y local, sino también más amplio, internacional, frenando así el goce fácil y egoísta de la misma o su empleo en gastos superfluos o en exagerados y peligrosos armamentos. 4) Nos mismo trataremos, en el límite de nuestras posibilidades económicas, de dar ejemplo, de reavivar siempre en la Iglesia sus mejores tradiciones de desinterés, de generosidad, de servicio, apelándonos cada vez más aquel espíritu de Pobreza, que nos predicó el divino Maestro y que nos ha recordado el Concilio ecuménico de manera autorizada (Cfr. Concilio Vaticano II. Constit. Lumen Gentium n. 8; Gaudium et Spes, n. 88) 5) Consentidnos, amadísimos hijos, que os anunciemos también a vosotros la bienaventuranza que os es propia, la bienaventuranza de la Pobreza evangélica. Dejad que Nos, aunque siempre nos esforcemos en todas las maneras para aliviar vuestras penas y para procuraros un pan más abundante y más fácil, os recordemos que « no sólo de pan vive el hombre » (Matth. 4,4) y que de otro pan, el del alma, es decir, el de la religión, el de la fe, el de la Palabra y de la Gracia divinas, tenemos todos necesidad; y dejad que os digamos aún más; vuestras condiciones de gente humilde son más propicias para alcanzar el reino de los cielos, esto es, los bienes supremos y eternos de la vida, si son llevadas con la paciencia y con la esperanza de Cristo. Permitid finalmente que os exhortemos a no poner vuestra confianza en la violencia ni en la revolución; tal actitud es contraria al espíritu cristiano y puede también retardar y no favorecer la elevación social a la cual aspiráis legítimamente. Procurad más bien secundar las iniciativas en favor de vuestra instrucción, por ejemplo la de Acción Cultural Popular; procurad estar unidos y organizaros bajo el signo cristiano, y capacitaros para modernizar los métodos de vuestro trabajo rural; amad vuestros campos y estimad la función humana, económica y civil de trabajadores de la tierra, que vosotros ejercitáis. ¡Recibid Nuestra Bendición Apostólica! Es para vosotros, Campesinos de Colombia, de América Latina; para todos vosotros, trabajadores del campo en el mundo entero. Descienda ella sobre vuestras personas, sobre vuestras familias, sobre los niños, los jóvenes, los ancianos, los .enfermos; descienda sobre cuantos os aman y os asisten. Descienda llena de consuelos y de gracias, por virtud de aquel Jesús, a quien representamos aquí, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

HOMILÍA Y PROFESIÓN DE FE DE SU SANTIDAD PABLO VI

CLAUSURA DEL «AÑO DE LA FE» EN EL XIX CENTENARIO DEL MARTIRIO DE LOS APÓSTOLES PEDRO Y PABLO Plaza de San Pedro Domingo 30 de junio de 1968
Venerables hermanos y queridos hijos: 1. Clausuramos con esta liturgia solemne tanto la conmemoración del XIX centenario del martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo como el año que hemos llamado de la fe. Pues hemos dedicado este año a conmemorar a los santos apóstoles, no sólo con la intención de testimoniar nuestra inquebrantable voluntad de conservar íntegramente el depósito de la fe (cf. 1Tim 6,20), que ellos nos transmitieron, sino también con la de robustecer nuestro propósito de llevar la. misma fe a la vida en este tiempo en que la Iglesia tiene que peregrinar era este mundo. 2. Pensamos que es ahora nuestro deber manifestar públicamente nuestra gratitud a aquellos fieles cristianos que, respondiendo a nuestras invitaciones, hicieron que el año llamado de la fe obtuviera suma abundancia de frutos, sea dando una adhesión más profunda a la palabra de Dios, sea renovando en muchas comunidades la profesión de fe, sea confirmando la fe misma con claros testimonios de vida cristiana. Por ello, a la vez que expresamos nuestro reconocimiento, sobre todo a nuestros hermanos en el episcopado y a todos los hijos de la Iglesia católica, les otorgamos nuestra bendición apostólica. 3. Juzgamos además que debemos cumplir el mandato confiado por Cristo a Pedro, de quien, aunque muy inferior en méritos, somos sucesor; a saber: que confirmemos en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32). Por lo cual, aunque somos conscientes de nuestra pequeñez, con aquella inmensa fuerza de ánimo que tomamos del mandato que nos ha sido entregado, vamos a hacer una profesión de fe y a pronunciar una fórmula que comienza con la palabra creo, la cual, aunque no haya que llamarla verdadera y propiamente definición dogmática, sin embargo repite sustancialmente, con algunas explicaciones postuladas por las condiciones espirituales de esta nuestra época, la fórmula nicena: es decir, la fórmula de la tradición inmortal de la santa Iglesia de Dios. 4. Bien sabemos, al hacer esto, por qué perturbaciones están hoy agitados, en lo tocante a la fe, algunos grupos de hombres. Los cuales no escaparon al influjo de un mundo que se está transformando enteramente, en el que tantas verdades son o completamente negadas o puestas en discusión. Más aún: vemos incluso a algunos católicos como cautivos de cierto deseo de cambiar o de innovar. La Iglesia juzga que es obligación suya no interrumpir los esfuerzos para penetrar más y más en los misterios profundos de Dios, de los que tantos frutos de salvación manan para todos, y, a la vez, proponerlos a los hombres de las épocas sucesivas cada día de un modo más apto. Pero, al mismo tiempo, hay que tener sumo cuidado para que, mientras se realiza este necesario deber de investigación, no se derriben verdades de la doctrina cristiana. Si esto sucediera —y vemos dolorosamente que hoy sucede en realidad—, ello llevaría la perturbación y la duda a los fieles ánimos de muchos. 5. A este propósito, es de suma importancia advertir que, además de lo que es observable y de lo descubierto por medio de las ciencias, la inteligencia, que nos ha sido dada por Dios, puede llegar a lo que es, no sólo a significaciones subjetivas de lo que llaman estructuras, o de la evolución de la conciencia humana. Por lo demás, hay que recordar que pertenece a la interpretación o hermenéutica el que, atendiendo a la palabra que ha sido pronunciada, nos esforcemos por entender y discernir el sentido contenido en tal texto, pero no innovar, en cierto modo, este sentido, según la arbitrariedad de una conjetura. 6. Sin embargo, ante todo, confiarnos firmísimamente en el Espíritu Santo, que es el alma de la Iglesia, y en la fe teologal, en la que se apoya la vida del Cuerpo místico. No ignorando, ciertamente, que los hombres esperan las palabras del Vicario de Cristo, satisfacemos por ello esa su expectación con discursos y homilías, que nos agrada tener muy frecuentemente. Pero hoy se nos ofrece la oportunidad de proferir una palabra más solemne. 7. Así, pues, este día, elegido por Nos para clausurar el año llamado de la fe, y en esta celebración de los santos apóstoles Pedro y Pablo, queremos prestar a Dios, sumo y vivo, el obsequio de la profesión de fe. Y como en otro tiempo, en Cesarea de Filipo, Simón Pedro, fuera de las opiniones de los hombres, confesó verdaderamente, en nombre de los doce apóstoles, a Cristo, Hijo del Dios vivo, así hoy su humilde Sucesor y Pastor de la Iglesia universal, en nombre de todo el pueblo de Dios, alza su voz para dar un testimonio firmísimo a la Verdad divina, que ha sido confiada a la Iglesia para que la anuncie a todas las gentes. Queremos que esta nuestra profesión de fe sea lo bastante completa y explícita para satisfacer, de modo apto, a la necesidad de luz que oprime a tantos fieles y a todos aquellos que en el mundo —sea cual fuere el grupo espiritual a que pertenezcan— buscan la Verdad. Por tanto, para gloria de Dios omnipotente y de nuestro Señor Jesucristo, poniendo al confianza en el auxilio de la Santísima Virgen María y de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo, para utilidad espiritual y progreso de la Iglesia, en nombre de todos los sagrados pastores y fieles cristianos, y en plena comunión con vosotros, hermanos e hijos queridísimos, pronunciamos ahora esta profesión de fe. Profesión de fe Credo del Pueblo de Dios 8. Creemos en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Creador de las cosas visibles —como es este mundo en que pasamos nuestra breve vida— y de las cosas invisibles —como son los espíritus puros, que llamamos también ángeles[1]— y también Creador, en cada hombre, del alma espiritual e inmortal[2]. 9. Creemos que este Dios único es tan absolutamente uno en su santísima esencia como en todas sus demás perfecciones: en su omnipotencia, en su ciencia infinita, en su providencia, en su voluntad y caridad. Él es el que es, como él mismo reveló a Moisés (cf. Ex 3,14), él es Amor, como nos enseñó el apóstol Juan (cf. 1Jn 4,8) de tal manera que estos dos nombres, Ser y Amor, expresan inefablemente la misma divina esencia de aquel que quiso manifestarse a si mismo a nosotros y que, habitando la luz inaccesible (cf. 1Tim 6,16), está en si mismo sobre todo nombre y sobre todas las cosas e inteligencias creadas. Sólo Dios puede otorgarnos un conocimiento recto y pleno de sí mismo, revelándose a sí mismo como Padre, Hijo y Espíritu Santo, de cuya vida eterna estamos llamados por la gracia a participar, aquí, en la tierra, en la oscuridad de la fe, y después de la muerte, en la luz sempiterna. Los vínculos mutuos que constituyen a las tres personas desde toda la eternidad, cada una de las cuales es el único y mismo Ser divino, son la vida íntima y dichosa del Dios santísimo, la cual supera infinitamente todo aquello que nosotros podemos entender de modo humano[3]. Sin embargo, damos gracias a la divina bondad de que tantísimos creyentes puedan testificar con nosotros ante los hombres la unidad de Dios, aunque no conozcan el misterio de la Santísima Trinidad. 10. Creemos, pues, en Dios, que en toda la eternidad engendra al Hijo; creemos en el Hijo, Verbo de Dios, que es engendrado desde la eternidad; creemos en el Espíritu Santo, persona increada, que procede del Padre y del Hijo como Amor sempiterno de ellos. Así, en las tres personas divinas, que son eternas entre sí e iguales entre sí [4], la vida y la felicidad de Dios enteramente uno abundan sobremanera y se consuman con excelencia suma y gloria propia de la esencia increada; y siempre hay que venerar la unidad en la trinidad y la trinidad en la unidad [5]. 11. Creemos en nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios. El es el Verbo eterno, nacido del Padre antes de todos los siglos y consustancial al Padre, u homoousios to Patri; por quien han sido hechas todas las cosas. Y se encarnó por obra del Espíritu Santo, de María la Virgen, y se hizo hombre: igual, por tanto, al Padre según la divinidad, menor que el Padre según la humanidad[6], completamente uno, no por confusión (que no puede hacerse) de la sustancia, sino por unidad de la persona [7]. 12. El mismo habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad. Anunció y fundó el reino de Dios, manifestándonos en sí mismo al Padre. Nos dio su mandamiento nuevo de que nos amáramos los unos a los otros como él nos amó. Nos enseñó el camino de las bienaventuranzas evangélicas, a saber: ser pobres en espíritu y mansos, tolerar los dolores con paciencia, tener sed de justicia, ser misericordiosos, limpios de corazón, pacíficos, padecer persecución por la justicia. Padeció bajo Poncio Pilato; Cordero de Dios, que lleva los pecados del mundo, murió por nosotros clavado a la cruz, trayéndonos la salvación con la sangre de la redención. Fue sepultado, y resucitó por su propio poder al tercer día, elevándonos por su resurrección a la participación de la vida divina, que es la gracia. Subió al cielo, de donde ha de venir de nuevo, entonces con gloria, para juzgar a los vivos y a los muertos, a cada uno según los propios méritos: los que hayan respondido al amor y a la piedad de Dios irán a la vida eterna, pero los que los hayan rechazado hasta el final serán destinados al fuego que nunca cesará. Y su reino no tendrá fin. 13. Creemos en el Espíritu Santo, Señor y vivificador que, con el Padre y el Hijo, es juntamente adorado y glorificado. Que habló por los profetas; nos fue enviado por Cristo después de su resurrección y ascensión al Padre; ilumina, vivifica, protege y rige la Iglesia, cuyos miembros purifica con tal que no desechen la gracia. Su acción, que penetra lo íntimo del alma, hace apto al hombre de responder a aquel precepto de Cristo: Sed perfectos como también es perfecto vuestro Padre celeste (cf Mt 5,48). 14. Creemos que la Bienaventurada María, que permaneció siempre Virgen, fue la Madre del Verbo encarnado, Dios y Salvador nuestro, Jesucristo [8] y que ella, por su singular elección, en atención a los méritos de su Hijo redimida de modo más sublime [9], fue preservada inmune de toda mancha de culpa original [10] y que supera ampliamente en don de gracia eximia a todas las demás criaturas [11]. 15. Ligada por un vínculo estrecho e indisoluble al misterio de la encarnación y de la redención[12], la Beatísima Virgen María, Inmaculada, terminado el curso de la vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste [13], y hecha semejante a su Hijo, que resucitó de los muertos, recibió anticipadamente la suerte de todos los justos; creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia [14], continúa en el cielo ejercitando su oficio materno con respecto a los miembros de Cristo, por el que contribuye para engendrar y aumentar la vida divina en cada una de las almas de los hombres redimidos [15]. 16. Creemos que todos pecaron en Adán; lo que significa que la culpa original cometida por él hizo que la naturaleza, común a todos los hombres, cayera en un estado tal en el que padeciese las consecuencias de aquella culpa. Este estado ya no es aquel en el que la naturaleza humana se encontraba al principio en nuestros primeros padres, ya que estaban constituidos en santidad y justicia, y en el que el hombre estaba exento del mal y de la muerte. Así, pues, esta naturaleza humana, caída de esta manera, destituida del don de la gracia del que antes estaba adornada, herida en sus mismas fuerzas naturales y sometida al imperio de la muerte, es dada a todos los hombres; por tanto, en este sentido, todo hombre nace en pecado. Mantenemos, pues, siguiendo el concilio de Trento, que el pecado original se transmite, juntamente con la naturaleza humana, por propagación, no por imitación, y que se halla como propio en cada uno[16]. 17. Creemos que nuestro Señor Jesucristo nos redimió, por el sacrificio de la cruz, del pecado original y de todos los pecados personales cometidos por cada uno de nosotros, de modo que se mantenga verdadera la afirmación del Apóstol: Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia (cf. Rom 5,20). 18. Confesamos creyendo un solo bautismo instituido por nuestro Señor Jesucristo para el perdón de los pecados. Que el bautismo hay que conferirlo también a los niños, que todavía no han podido cometer por sí mismos ningún pecado, de modo que, privados de la gracia sobrenatural en el nacimiento nazcan de nuevo, del agua y del Espíritu Santo, a la vida divina en Cristo Jesús [17]. 19. Creemos en la Iglesia una, santa, católica y apostólica, edificada por Jesucristo sobre la piedra, que es Pedro. Ella es el Cuerpo místico de Cristo, sociedad visible, equipada de órganos jerárquicos, y, a la vez, comunidad espiritual; Iglesia terrestre, Pueblo de Dios peregrinante aquí en la tierra e Iglesia enriquecida por bienes celestes, germen y comienzo del reino de Dios, por el que la obra y los sufrimientos de la redención se continúan a través de la historia humana, y que con todas las fuerzas anhela la consumación perfecta, que ha de ser conseguida después del fin de los tiempos en la gloria celeste [18]. Durante el transcurso de los tiempos el Señor Jesús forma a su Iglesia por medio de los sacramentos, que manan de su plenitud [19]. Porque la Iglesia hace por ellos que sus miembros participen del misterio de la muerte y la resurrección de Jesucristo, por la gracia del Espíritu Santo, que la vivifica y la mueve [20]. Es, pues, santa, aunque abarque en su seno pecadores, porque ella no goza de otra vida que de la vida de la gracia; sus miembros, ciertamente, si se alimentan de esta vida, se santifican; si se apartan de ella, contraen pecados y manchas del alma que impiden que la santidad de ella se difunda radiante. Por lo que se aflige y hace penitencia por aquellos pecados, teniendo poder de librar de ellos a sus hijos por la sangre de Cristo y el don del Espíritu Santo. 20. Heredera de las divinas promesas e hija de Abrahán según el Espíritu, por medio de aquel Israel, cuyos libros sagrados conserva con amor y cuyos patriarcas y profetas venera con piedad; edificada sobre el fundamento de los apóstoles, cuya palabra siempre viva y cuyos propios poderes de pastores transmite fielmente a través de los siglos en el Sucesor de Pedro y en los obispos que guardan comunión con él; gozando finalmente de la perpetua asistencia del Espíritu Santo, compete a la Iglesia la misión de conservar, enseñar, explicar y difundir aquella verdad que, bosquejada hasta cierto punto por los profetas, Dios reveló a los hombres plenamente por el Señor Jesús. Nosotros creemos todas aquellas cosas que se contienen en la palabra de Dios escrita o transmitida y son propuestas por la Iglesia, o con juicio solemne, o con magisterio ordinario y universal, para ser creídas como divinamente reveladas[21]. Nosotros creemos en aquella infalibilidad de que goza el Sucesor de Pedro cuando habla ex cathedra [22] y que reside también en el Cuerpo de los obispos cuando ejerce con el mismo el supremo magisterio [23]. 21. Nosotros creemos que la Iglesia, que Cristo fundó y por la que rogó, es sin cesar una por la fe, y el culto, y el vinculo de la comunión jerárquica [24]. La abundantísima variedad de ritos litúrgicos en el seno de esta Iglesia o la diferencia legítima de patrimonio teológico y espiritual y de disciplina peculiares no sólo no dañan a la unidad de la misma, sino que más bien la manifiestan [25]. 22. Nosotros también, reconociendo por una parte que fuera de la estructura de la Iglesia de Cristo se encuentran muchos elementos de santificación y verdad, que como dones propios de la misma Iglesia empujan a la unidad católica[26], y creyendo, por otra parte, en la acción del Espíritu Santo, que suscita en todos los discípulos de Cristo el deseo de esta unidad [27], esperamos que los cristianos que no gozan todavía de la plena comunión de la única Iglesia se unan finalmente en un solo rebaño con un solo Pastor. 23. Nosotros creemos que la Iglesia es necesaria para la salvación. Porque sólo Cristo es el Mediador y el camino de la salvación que, en su Cuerpo, que es la Iglesia, se nos hace presente [28]. Pero el propósito divino de salvación abarca a todos los hombres: y aquellos que, ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan, sin embargo, a Dios con corazón sincero y se esfuerzan, bajo el influjo de la gracia, por cumplir con obras su voluntad, conocida por el dictamen de la conciencia, ellos también, en un número ciertamente que sólo Dios conoce, pueden conseguir la salvación eterna [29]. 24. Nosotros creemos que la misa que es celebrada por el sacerdote representando la persona de Cristo, en virtud de la potestad recibida por el sacramento del orden, y que es ofrecida por él en nombre de Cristo y de los miembros de su Cuerpo místico, es realmente el sacrificio del Calvario, que se hace sacramentalmente presente en nuestros altares. Nosotros creemos que, como el pan y el vino consagrados por el Señor en la última Cena se convirtieron en su cuerpo y su sangre, que en seguida iban a ser ofrecidos por nosotros en la cruz, así también el pan y el vino consagrados por el sacerdote se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo, sentado gloriosamente en los cielos; y creemos que la presencia misteriosa del Señor bajo la apariencia de aquellas cosas, que continúan apareciendo a nuestros sentidos de la misma manera que antes, es verdadera, real y sustancial[30]. 25. En este sacramento, Cristo no puede hacerse presente de otra manera que por la conversión de toda la sustancia del pan en su cuerpo y la conversión de toda la sustancia del vino en su sangre, permaneciendo solamente íntegras las propiedades del pan y del vino, que percibimos con nuestros sentidos. La cual conversión misteriosa es llamada por la Santa Iglesia conveniente y propiamente transustanciación. Cualquier interpretación de teólogos que busca alguna inteligencia de este misterio, para que concuerde con la fe católica, debe poner a salvo que, en la misma naturaleza de las cosas, independientemente de nuestro espíritu, el pan y el vino, realizada la consagración, han dejado de existir, de modo que, el adorable cuerpo y sangre de Cristo, después de ella, están verdaderamente presentes delante de nosotros bajo las especies sacramentales del pan y del vino[31], como el mismo Señor quiso, para dársenos en alimento y unirnos en la unidad de su Cuerpo místico [32]. 26. La única e indivisible existencia de Cristo, el Señor glorioso en los cielos, no se multiplica, pero por el sacramento se hace presente en los varios lugares del orbe de la tierra, donde se realiza el sacrificio eucarístico. La misma existencia, después de celebrado el sacrificio, permanece presente en el Santísimo Sacramento, el cual, en el tabernáculo del altar, es como el corazón vivo de nuestros templos. Por lo cual estamos obligados, por obligación ciertamente suavísima, a honrar y adorar en la Hostia Santa que nuestros ojos ven, al mismo Verbo encarnado que ellos no pueden ver, y que, sin embargo, se ha hecho presente delante de nosotros sin haber dejado los cielos. 27. Confesamos igualmente que el reino de Dios, que ha tenido en la Iglesia de Cristo sus comienzos aquí en la tierra, no es de este mundo (cf. Jn 18,36), cuya figura pasa (cf. 1Cor 7,31), y también que sus crecimientos propios no pueden juzgarse idénticos al progreso de la cultura de la humanidad o de las ciencias o de las artes técnicas, sino que consiste en que se conozcan cada vez más profundamente las riquezas insondables de Cristo, en que se ponga cada vez con mayor constancia la esperanza en los bienes eternos, en que cada vez más ardientemente se responda al amor de Dios; finalmente, en que la gracia y la santidad se difundan cada vez más abundantemente entre los hombres. Pero con el mismo amor es impulsada la Iglesia para interesarse continuamente también por el verdadero bien temporal de los hombres. Porque, mientras no cesa de amonestar a todos sus hijos que no tienen aquí en la tierra ciudad permanente (cf. Heb 13,14), los estimula también, a cada uno según su condición de vida y sus recursos, a que fomenten el desarrollo de la propia ciudad humana, promuevan la justicia, la paz y la concordia fraterna entre los hombres y presten ayuda a sus hermanos, sobre todo a los más pobres y a los más infelices. Por lo cual, la gran solicitud con que la Iglesia, Esposa de Cristo, sigue de cerca las necesidades de los hombres, es decir, sus alegrías y esperanzas, dolores y trabajos, no es otra cosa sino el deseo que la impele vehementemente a estar presente a ellos, ciertamente con la voluntad de iluminar a los hombres con la luz de Cristo, y de congregar y unir a todos en aquel que es su único Salvador. Pero jamás debe interpretarse esta solicitud como si la Iglesia se acomodase a las cosas de este mundo o se resfriase el ardor con que ella espera a su Señor y el reino eterno. 28. Creemos en la vida eterna. Creemos que las almas de todos aquellos que mueren en la gracia de Cristo —tanto las que todavía deben ser purificadas con el fuego del purgatorio como las que son recibidas por Jesús en el paraíso en seguida que se separan del cuerpo, como el Buen Ladrón— constituyen el Pueblo de Dios después de la muerte, la cual será destruida totalmente el día de la resurrección, en el que estas almas se unirán con sus cuerpos. 29. Creemos que la multitud de aquellas almas que con Jesús y María se congregan en el paraíso, forma la Iglesia celeste, donde ellas, gozando de la bienaventuranza eterna, ven a Dios, como Él es[33] y participan también, ciertamente en grado y modo diverso, juntamente con los santos ángeles, en el gobierno divino de las cosas, que ejerce Cristo glorificado, como quiera que interceden por nosotros y con su fraterna solicitud ayudan grandemente nuestra flaqueza [34]. 30. Creemos en la comunión de todos los fieles cristianos, es decir, de los que peregrinan en la tierra, de los que se purifican después de muertos y de los que gozan de la bienaventuranza celeste, y que todos se unen en una sola Iglesia; y creemos igualmente que en esa comunión está a nuestra disposición el amor misericordioso de Dios y de sus santos, que siempre ofrecen oídos atentos a nuestras oraciones, como nos aseguró Jesús: Pedid y recibiréis (cf. Lc 10,9-10; Jn 16,24). Profesando esta fe y apoyados en esta esperanza, esperamos la resurrección de los muertos y la vida del siglo venidero. Bendito sea Dios, santo, santo, santo. Amén

HOMILÍA DEL SANTO PADRE PABLO VI

28 de septiembre de 1975 Venerables Hermanos y amados hijos, La Iglesia se siente hoy inundada de júbilo. Es el gozo de la madre, que asiste a la exaltación de uno de sus hijos. Y precisamente porque es un hijo pequeño, que no brilló durante su vida con los fulgores de la ciencia, del poder, de la notoriedad humana, de todo eso que hace a uno grande a los ojos del mundo, la Madre Iglesia experimenta un regocijo particular. En esta mañana la Iglesia siente resonar de nuevo en sus oídos las palabras insinuantes y maravillosamente asombradoras del Maestro, que proclaman, de manera inequívoca, su preferencia por los sectores más pobres y humildes: ¡Bienaventurados los pobres de espíritu! A la escucha perenne y atenta de su Divino Fundador y en fidelidad indefectible a su mensaje, la Iglesia fija hoy sus ojos en una figura singular, concreción sublime de ideales evangélicos : ¡Juan Macías! Un humilde pastor hasta los treinta y siete años de Ribera del Fresno, en España; emigrante sin recursos a tierras del Perú; por veintidós años sencillo hermano portero del convento dominico de La Magdalena en Lima. Este es el nuevo Santo, a quien la Iglesia rinde en este día su tributo de exaltación suprema, tras haberlo declarado Beato el veintidós de octubre de mil ochocientos treinta y siete. En su glorificación, como en la de otras figuras humildes cual el Santo Cura de Ars, San Francisco de Asís, San Martín de Porres, y otras tantas que podríamos citar, se hace visible el amor sin reservas ni distinciones de la Iglesia, que valora y ensalza por igual los méritos ocultos de grandes y pequeños, de pobres o de facultosos, sintiendo particular complacencia acaso al elevar a los más pobres, reflejo más vivo de la presencia y predilecciones de Cristo. Por falta de tiempo, no haremos la exaltación que merecería la humilde y gran figura de Juan Macías que, con la ayuda del Señor y en el pleno ejercicio de nuestro ministerio magisterial, hemos inscrito en el catálogo de los Santos. Solamente aludiremos a las razones que embargan nuestro ánimo durante este acto solemne. Canonizando a San Juan Macías nos parece interpretar la intención del Señor, el cual, siendo rico, se hizo pobre para que nosotros fuésemos ricos por su pobreza (Cfr. 2 Cor. 8, 9), existiendo en la forma de Dios, se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo (Cfr. Phil. 2, 6-7), fue enviado por el Padre «a evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos» (Luc. 4, 18), proclamó bienaventurados a los pobres de espíritu (Matth. 5, 3), puso la pobreza como condición indispensable para alcanzar la perfección (Cfr. Marc. 10, 17-31; Luc. 18, 18-27) y dio gracias al Padre porque se había complacido en revelar los misterios del Reino a los pequeñuelos (Cfr. Matth. 11, 26). Estas son las enseñanzas lineares dejadas por el Señor, y que el Magisterio de la Iglesia nos propone hoy, ilustrándolas con un ejemplo concreto de la historia eclesial. Juan Macías, que fue pobre y vivió para los pobres, es un testimonio admirable y elocuente de pobreza evangélica: el joven huérfano, que con su escasa soldada de pastor ayuda a los pobres «sus hermanos», mientras les comunica su fe; el emigrante que, guiado por su protector San Juan Evangelista, no va en búsqueda de riquezas, como otros tantos, sino para que se cumpla en él la voluntad de Dios; el mozo de posadas y el mayoral de pastores, que prodiga secretamente su caridad en favor de los necesitados, a la vez que les enseña a orar; el religioso que hace de sus votos una forma eminente de amor a Dios y al prójimo; que «no quiere para sí más que a Dios»; que combina desde su portería una intensísima vida de oración y penitencia con la asistencia directa y la distribución de alimentos a verdaderas muchedumbres de pobres; que se priva de buena parte de su propio alimento para darlo al hambriento, en quien su fe descubre la presencia palpitante de Jesucristo; en una palabra, la vida toda de este «padre de los pobres, de los huérfanos y necesitados», (no es una demostración palpable de la fecundidad de la pobreza evangélica, vivida en plenitud? Cuando decimos que Juan Macías fue pobre, no nos referimos ciertamente a una pobreza -que nunca podría ser querida ni bendecida por Dios- equivalente a culpable miseria o inoperante inercia para la consecución del justo bienestar, sino a esa pobreza, llena de dignidad, que ha de buscar el humilde pan terreno, como fruto de la propia actividad. ¡Con cuánta exactitud y eficiencia se dedicó a su deber, antes y después de ser religioso! Sus dueños y superiores dan claro testimonio de ello. Fueron siempre sus manos las que supieron ganar el propio pan, el pan para su hermana, el pan para la multiplicada caridad. Ese pan, fruto de un esfuerzo socialmente creador y ejemplar, que personaliza, redime y configura a Cristo, mientras deja en lo íntimo del alma la filial confianza de que el Padre, que alimenta a las aves del cielo y viste a los lirios del campo, no dejará de dar lo necesario a sus hijos: «buscad primero el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura» (Cfr. Matth. 6, 25-34). Por otra parte, la ardua tarea de Juan Macías no distraía su ánimo del Pan celestial. El, que desde su niñez había sido introducido en el mundo íntimo de la presencia de Dios, fue en medio de su actividad un alma contemplativa. El campo, el agua, las estrellas, los pájaros, le hablaban de Dios y le hacían sentir su cercanía: «Oh Señor, qué mercedes y regalos me hizo Dios en aquellos campos», mientras guardaba el rebaño. Así exclama ya anciano. Y recordando su vida de convento, aquel jardín a donde con frecuencia se retiraba a orar de noche, dirá: «Muchas veces, orando a deshoras de la noche, llegaban los pajarillos a cantar y yo apostaba con ellos a quién más alababa a Dios». ¡Frases de encantadora poesía, que dejan entrever las largas horas dedicadas a la oración, a la devoción a la Eucaristía y al rezo del rosario! Pero esta vida interior nunca representó para Juan Macías una evasión frente a los problemas de sus hermanos; antes bien, partiendo de su vida religiosa, llegaba a la vida social. Su contacto con Dios no sólo no le hacía retraerse de los hombres, sino que le llevaba a ellos, a sus necesidades, con renovado empeño y fuerza para remediarlos y conducirlos a una vida cada vez más digna, más elevada, más humana y más cristiana. El no hacía con ello sino seguir las enseñanzas y deseos de la Iglesia, la cual, con su preferencia por los pobres y su amor por la pobreza evangélica, jamás quiso dejarlos en su estado, sino ayudarles y levantarles a formas crecientemente superiores de vida, más conformes con su dignidad de hombres y de hijos de Dios. A través de estos trazos parciales, aparece ante nuestros ojos la figura maravillosa y atractiva de nuestro Santo. Una figura actual. Un ejemplo preclaro para nosotros, para nuestra sociedad. Evidentemente, la cuestión económica se plantea hoy con características bien diversas de las que tenía en tiempos de San Juan Macías. Los nuevos sistemas productivos, la acelerada industrialización, la creciente tecnificación y las conquistas en campo nuclear o electrónico, por más que hayan hecho surgir no indiferentes problemas para el hombre, han determinado ciertamente un superior nivel económico y asistencial en vastas áreas del mundo, por desgracia todavía demasiado limitadas. Por otra parte, la sensibilidad social se ha incrementado, dando paso con frecuencia a un tipo de humanismo radical, disociado de toda referencia al trascendente. En este contexto se nos ofrece en todo su valor actual el mensaje de Fray Juan Macías. El no miró la humildad de su tarea, sino que la cumplió con entrega total y de manera ejemplar. Se dio siempre a los demás y, en el darse a todos, encontró a Cristo. Su trabajo fue una exigencia de su condición de hombre y de cristiano, un ejercicio de fecunda pobreza, un medio de proveer noblemente a su sustento y al de los pobres. Sin pretender nunca hacer de sus experiencias una elaborada sociología, ni convertirse en un experto economista, hizo cuanto estuvo a su alcance por atenuar necesidades y flagrantes desigualdades. Al pedir a los ricos para sus pobres, les enseñaba a pensar en los demás; al dar al pobre, lo exhortaba a no odiar. Así iba uniendo a todos en la caridad, trabajando en favor de un humanismo pleno. Y todo esto, porque amaba a los hombres, porque en ellos veía la imagen de Dios. ¡Cuánto desearíamos recordar esto a cuantos hoy trabajan entre pobres y marginados! No hay que alejarse del Evangelio, ni hay que romper la ley de la caridad para buscar por caminos de violencia una mayor justicia. Hay en el Evangelio virtualidad suficiente para hacer brotar fuerzas renovadoras que, trasformando desde dentro a los hombres, los muevan a cambiar en todo lo que sea necesario las estructuras, para hacerlas más justas, más humanas. Juan Macías supo en su vida honrar la pobreza con una doble ejemplaridad: con la búsqueda confiada del pan cotidiano para los pobres, y con la búsqueda constante del Pan de los pobres, Cristo, que a todos conforta y conduce hacia la meta trascendente. ¡Estupendo mensaje para nosotros, para nuestro mundo materializado, tarado con frecuencia por un consumismo desenfrenado y por egoísmo sociales! ¡Ejemplo elocuente de esa «unidad interior», que el cristiano debe realizar en su tarea terrena, imbuyéndola de fe y caridad! (Cfr. Mater et Magistra, 51). Amadísimos hijos, No quisiéramos terminar nuestras palabras sin mencionar algunas características que concurren en la vida de San Juan Macías. La primera es su origen español; hijo de una Nación, cuya historia encuentra sus expresiones más altas y decisivas -que marcan el carácter de su pueblo- en las figuras de sus Santos, como Santo Domingo de Guzmán, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, Santa Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz. Nombres estos que, con sólo recordarlos, constituyen por sí mismos un auténtico homenaje que se tributa a España. Un homenaje que nos sentimos contento de poder subrayar por parte Nuestra, como dirigido a una Nación por Nos tan amada, y que la Iglesia entera, tan bien representada en el cuadro solemne de esta plaza de San Pedro por los millares de peregrinos venidos de todo el mundo, desea rendir con Nos a esa tierra de Santos. Experimentando en ello un gozo de comunión eclesial, un latido más de espiritualidad entre los muchos del Año Santo, una manifestación de fraterna e intensa alegría. Aunque esta alegría podría ser más plena, si estos días no hubiesen sido ensombrecidos por los acontecimientos por todos conocidos. El nuevo Santo continúa la tradición recibida como por una especie de herencia familiar. Una herencia que crece y se desarrolla en el hogar, en la vida familiar, en el ambiente social y en la sensibilidad religiosa del pueblo. Esta canonización ¿no es, pues, un acontecimiento que glorifica una tan alta y noble tradición, preanunciando al mismo tiempo un nuevo renacer de fervor y de santidad en los hijos de esa amada Nación? Nos así lo esperamos. La secunda característica es que San Juan Macías se hizo peruano y en Perú se santificó. Mientras muchas personas llegaban a América en busca de riquezas materiales, el nuevo Santo supo encontrar allí una riqueza espiritual de la que se alimentaron ya los primeros Santos de aquel Continente. Una riqueza integrada por elementos milenarios del pueblo antiguo, los indios, y del nuevo, los colonizadores, a quienes va el mérito de la evangelización de aquel Continente, y que nuestro Santo incrementó decididamente con su vida. Desde entonces ¡que vitalidad religiosa a pesar de sus lagunas e imperfecciones! ¡Qué corrientes de vida espiritual han marcado la historia de todas aquellas naciones! A todos sus hijos los exhortamos a ser dignos del ejemplo de santidad dejado por San Juan Macías. Por último, San Juan Macías fue religioso dominico, de esa gran familia que tantos Santos ha dado a la Iglesia y cuya labor al servicio de la Verdad ha sido tan unánimemente reconocida. A ellos dirigimos en este solemne día un saludo especial, exhortándoles a seguir sus grandes tradiciones de santidad, a ejemplo de San Juan Macías, de San Martín de Porres y de Santa Rosa de Lima, síntesis de la santidad dominica en las nobles tierras latinoamericanas. Un ejemplo y exhortación que extendemos a todos los miembros de las otras familias religiosas, para que también ellos sientan una nueva incitación hacia cumbres más altas de cercanía divina, de esmero espiritual, de clima en el que se escucha la voz de Cristo. Y ojalá que el nuevo modelo de santidad que hoy proponemos suscite abundantes fuerzas jóvenes, que se consagren sin reserva a los ideales siempre válidos, siempre atractivos, del Evangelio de Jesucristo. -------------------------------------------------------------------------------- Onoriamo nel nuovo santo Religioso: dopo svariate esperienze, a trentasette anni Giovanni Macías si sentì chiamato a servire Dio nell'ordine Domenicano, ma nella sua umiltà volle essere Fratello Laico. Per un quarantennio, fino alla morte, fu destinato al servizio di portineria nel convento di Lima. E in questa umile incombenza egli seppe realizzare e vivere profondamente ed autenticamente la sua consacrazione religiosa, radicata nell'amore ardente 1009 a Dio, nella smisurata carità Verso i fratelli più bisognosi, nella pratica fedele dei Consigli evangelici, nella continua preghiera, lasciando a noi l'esempio di come si possa testimoniare l'impegnativo messaggio di Cristo anche nelle piccole ed umili tose. Cette grande fete de famille a laquelle vous avez le bonheur de participer réveille certainement en vous le désir d'une vie sainte, d'une vie enfin engagée sur les pas du Modèle Unique: le Christ! C'est le chemin ardemment suivi par Saint Jean Macías que Nous venons de canoniser. Il a surtout voulu être pauvre comme Jésus, et vivre pour les pauvres! Que cette leçon évangélique, si difficile a entendre aujourd'hui, gagne enfin nos cœurs. Oh oui, demandons les uns pour les autres cette grâce de choix, qui est la première des Beatitudes! On this joyous occasion, as we proclaim and bless the power of God and the merits of Jesus Christ that have produced in Saint John Macias a full measure of holy charisms, we honour him and offer him to the entire Church as a model of the zealous emigrant. After the example of the Apostles and holy men and women of all ages, he left his homeland to go forth and to bring Christ to his brethren. In this way he endeavoured to answer the cal1 of the Evangelist, receiving with joy the message: «. . . let us love, not in word or Speech, but in deed and in truth» (1 Io. 3, 18). May all who have emigrated for the Kingdom of God find strength in the intercession of Saint John Macías. Liebe Söhne und Töchter! Die wunderbare nächstenliebe des heiligen Johannes Macías war vor allem die Frucht seines tiefen, lebendigen Glaubens. Er war ein Mann des Gebetes, der aus der innigen, mystischen Vereinigung mit Gott sein Leben in der Nachfolge Christi gestaltete. Seine glühende Verehrung galt insbesondere der heiligen Eucharistie und dem Rosenkranzgebet. Gerade als Mystiker zeigt uns der neue Heilige die letzte und unergründliche Quelle christlicher Heiligkeit. Möge er uns allen darin Vorbild und durch sein Gebet im Himmel unser aller Fürsprecher sein

domingo, 5 de agosto de 2012

Benedicto XVI recuerda a jóvenes que se reunirá con ellos en JMJ Río 2013

En sus palabras posteriores al rezo del Ángelus, el Papa Benedicto XVI recordó a todos los jóvenes del mundo que dentro de un año tienen una cita del 23 al 28 julio de 2013 en Brasil, para redescubrir junto a él, la alegría de ser católicos en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Río. El Santo Padre señaló que “dentro de un año, justo en este periodo, tendrá lugar la 28 JMJ en Río de Janeiro, en Brasil. Será una preciosa ocasión para muchos jóvenes de experimentar la alegría y la belleza de pertenecer a la Iglesia y de vivir la fe”. Benedicto XVI aseguró que “miro con esperanza hacia este evento, y deseo animar y dar las gracias a los organizadores, especialmente a la Arquidiócesis de Río de Janeiro, por su compromiso en la preparación con vivacidad la acogida de los jóvenes que de todo el mundo tomarán parte en este encuentro eclesial tan importante”. La semana pasada, la Arquidiócesis de Río de Janeiro, encabezada por Mons. Orani João Tempesta, se reunió en el Complejo Maracaná para presentar a la sociedad del país en qué consistirá la JMJ Rio 2013. El programa del evento se ha caracterizado por las celebraciones eucarísticas con la participación del Nuncio Apostólico en Brasil, Don Giovanni d'Aniello, conciertos, conferencias y el lanzamiento de una campaña de donaciones para dar sostén a la JMJ. Recientemente los organizadores publicaron la oración oficial para el evento internacional, y en pocos días, anunciarán la fecha en la que anunciarán los plazos para la preinscripción al gran evento.

ALOCUCIÓN DEL PAPA JUAN XXIII

AUDIENCIA GENERAL Miércoles 26 de septiembre de 1962 Venerables hermanos y queridos hijos: En el fervor de esta vigilia conciliar decía bien el rito litúrgico, solemne y majestuoso que acabamos de realizar: la bendición del nuevo órgano de la Basílica Vaticana. Con esto queda indicado cuánto nos interesa todo lo que se refiere al esplendor y al decoro del máximo templo de la cristiandad; y cuánta complacencia engendra en nuestro ánimo esta última expresión de belleza y de arte que lo enriquece. La bendición de un órgano es acontecimiento sagrado y memorable, que suscita suave y místico gozo en el pueblo cristiano. Tratándose hoy de la Basílica de San Pedro adquiere un significado nuevo y profundo. Pues aquí, dentro de los augustos muros del templo venerando, en donde convergen la piedad y la admiración de los fieles esparcidos por el mundo, donde visiblemente se advierte el pulso de la Iglesia y donde se encuentran incomparables expresiones del genio, aquí, decimos, es natural que la música —la más espiritual de las bellas artes— aporte su contribución para elevar a los hombres hasta el trono del Altísimo y les sugiera sentimientos de adoración, de gozo, de gratitud. “Laudate Dominum in sanctis eius”. Alabad al Señor en su santuario. A estos umbrales del pueblo cristiano es conducido por los acordes del órgano. Pues Él es el rey de los instrumentos sagrados musicales y como tal pertenece de una manera especial al templo, estando únicamente destinado a las alabanzas del Señor. Durante los sagrados ritos es el intérprete de los sentimientos de la comunidad, de las más nobles y santas emociones. A través de sus armonías penetran más fácilmente en la intimidad del alma las místicas secuencias de la acción sagrada: admiración y anhelo por la virtud, propósitos de purificación y de penitencia, deseo de una más ínfima comunicación con Dios, empeño en la lucha contra el mal, gusto anticipado de la bienaventuranza celestial. El alma se empapa con las místicas influencias de la Gracia. ¡Qué bellamente evocaba estos efectos San Agustín en su libro de las Confesiones!: “¡Cuántas lágrimas derramé al sentir embargar mi corazón por las suaves melodías de los himnos y de los cánticos que resonaban en tu Iglesia! Estas salmodias entraban por mis oídos y la verdad invadía mi corazón, encendía la llama del afecto y lloraba de consuelo” (Libro IX, c. 6). Aquí está la principal y más relevante significación del rito de hoy, que adquiere más alto valor en el especial momento en que se desarrolla: en la emocionante vigilia del Concilio Ecuménico. Queremos ver en esta coincidencia una delicadeza de la Divina Providencia. Con la voz más potente de su órgano nos parece, pues, que la Basílica Vaticana ofrece un símbolo y un preludio de la renovación de vida cristiana que se espera de la Asamblea ecuménica que se celebrará en este templo. La voz dulce y penetrante del órgano puede muy bien simbolizar el soplo vivificador del espíritu del Señor que llena el mundo: “Spiritus Domini replevit orben terrarum, et hoc quod continet, omnia scientiam habet vocis" (Sap 1, 7), Su voz contribuirá, sin duda, a hacer sentir a los padres del Concilio la solemnidad del acontecimiento histórico; hará sentir a los fieles como un estallido de vida nueva que se difunde por toda la Iglesia, y levantará del corazón de todos los fieles oraciones más fervientes a Dios para que su Divino Espíritu —lo repetimos siempre gustosos— renueve “en nuestro tiempo los prodigios de un nuevo Pentecostés” (Oración por el Concilio Ecuménico). San Agustín nos sugiere otro pensamiento, que expresa la admirable función del órgano en el templo de Dios y de una manera especial en San Pedro. El Santo Doctor observa que el acorde justo y regulado de los sonidos musicales diferentes es la imagen de la ciudad bien gobernada, donde reinan el orden y la paz, por la armónica unión de los elementos diversos (De Civitate Dei, Libro XVII). ¿Cómo no ver en esta unidad en la variedad, que el órgano simboliza, la imagen misma de la Iglesia con sus atributos fundamentales, sinfonía viviente, imagen de la celestial Jerusalén y eco de las divinas armonías? Pero bajo las bóvedas de este templo donde los fieles, a pesar de la diversidad de estirpes, lenguas, naciones, se sienten unidos como nunca, como miembros de una misma familia, la voz del nuevo órgano, fundiendo en un solo coro las voces de todos, no sólo será símbolo sino expresión viva de la unidad de la Iglesia. En este templo mejor que en otras partes y —podríamos decir— más completamente encuentra terreno apto para su función de guiar y amalgamar en una sola alma a todos los fieles que en la plenitud de los corazones elevados a Dios lo invocan “una voce dicentes: sanctus” (diciendo a una: santo). Contemplaremos sobre todo este espectáculo los próximos días cuando los pastores del pueblo cristiano aquí reunidos para el Concilio Ecuménico, se presenten armoniosamente fundidos para expresar la unidad de la fe en toda su belleza. El órgano, uniendo con sus armonios las voces de todos, invitará entonces al pueblo cristiano a formar, con sus obispos y con los sacerdotes, un solo coro armonioso. Las cuerdas de la cítara serán diferentes, pero una sola sinfonía. De esta forma la Iglesia, aún peregrina sobre la tierra, aparecerá unida a la teoría interminable de los bienaventurados del cielo que rodean al Cordero Inmaculado. Admirable espectáculo, anticipo y preparación de la liturgia celestial, en la que nuestra alma quedará plenamente saciada. Con el deseo de que estos nuestros votos sean colmados de la gracia celestial, y encuentren respuesta fiel en los corazones, paternalmente derramamos sobre vosotros, venerables hermanos y queridos hijos, y sobre todos los que han contribuido a esta realización, el consuelo de la bendición apostólica. -------------------------------------------------------------------------------- * Discorsi-Messaggi-Colloqui del Santo Padre Giovanni XXIII, vol. IV, pp. 548-551

MENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN XXIII

¡Queridos hijos e hijas de Madagascar! Hemos sabido con gran placer que os disponíais a celebrar muy pronto el feliz acontecimiento de la introducción oficial de la religión católica en Madagascar, Esta circunstancia nos ha parecido tan hermosa y consoladora, que hemos querido enviaros, para celebrarla dignamente, a nuestro querido y venerado prefecto de la Congregación de Propaganda Fide, el cardenal Agagianian, quien presidirá esas fiestas en nuestro nombre. Pero Nos también hemos querido estar presentes en cierto modo en medio de vosotros —como lo estuvimos en el momento de las fiestas de vuestra independencia— con un mensaje personal, que os demostrará de nuevo cuán querida nos es la grande y noble nación malgache. El 24 de septiembre, pues, de 1861, fue cuando el padre Weber, acogido en Tananarive por el rey Radama II, recibía del joven soberano no sólo la autorización sino los más vivos estímulos para predicar el Evangelio en el territorio del reino. Así, después de muchas vanas tentativas durante los siglos anteriores, por fin, se admitió abiertamente en Madagascar. ¡Qué gracia para vuestro pueblo, queridos hijos e hijas, y con qué gratitud debemos dar gracias a Dios que, según la afirmación tan expresiva de la Epístola de San Pedro, "os llamó de las tinieblas a su luz admirable. Vosotros que en un tiempo no erais pueblo, ahora sois pueblo de Dios; no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis conseguido misericordia" (1Ptr. 2, 9). ¡Cuánto camino recorrido en cien años, gracias a este Dios de bondad y a vuestra respuesta a sus llamadas! Quince arzobispados y obispados, más de ciento diez mil católicos, centenares de sacerdotes y hermanos, un millar de religiosas, decenas de miles de niños educados en las escuelas cristianas, he aquí los frutos magníficos que germinaron de la pequeña semilla que trajeron a vuestros antepasados los primeros misioneros. Pero lo que nos complacemos en resaltar, sobre todo, es que ya muchos de vuestros obispos —de los cuales dos fueron consagrados con nuestras propias manos— y muchos de vuestros sacerdotes y religiosas pertenecen a vuestro pueblo y forman la mejor esperanza de desarrollos todavía más prósperos en el futuro para la joven cristiandad malgache. Otro motivo de alegría y de gratitud a Dios es el reciente establecimiento en vuestra "gran isla" de una institución que se ha revelado eficacísima por doquier para el progreso de cristianización. Nos referimos a la Acción Católica cuyos prometedores comienzos nos complacernos en saludar en vuestro país. ¡Ojalá que esta forma de colaboración de los seglares en el apostolado jerárquico de la Iglesia, tan recomendada por los Sumos Pontífices, llegue al mayor número de vuestros compatriotas y les dé una conciencia cada vez más viva de las incomparables riquezas contenidas en la fe cristiana. Por el apostolado discreto e irradiante que así ejercitarán bajo la dirección de sus sacerdotes, también ellos apresurarán el advenimiento del reino de Dios en el país malgache y el acceso de vuestro pueblo a esta "edad de la plenitud de Cristo", que deseaba San Pablo a los cristianos de Efeso y a la que deben tender con ímpetu unánime todos los miembros de la Iglesia, su Cuerpo Místico. En el mensaje que os dirigimos, hace un año, con ocasión de las fiestas de vuestra independencia, formulábamos una paternal exhortación, que queremos renovares hoy. "¡Que vuestras familias —os decíamos— vivan en la concordia y fidelidad, aceptando como un gran honor, cuando les toque, la vocación sacerdotal o religiosa de sus hijos!" Hermosas familias cristianas, niños que responden al llamamiento divino, esos son, en efecto, los dos frutos más hermosos del trabajo de la gracia en un pueblo generoso y fiel, sus mejores títulos de nobleza a los ojos de la Iglesia, la más segura garantía para el futuro de su vitalidad cristiana. La santidad —queremos pensarlo— florecerá en el suelo malgache como coronamiento y recompensa a vuestros esfuerzos. Y sin querer anticiparnos a las decisiones de la Iglesia, nos complacemos en unirnos a vuestro legítimo deseo de ver pronto elevada a los altares a la noble hija de vuestra raza Victoria Rasoamanarivo, cuyo proceso apostólico se instruye actualmente y cuyas espléndidas virtudes esperamos serán propuestas a la imitación del mundo entero. ¡Quiera Dios escuchar estos deseos y todos los que le dirigimos en este instante en que, uniendo nuestra acción de gracias a la vuestra, le damos gloria por las gran cosas que ha hecho por vuestro amadísimo país en el transcurso de estos cien años. Dígnese seguir colmándoos de sus divinos favores y que halle siempre en vosotros corazones dóciles a su gracia! En prenda de estas celestiales ayudas, a todos os impartimos, queridos hijos e hijas de la "gran isla", obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, catequistas y fieles, una paternal y afectuosa Bendición Apostólica. Del Vaticano, 16 de septiembre de 1961. IOANNES PP. XXIII

RADIOMENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN XXIII

A LOS CATÓLICOS DE MALTA CON MOTIVO DEL XIX CENTENARIO DEL ARRIBO DE SAN PABLO A LA ISLA Domingo 24 de julio de 1960 Venerables hermanos y queridos hijos de Malta: Con profunda satisfacción os enviamos nuestro paternal saludo contentos de podernos dirigir directamente a vosotros a través de las ondas de la radio al clausurarse las fiestas del XIX Centenario del naufragio de San Pablo en vuestra isla. Nuestras primeras palabras quieren ser de íntima complacencia por el fervor que habéis manifestado en esta circunstancia, que será escrita con letras de oro en los fastos de la historia religiosa de esa muy noble y católica isla, como la llamó nuestro Predecesor Pío XI, de venerable memoria. Desde el principio del año pasado preparasteis vuestros corazones para conmemorar el fausto acontecimiento respondiendo a las solicitudes pastorales del celoso Arzobispo Metropolitano, secundado por el Obispo de Gozo. Por eso podemos afirmar que no sólo ya durante tres meses, como cuentan los Hechos de los Apóstoles (28, 11), sino durante todo este tiempo ha surgido en medio de vosotros la figura del Apóstol Pablo para renovar el fervor, la emulación santa en el bien, la trasformación interior de los corazones conquistados durante su pasajera estancia de entonces, y para proclamar siempre más alto el anuncio de su Evangelio (Rom. 16, 25). La voz de Pablo no resonó en vano en esta isla bendita. Impulsado por la voluntad de Dios, al que obedecen los vientos y el mar (Math. 8,27), después de catorce días de indecibles privaciones en el navío zarandeado por el huracán, su llegada a vosotros señaló el comienzo de una nueva era. La narración de los Hechos de los Apóstoles, que en la descripción de la tempestad y del naufragio tiene rasgos tan certeros de una extraordinaria fuerza dramática, parece como si en el pasaje de la estancia de Pablo en Malta se impregnase de una atmósfera serenamente íntima y familiar, como se disipan las nubes de la tempestad en el azul del cielo. Y como fondo a la gesta del Apóstol brilla con una luz purísima la actitud de aquellos primeros isleños, llenos "de tanta humanidad" (Act. 28, 1), cordiales, sencillos y sinceros, cuyo profundo sentimiento religioso fue tan generosamente premiado con la predicación del verdadero Dios, ¡Ah!, aunque vuestra isla, que como si se levantara del mar cual una perla de refulgente belleza, ya tuvo en su vida milenaria envidiables títulos de honor por su antiquísima civilización, por sus famosos templos, por la religiosidad de sus habitantes, sin embargo con la llegada de Pablo, acogido con tanta caridad y honrado con "tantos honores" (Act. 28, 10), había de comenzar su verdadera gloria, la más pura y noble, resplandeciente de luz durante los largos siglos de su historia dolorosa y heroica. Pues ¿qué otra cosa movió a vuestros padres a aquella fidelidad a Dios y a la Iglesia, a aquella adhesión a la unidad católica, que constituye vuestra mayor gloria? ¿Qué otra cosa ha convertido vuestra isla en avanzadilla del Cristianismo en medio de las agitaciones del Mediterráneo? Sólo la fe cristiana, que os trajo el Apóstol, "prisionero de Cristo Jesús" (Eph. 3, 1) y la sembró en los corazones como semilla de incomparable fecundidad. Con mucha razón las fiestas del centenario, que hoy se clausuran, han tomado el significado de un triunfo de la fe cristiana, confesada públicamente a la faz de todo el mundo por vosotros, que queréis ser los dignos descendientes de los antiguos y buenos acogedores del Apóstol náufrago. ¡Queridos hijos! Todavía todo habla del San Pablo en vuestra isla. El seguido siendo para vosotros "el Apóstol Padre" por excelencia, el que os engendró a la verdadera fe. De él hablan las numerosas iglesias y capillas consagradas a él, entre las que resplandece la iglesia catedral, erigidas en los lugares por donde pasó, pero sobre todo permanecieron vivas en vosotros sus palabras. ¡Oh, las santas y benditas palabras del Apóstol, qué luz y fuerza siguen infundiendo a la Iglesia; que mina inagotable de teología y de espiritualidad se descubre, como abismos insondables, en cada una de ellas, al revelarnos el misterio oculto por los siglos en Dios, nuestra salvación que nos alcanzó Cristo y nos comunica la Iglesia, su Cuerpo Místico! ¡Qué luz orientadora y qué fuerza de amor comunican a la sociedad actual, amenazada por tantos errores, sobre todo asolada por el cierzo del egoísmo y del mutuo recelo! Queremos recordaros estas palabras, que durante todo el centenario habéis profundizado y saboreado, dirigiéndoos la invitación de Pablo: Sic state in Domino, ¡Permaneced firmes en el Señor! (Phil. 4, 1). Asimismo: "Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, a que continuéis viviendo según nuestras enseñanzas, de cómo habéis de caminar y agradar a Dios, conforme ya lo venís haciendo, y que progreséis cada día más y más" (Thess. 4, 1). Esta es, hermanos e hijos queridísimos, la consigna del Apóstol para vuestra vida de fieles católicos: permanecer firmes, caminar y agradar a Dios. Permanecer firmes en el Señor, manteniendo aquella estabilidad y firmeza, propias de los hombres fuertes y valerosos. Firmes en la fe, frente a los halagos del error, con que Satanás, que a veces se trasfigura en ángel de luz, trata de relegar al olvido la sagrada herencia del Cristianismo. Firmes en la moral, en la práctica generosa de los diez Mandamientos, de los preceptos de la Iglesia y de las catorce obras de misericordia; resistiendo a las seducciones que aquí y allá dejan oír su voz de sirenas engañosas. Firmes en el Señor para conocerle, amarle y servirle, alimentados por la gracia de su misma vida eterna y sostenidos por su precioso Cuerpo, que es prenda de vida celestial y de futura gloria. Firmes en la obediencia fiel a la Sagrada Jerarquía, que entre vosotros representa al mismo Cristo, con la seguridad de vuestro auténtico obsequio a Dios. Semejante estabilidad no significa, con todo, detenerse perezosamente en metas ya logradas y mucho menos falta de vida. Según la doctrina paulina, es necesario moverse, avanzar: caminar, es su vigorosa consigna. Lo repetiremos especialmente a la juventud, que tal vez se sienta tentada de pensar que la obediencia a las leyes del Señor y de su Iglesia significa una disminución, un freno y una limitación en la aspiración a la libre afirmación de la personalidad. Pues bien, no, queridos hijos, el verdadero cristiano, el que ha hecho suyas las enseñanzas y el ejemplo de San Pablo, ignora lo que quiere decir detenerse o lo que es peor, retroceder, sino que lleno de alegre esperanza y del deseo de mejorarse a sí mismo y al mundo, avanza serenamente, procurando constantemente el bien; profundizando continuamente en la altísima dignidad propia del que vive en Cristo, al que quiere conformar sus pensamientos, afectos, actividades y trabajos. Hay que seguir siempre perfeccionándose a sí mismos, procurar obrar bien, en paz con Dios y con el prójimo, persuadidos de que sólo así son modernos, completos, están al día, en una perspectiva que une el tiempo con la eternidad, la criatura con Dios. Una vez más habla el Apóstol; escuchadle: "Todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios (1 Cor. 3, 22). Y de nuevo: "Considerad cuanto hay de verdadero, de digno, de honorable, de justo, de santo, de amable, de laudable, de virtuoso, de digno de alabanza" (Phil. 4, 8). Caminar, por último, para agradar a Dios, que es el mayor y más noble fin de la vida y la fuente inagotable de las satisfacciones más puras. Vuestra historia, queridos hijos de Malta, se puede resumir en estas palabras: Desde el momento en que la religión cristiana arraigó en medio de vosotros, vuestros padres no quisieron hacer otra cosa que agradar a Dios con una vida intachable y una práctica ejemplar del Cristianismo. ¡Que ésta sea la promesa renovada que sube al cielo de miles de corazones en esta hora vespertina, llena de recogimiento y suavidad. Que ésta sea la promesa que venga a coronar dignamente la común alegría de vuestros corazones! ¡Que dulce es para Nos pensar que en este momento, en la solitaria penumbra de su Basílica de la vía ostiense, exultan los huesos del viejo Apóstol en el sepulcro para renovar el fervor y los sentimientos que él despertó un día en vuestra isla, y que del cielo descienda su protección portadora de constantes gracias sobre vuestra fervorosa y fiel comunidad fundada por él! ¡Oh Pablo de Tarso, vaso de elección para todas las gentes, que en tus infinitas peregrinaciones terrenas predicaste incansablemente a Cristo Crucificado, conquistando el mundo para El, protege con predilección paternal a este pueblo, que ha permanecido tuyo desde que te mostraste a él. Sé para él padre y maestro; tú le inspiraste en las pruebas, le fortaleciste en las luchas, le mantuviste con tu sabiduría y ejemplo. Haz que por tu poderosa intercesión esta isla, que es Civitas praenobilis, sea siempre tu herencia! ¡Queridos hijos! Este es nuestro deseo y nuestra súplica. Y deseamos de todo corazón que se cumpla en vosotros el ardiente deseo de vuestro Apóstol Padre, el anhelo que inspiró toda su vida misionera: "Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones y, arraigados y fundados en la caridad, podáis comprender en unión con todos los santos cuál es la anchura, la longura, la altura y la profundidad, y conocer la caridad de Cristo, que supera toda ciencia, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios" (Eph. 3, 18-19). En prenda de esta plenitud divina al dignísimo Cardenal, nuestro Legado, a los señores Cardenales presentes, al Episcopado y Clero, a los Autoridades, a vosotros, queridos hijos, a vuestras familias, vuestras casas y vuestra tierra, queremos bendecir con los mismos acentos de vuestra lengua maltesa: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. -------------------------------------------------------------------------------- * AAS 52 (1960) 770-774; Discorsi, messaggi, colloqui, vol. II, págs. 438-443

¿Sabes defender tu fe?

autor:Jhorbys Gamardo Tema: Tradición, ¿Tradición, Biblia o Ambos? Cuestión: "¿POR QUÉ LOS CATÓLICOS ENSEÑAN COSAS QUE NO ESTÁN EN LA BIBLIA?". Respuesta: No todo lo que Dios quiso que creamos está totalmente escrito en la Biblia. Por ejemplo: la palabra “Trinidad” no aparece en ella. Es también éste el caso en otras verdades de fe. “Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran.” (Jn 21, 25) A pesar de que una enseñanza no esté plenamente en la Biblia, nada que la Iglesia Católica enseña la contradice. Citas relacionadas: Jn 14, 16-26. 16, 13 ; 1 Tm 3, 15 Tema: Bautismo, El Bautismo en los bebés Cuestión: "UN BEBÉ ES INCAPAZ DE OPTAR POR JESÚS. ENTONCES ¿CÓMO PUEDE SER BAUTIZADO?". Respuesta: La Biblia se refiere muchas veces sobre el bautismo de familias enteras: " Cuando ella y los de su casa recibieron el bautismo, suplicó: ‘Si juzgáis que soy fiel al Señor, venid y quedaos en mi casa’. Y nos obligó a ir " (Hch. 16, 15) En ninguna parte dice: “excepto los bebés” Citas relacionadas: Hch. 2, 38-41 ; Hch, 16, 36 ; Hch, 18, 8 ; Lc. 18, 15 ; Col 2, 11-12 ; 1 Cor. 1, 16 Tema: Bautismo, ¿Es un símbolo o realmente santifica? Cuestión: "ES LA FE LA QUE NOS SALVA, NO EL AGUA". Respuesta: Jesús nos salva a través de símbolos que son recibidos en la fe, como el bautismo: "El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará.” (Marcos 16, 16) Es la gracia de Dios la que nos salva y la que requiere de una respuesta libre de nuestra parte para hacerlo. Esa respuesta es la fe y la recepción del bautismo. Citas relacionadas: Hch. 2, 38-39 ; Hch, 18, 18 ; Hch, 18, 8 ; Lc. 18, 15 Tema: Bautismo, ¿Nacemos de nuevo? Cuestión: "Los católicos creen que nacieron de nuevo". Respuesta: Sí. Nacimos de nuevo por el Bautismo. Jesús dijo que el Bautismo es la manera de "nacer de nuevo". "Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios". Juan 3, 5 El Bautismo es la manera por la que los cristianos nos convertimos en miembros de la familia de Dios. Citas relacionadas: Hch 2. 37-38 ; Rom 6, 3-4 ; Mt 28, 19-20 ; Rom 6, 3-4 ; Mt 28, 19-20 Tema: Confesión, Hipocresía Cuestión: "LOS CATÓLICOS PIENSAN: YO PUEDO PECAR HOY DÍA PORQUE PUEDO CONFESARME MAÑANA". Respuesta: Si un católico piensa así, está tan equivocado como un protestante cristiano que dice: “Yo puedo pecar porque estoy salvado”. Nosotros debemos siempre... “exhortaos mutuamente cada día mientras dures este hoy, para que ninguno de vosotros se endurezca seducido por el pecado. ” (Hb 3, 13) Tanto católicos como protestantes deben estar alerta del auto engaño y la auto decepción. Citas relacionadas: Mt 24, 42-44 ; 1 Ts 5, 1-11 ; 2 P 3, 10-18 Tema: Estatuas y objetos sagrados, ADORACIÓN DE ÍDOLOS Cuestión: "EL LIBRO DEL ÉXODO 20, 4 PROHIBE HACER ESCULTURA O IMAGEN ALGUNA TANTO DE LO QUE HAY EN EL CIELO COMO DE LO QUE HAY EN LA TIERRA". Respuesta: Dios prohibe hacer imágenes para adorarlas. No prohibe las imágenes en general. De hecho las imágenes son usadas en Su Templo. “Grabó sobre las tablas querubines, leones y palmeras... y volutas alrededor ” (1 R 7, 36) Si Dios hubiese prohibido todas las imágenes, no se podría esculpir figuras o dibujar representaciones de aves, peces o cualquier otra cosa. Citas relacionadas: 1 R 6, 23-29 ; Ex 25, 18-19 ; Nm 21, 8-9 Tema: Eucaristía/Misa, La Misa como Sacrificio Cuestión: "EN CADA MISA JESÚS ES SACRIFICADO UNA Y OTRA VEZ. ¿CÓMO PUEDE JESÚS MORIR MÁS DE UNA VEZ?". Respuesta: Jesús no muere “otra vez” en la Misa. Es su único sacrificio el que se actualiza durante la Misa a través del pan y el vino. “Pues desde el sol levante hasta el poniente, grande es mi Nombre entre las naciones, y en todo lugar se ofrece a mi Nombre un sacrificio de incienso y una oblación pura. Pues grande es mi Nombre entre las naciones, dice Yahveh Sebaot.” (Malaquías 1, 11) Los sacerdotes católicos dan sentido pleno a esta profecía al celebrar y actualizar todos los Domingos y todos los días el único Sacrificio hecho por el Salvador hace más de dos mil años para salvar a toda la humanidad. Citas relacionadas: 1 Cor. 10, 10-17 ; 1 Cor. 11, 26 ; Lc 22,19 Tema: Eucaristía/Misa, Transubstanciación Cuestión: "JESÚS NUNCA DIJO QUE COMIÉRAMOS SU CUERPO". Respuesta: Sí. Seguro que lo dijo. Sus palabras son tan claras como el cristal. En la Última Cena Jesús dijo a sus discípulos: “Tomad y comed todos de él; porque éste es mi cuerpo....” También dijo: “En verdad, en verdad os digo: Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.” (Jn 6, 53-55) Durante la Misa recibimos la carne y sangre reales de Cristo, presentados bajo la apariencia de pan y vino. Citas relacionadas: Mt 26, 26-28 ; Lc. 22, 19 ; Hch 2, 42-46 Tema: Eucaristía/Misa, Transubstanciación Cuestión: "JESÚS NO PUEDE HABERSE REFERIDO LITERALMENTE A QUE ‘COMEMOS SU CARNE’". Respuesta: “Después de haberlo oído, muchos de sus discípulos dijeron: "Dura es esta doctrina: ¿Quién puede escucharla?" Desde aquel momento muchos de sus discípulos volvieron atrás y dejaron de andar con Él.” (Juan 6, 60.66) Jesús pudo haber dicho que esto era sólo un símbolo, pero no lo hizo porque lo que decía tenía un significado literal. Citas relacionadas: 1 Cor 10, 12 ; Jn 1, 29 ; Ex 12, 8.46 Tema: Iglesia, Autoridad Cuestión: "¿Cómo nos habla Jesús hoy en día? Sólo por la Biblia.". Respuesta: Eso no es correcto. Conoce lo que Jesús dijo a sus discípulos sobre este tema: " Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha ". (Lc. 10,16) Jesús nos habla hoy en día a través de la Biblia y de la Iglesia Católica que Él mismo estableció. Citas relacionadas: Mt. 18, 17-18 , 28, 18-20 ; Jn 14, 16-26 ; Tes. 2, 15 Tema: Iglesia, Autoridad Cuestión: "Yo no necesito de ninguna iglesia que me diga en qué creer. Para eso, puedo leer yo mismo la Biblia y decidir por mi cuenta.". Respuesta: Jesús pidió a los Apostóles "enseñar" la Palabra de Dios, no dar una Biblia a las personas y dejar que ellas decidan cómo interpretarla. "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo." Mateo 28, 19-20 Citas relacionadas: Jn 16, 13 ; 2 P 3, 15-16 ; Mt 18, 17-18 ; 1Ti 3, 15 Tema: Iglesia, Iglesia verdadera Cuestión: "LOS CATÓLICOS CREEN QUE SU IGLESIA ES LA ÚNICA VERDADERA IGLESIA". Respuesta: Jesús creó sólo una Iglesia cuando dijo: “... y habrá un sólo rebaño, un sólo pastor” (Jn 10, 16) La historia confirma que la Iglesia Católica fue la primera Iglesia cristiana. Fue también la primera Iglesia que recopiló y preservó el Nuevo Testamento. Citas relacionadas: Ef 4, 4 – 6 ; Rm 16, 17 ; Jn 17,11 ; 1 Cor 1-10 ; Mt18, 17 – 18 Tema: María, El Rosario Cuestión: "El Rosario va en contra de la Biblia porque Mateo dice en su Evangelio que no se debe rezar haciendo vanas repeticiones". Respuesta: Efectivamente, Jesús está en contra de las "vanas" o las no sinceras repeticiones en la oración, pero no se refiere a todas las repeticiones, es más bien una cuestión de intención; no se trata de orar por cumplir sino que la oración debe ser de corazón. También Jesús usó repeticiones: "Los dejó y se fue a orar por tercera vez, repitiendo las mismas palabras." (Mt. 26, 44) Jesús nos dice, también en el Evangelio de Mateo, que debemos rezar en secreto, pero eso no significa que no podamos rezar juntos en la Iglesia o frente al Santísimo Sacramento. Citas relacionadas: Mt. 6, 6; Mt.15, 8-9; Ap.4, 8 Tema: María, Intercesión Cuestión: "¿Por qué pedir la intercesión de María si uno puede rezarle directamente a Jesús?". Respuesta: Todas las madres rezan por sus hijos. Especialmente, María reza por todos nosotros, sus hijos porque Jesús la hizo nuestra Madre al decir: " ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’. Luego dice al discípulo: ‘Ahí tienes a tu madre’ ". (Jn. 19, 26-27) Recuerda que el primer milagro lo realizó Jesús en las Bodas de Caná por pedido de su madre, María. ¡Ella puede interceder por nosotros ante su hijo! Citas relacionadas: Jn. 2, 1-11 ; 1Tm, 2, 1-6 ; Col 4, 2-3 ; 1 Tes. 5,25 ; Rom 15, 30 ; Ap. 5, 8 ; Tb 12, 12 Tema: María, Madre de Dios Cuestión: "¿Por qué llamas a María 'Madre de Dios'? Ella sólo es la madre de Jesús en su naturaleza humana". Respuesta: Jesús es una persona pero tiene dos naturalezas: humana y divina. Ambas naturalezas no pueden ser separadas. María dio a luz al Señor Jesús, "verdadero Dios y verdadero hombre". Recordemos lo que Isabel dijo a María en el pasaje de la Visitación (Lc. 1-43): "Y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!" Lucas 1, 43-45) ¡Aquélla que fue creada... dio a luz al Creador! Citas relacionadas: Lc 1, 28-33 ; Mt 1, 22-23 ; Is 7,14 ; Gal 4, 4-5 Tema: María, Reina del Cielo Cuestión: "No existe ninguna reina del cielo. Ciertamente, no es María.". Respuesta: Recuerda la visión que tuvo San Juan de la mujer en el cielo: " Una gran señal apareció en el cielo: Una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza". (Ap. 12, 1) El Rey Salomón en el Antiguo Testamento rinde honores a la reina madre, Bathsheba. Jesús, el Rey, nos revela a su madre como la Reina Madre en el libro del Apocalipsis. Citas relacionadas: 1 Reyes, 2, 19 ; Jer 13, 18 Tema: María, ¿Culto o Veneración? Cuestión: "Los católicos adoran a María.". Respuesta: Adorar a María sería un pecado grave. La adoración está reservada sólo para Dios. Los Diez Mandamientos nos dicen: "No habrá para ti otros dioses delante de mí". Ex 20, 3 Los católicos veneran u honran a María con oraciones y cantos. Algunas personas se equivocan al pensar que esto es una adoración, porque no es así. La Misa es nuestra adoración y en ella sólo adoramos a Dios. Citas relacionadas: Lc 1, 28-30; 1, 43; 1, 48; I Re 2, 19; Prov 31, 9; Sal 45,10 Tema: María, ¿Fue Jesús hijo único? Cuestión: "Mateo 13, 55-56 prueba que Jesús tuvo hermanos y hermanas. Entonces María no fue siempre virgen.". Respuesta: Las Escrituras generalmente se refieren a los parientes muy cercanos como “hermanos y hermanas”. Por ejemplo, Abraham y Lot fueron llamados “hermanos”, pero Abraham fue realmente el tío de Lot: " Y he aquí que desde ahora me felicitarán todas las generaciones; porque en mí obró grandezas el Poderoso". (Gn. 13, 11) “Eligió, pues, Lot para sí toda la vega del Jordán, y se trasladó al Oriente; así se apartaron un hermano del otro.” Los llamados “hermanos y hermanas” de Jesús fueron sus parientes cercanos, no los hijos de su madre María. Citas relacionadas: Lc 1, 28 ; 1, 42 ; 1, 45 ; Mat.1, 22-23 Tema: Órdenes sagradas, Celibato Cuestión: "LOS SACERDOTES ESTÁN PROHIBIDOS DE CASARSE Y ESO CONTRADICE A LA BIBLIA". Respuesta: Como San Pablo, algunos hombres se ofrecen voluntariamente a mantenerse solteros y castos para servir mejor al reino de Dios. “Yo os quisiera libres de preocupaciones. El no casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor. El casado se preocupa de las cosas del mundo de cómo agradar a su mujer; está por tanto dividido” (1 Co 7, 32-34) El catolicismo requiere que los sacerdotes permanezcan solteros, pero no obliga a ninguna persona a convertirse en sacerdote. Este es un acto voluntario de algunos hombres. Citas relacionadas: Mt 19, 11-12 ; Lc. 14, 20 ; 1 Co. 7, 8 Tema: Órdenes sagradas, Llamar “padre” al sacerdote... Cuestión: "EN MATEO 23, 9 DICE : “ Y TAMPOCO LLAMÉIS PADRE A NINGUNO DE VOSOTROS SOBRE LA TIERRA, PORQUE UNO SOLO ES VUESTRO PADRE: EL DEL CIELO". Respuesta: El texto se refiere a que no se debe honrar a ningún hombre más de lo que se honra a Dios... Dios debe ocupar el primer lugar de nuestras atenciones. Además, Jesús no menciona que no se puede llamar al padre biológico o al sacerdote “padre”. Sobre este tema San Pablo escribió... “Pues aunque hayáis tenido 10.000 pedagogos en Cristo, no habéis tenido muchos padres. He sido yo quien, por el Evangelio, os engendré en Cristo Jesús”. (I Corintios: 4, 15) La Iglesia considera a sus sacerdotes como otros San Pablo: “Padres espirituales” bajo la autoridad de un sólo Padre Celestial. Citas relacionadas: Hch 7, 2-5 ; Rom 4, 16 . 9, 10 ; 1 Tim 1,2 ; Tt 1,4 ; Flm 1, 10 Tema: Papado, Pedro Cuestión: "JESÚS DIJO A PEDRO EN MATEO 16,23: ‘ALÉJATE DE MÍ SATÁN’. ENTONCES ¿CÓMO PUEDE SER PEDRO LA ROCA DE LA IGLESIA?". Respuesta: Jesús amonestó a pedro por su pecado. Después de la resurrección, Jesús lo confirmó como cabeza de la Iglesia. “Después de haber comido dice Jesús a Simón Pedro: ‘ Simón de Juan ¿me amas más que éstos?’ Le dice él: ‘Sí, Señor tú sabes que te quiero’. Le dice Jesús: ‘Apacienta mis corderos’. Vuelve a decirle por segunda vez: ‘ Simón de Juan ¿me amas ?’ Le dice él: ‘Sí, Señor tú sabes que te quiero’. Le dice Jesús: ‘Apacienta mis ovejas’. Le dice por tercera vez: ‘Simón de Juan, ¿me quieres?’ Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: ‘¿Me quieres?’ y le dijo: ‘Señor , tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero’. Le dice Jesús: ‘Apacienta mis ovejas’. ” (Jn 21, 15-17) Los Papas, como Pedro, pueden pecar porque como nosotros, son humanos, y como tales no son perfectos. A pesar de su pecado, los Papas siguen teniendo la autoridad para liderar la Iglesia. Citas relacionadas: Mt 16, 16-17 ; Lc. 22, 32 ; Hch 1, 13-26. 2,4 Tema: Purgatorio, Existencia de Cuestión: "SAN PABLO DICE EN SU SEGUNDA EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS 5,8 QUE SALIMOS DE ESTE CUERPO PARA VIVIR CON EL SEÑOR. LOS CRISTIANOS VAN DIRECTAMENTE HACIA EL SEÑOR LUEGO DE MORIR. NO EXISTE EL PURGATORIO". Respuesta: El verso no afirma eso. El texto dice literalmente lo siguiente: “Estamos, pues, llenos de buen ánimo y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor” (2 Cor 5, 8) Todos los buenos cristianos “preferimos estar” con Jesús que en este complicado mundo. Las palabras “preferimos estar” no significan que estaremos inmediatamente con Jesús. Citas relacionadas: Mt 12, 32 ; Lc. 12, 59 ; Hb 12,14 ; 1 Co. 3, 15 ; 2 M 12, 44-46 Tema: Salvación, Seguridad de vida eterna Cuestión: "EN 1 JUAN 5, 13 DICE QUE NOSOTROS PODEMOS SABER SI VAMOS A TENER VIDA ETERNA". Respuesta: Sí. Pero el libro completo de San Juan recalca que nosotros podemos saber que tendremos vida eterna sólo si seguimos los mandamientos de Dios. “En esto sabemos que le conocemos, en que guardamos sus mandamientos” (1 Juan 2, 3) No es posible proclamar a Jesús como el Señor y no obedecerle. La obediencia es necesaria para la salvación. Citas relacionadas: Mt 7, 21. 24,13 ; Rm 11, 22 ; 2 Tm 2, 11-13 Tema: Santos, Intercesión de los Santos Cuestión: "¿POR QUÉ LOS CATÓLICOS LE REZAN A LOS MUERTOS?". Respuesta: Los Santos en el cielo no están muertos. Jesús dice... “Y en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído aquellas palabras de Dios cuando os dice: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos.” (Mateo 22: 31-32) Aquellos que mueren en Cristo estarán también vivos en Cristo en el cielo. Citas relacionadas: Lc 23, 43 ; Mc 9, 4 ; Ap 6, 9-11 ; 1 Cor 12,12-27 ; Hb 12,1. 12, 22-24 Tema: Santos, Objetos santos o benditos Cuestión: "¿POR QUÉ LA GENTE USA MEDALLAS DE SANTOS Y EL ESCAPULARIO? ESO ES SUPERSTICIÓN.". Respuesta: Dios también puede obrar a través de objetos físicos. “Dios obraba por medio de Pablo milagros no comunes, de forma que bastaba aplicar a los enfermos los pañuelos o mandiles que había usado y se alejaban de ellos las enfermedades y los espíritus malos” (Hch 19, 11-12) La Gracia que se recibe de objetos santos o benditos, no se debe a los objetos en si mismos, sino a la Gracias de Dios que actúa a través de ellos. Citas relacionadas: Hch 5, 15-16 ; 2 R 13, 21 ; Mc 5, 25-29 Tema: Santos, Reliquias Cuestión: "LOS CATÓLICOS CREEN QUE LOS HUESOS Y/O RELIQUIAS DE LOS SANTOS FALLECIDOS PUEDEN CURAR A LAS PERSONAS". Respuesta: Los huesos de Eliseo resucitaron a un hombre muerto... “Estaban unos sepultando un hombre cuando vieron la banda y, arrojando al hombre en el sepulcro de Eliseo, se fueron. Tocó el hombre los huesos de Eliseo, cobró vida y se puso en pie”. (II Reyes: 13, 21) Dios puede utilizar las cosas naturales del mundo para realizar hechos sobrenaturales. Citas relacionadas: Hch 5, 15-16.19,11-12 ; Mc. 5, 25-29 ; Tb 11, 7-15

13 razones por las cuales los evangélicos no son Evangélicos, y por las que no soy protestante

Por Ariel Cabral, Estudiante de Periodismo en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), un humilde servidor de JESUCRISTO y de la Iglesia Católica, su Sagrada Esposa, la que bíblica e históricamente demuestra serlo. (Los textos bíblicos mencionados en este artículo han sido tomados de la versión protestante “Reina Valera”, para que los lectores de esta denominación cristiana, no afirmen que utilizo una versión católica para sustentar mis opiniones). Mis intenciones con este artículo, no son herir la sensibilidad de los evangélicos (muchos son excelentes cristianos y buscan a Dios de todo corazón), como tampoco juzgarlos, sino hacerles entender que lo que muchas veces predican, no lo ponen en práctica, calificando de “impíos y paganos” a quienes no son de su organización, especialmente a los católicos. Además, busco, con Biblia Reina Valera en mano, identificar cuáles son los errores doctrinales de esta denominación cristiana. ¡Es necesario que antes de juzgar a los demás, nos analicemos a nosotros mismos! Para comprender mejor el tema, conozcamos los significados de las palabras Evangélico (con E mayúscula) y evangélico (con e minúscula) y sus respectivas diferencias. ¿Qué es un Evangélico con E mayúscula? En todo el sentido de la palabra, es aquél cristiano prudente que cree la buena nueva de Jesucristo y la pone en práctica, tal y como rezan los siguientes versos bíblicos: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca”. (Mateo 7:24). “Si me amáis, guardad mis mandamientos”. (Juan 14:15). “El que dice permanecer en él, debe andar como él anduvo”. (1 Juan 2:6). “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi padre que está en los cielos”. (Mateo 7: 21). Ese es un Evangélico con E mayúscula. Ahora bien, ¿Qué es un evangélico con e minúscula? El diccionario de la famosa Enciclopedia Encarta nos dice: “Perteneciente o relativo al protestantismo. Se dice particularmente de una doctrina formada por la fusión del culto luterano y del calvinista”. Conociendo los significados de estos conceptos entremos, pues, en materia. Razones por las cuales considero que los evangélicos no son Evangélicos 1) Por el hecho de ser “cristianos”, los evangélicos se sienten con autoridad de proferir toda clase de juicios a los inconversos, es decir, los que aún no han aceptado a Jesucristo. Practican algo totalmente antibíblico. “Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley, pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno sólo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿Quién eres para que juzgues a otro? (Santiago 4: 11-12). Dios no soporta que usurpen su lugar, juzgando a los demás. Vean ustedes: Romanos 14:10-13; Romanos 2:1-3; Mateo 7:1-5. 2) Sostienen los pastores evangélicos que “el cumplir las obras de la ley no justifica ni salva a nadie. Sólo la fe salva (SOLA FIDE). La Iglesia Católica está equivocada al enseñar que la salvación viene por obras y méritos personales”. ¿De dónde sacan estos “pastores” eso, ya que ni su Biblia Reina Valera hace referencia a esto? La doctrina “SOLA FIDE” no aparece en la Biblia. Martín Lutero, mal interpretando a Pablo, quien dijo “que el hombre no era justificado por las obras de la ley para que nadie se gloríe”, cometió el atrevimiento de adulterar las Sagradas Escrituras, introduciendo la palabra “Sola” en Rom.1:17: “Mas el justo por la sola fe vivirá”. De esta manera pensó que el hombre alcanzaba la salvación por la fe únicamente. El texto original dice: “Mas el justo por la fe vivirá”. Los evangélicos citan también Efesios 2:8-9: “Y sois salvos por gracia, por medio de la fe, y esto no de vosotros pues es un don de Dios, no por obras para que nadie se gloríe”. Los evangélicos sólo extraen de la Biblia la parte que les interesa, ocultando de la misma lo que le podría afectar en sus doctrinas. Con esta actitud se ponen en contra de la misma Biblia, a la cual dicen “apreciar tanto”. No toman en cuenta el versículo posterior a éste: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó para que anduviésemos en ellas”. (Efesios 2:10). A la luz de la verdad bíblica, el mismo apóstol Pablo, nos exhorte a esforzarnos para ganar la salvación. Ver: 1 Corintios 6:9; Gálatas 5:14; 1 Corintios 9:24. Ellos tampoco toman en cuenta la carta del apóstol Santiago. En eso se parecen a Martín Lutero, el cual dudó de la autenticidad de la misma, calificándola de “Epístola Paja”, ya que no le favorecía en sus intereses. Este cometió el atrevimiento de adulterar las Sagradas Escrituras, al punto también de negar el libro del Apocalipsis. San Pablo exhorta a los cristianos de Efeso a vivir virtuosamente en el Señor. Ver Efesios 4:1; 17-31. 5:1-5. San Ignacio de Antioquía, Padre Apostólico que vivió en el año 110 D.C., y que conoció personalmente a los discípulos del Señor, dice lo siguiente: “Vuestra fe os tira hacia lo alto, y la caridad es el camino que os eleva hacia Dios”. “Así aquellos que hacen profesión de ser de Cristo se reconocerán por sus obras. Porque ahora la obra demandada no es la mera profesión de fe, sino el mantenernos hasta el fin en la fuerza de la fe”. Por lo tanto, los evangélicos están MUY equivocados. No basta tener fe en Dios, es necesario hacer su voluntad, ya que “los demonios también creen, mas sin embargo tiemblan” (Sant.2:20). La fe y las obras son necesarias, y por ambas el hombre es justificado. Si los evangélicos, llevados por su fundamentalismo, quieren pruebas de lo que afirmo, aquí les ofrezco lo que su misma Biblia dice: “Vosotros, veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”. (Santiago 2: 24, 26). “Porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados”. (Romanos 2:13). Resulta interesante que el apóstol Santiago rechace la Sola Fide, y que San Pablo diga que los cumplidores de la ley son los justificados por Dios. Claro, siempre precedidos por la fe. Concerniente a las obras de la ley, Pablo se refería al judaísmo, al cual muchos cristianos querían seguir sometidos y pretender ganarse el cielo cumpliendo preceptos como la circunsicion, la no ingestión de carne de cerdo, los novilunios, las fiestas y la observancia del sábado (Para los adventistas del séptimo día). Pablo les dice que esas leyes eran sombra de lo que habría de venir, porque la realidad es el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, la cual debe conservar el propósito revelado y ser fiel a su Señor, cumpliendo sus mandamientos. Por lo tanto, nadie nos puede juzgar por no cumplir esas normas. (Colosenses 2:16). Además, dice que estamos bajo la gracia, y no la ley. La Iglesia Católica no enseña que la salvación se gana por obras o méritos personales. ¡Esta es una GRAN mentira evangélica pentecostal! La Iglesia sostiene que el sacrificio de Cristo es el que nos salva, el cual es aceptado solamente por la fe, la cual debe ir siempre acompañada de obras de justicia, como dice el apóstol Santiago. (Santiago 2:14-24). “Qué fácil es distorsionar las opiniones de los demás y cuán difícil reconocer los errores que emanan de una lengua indomable”. Conclusión: FE + OBRAS= JUSTIFICACIÓN Y SALVACIÓN Y MARTIN LUTERO SE APARTÓ DE LA BIBLIA Y DE LA TRADICIÓN PATRISTICA. 3) A menudo “predican” en las calles infundiendo terror, asustando, ejerciendo presión psicológica e incitando a la gente a convertirse porque si no se irían al Infierno y perderían su alma. Me imagino que la Biblia sostiene otra cosa sobre la actitud que debe mostrar un siervo de Dios, tal y como lo fue el Señor Jesucristo. “He aquí a mi siervo, yo le sostendré. No gritará, ni alzará su voz, ni la hará oír en las calles. No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare”. (Isaías 42:1-3b). El infierno es una realidad, pero Jesús mandó predicar un mensaje de amor y liberación, no de terror ni presión. Lo esencial de predicar el evangelio es decirle a la gente que Dios les ama y quiere salvarlos, y para eso nos utiliza a nosotros. “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio (Buenas Nuevas) a toda criatura”. (Marcos: 16:15). Los evangélicos anuncian a Jesucristo como si fuera una publicidad, y no como aquel gran Dios y Hombre que dio su vida por nosotros, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo. 3) Los evangélicos odian irracionalmente todo lo católico. Nos tienen como sus enemigos. Conozco una señora evangélica, pastora por cierto, que tilda a su vecina de “pagana” y hasta llegó a secuestrarle su bomba de agua, simplemente porque es católica. Ellos consideran el catolicismo como su principal enemigo. Suponiendo que sean los católicos sus enemigos (QUE NO LO SON), observen qué dice Jesús sobre la actitud que se debe demostrar hacia los mismos: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”. (Mateo 5:44). Pregunto: ¿Cumplen los evangélicos este precepto bíblico con sus “enemigos” los católicos? ¡La realidad es otra!!! Además, nos acusan de renegados e incrédulos. Jesús es radical al respecto: “Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego”. (Mateo 5: 22). “El que dice que está en luz y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas”. (1 Juan 2: 9). 4) Los evangélicos acusan a los católicos de ser idólatras por tener imágenes. Respuesta: Los judíos también tenían imágenes, e incluso por órdenes del mismo Dios, y en el TEMPLO. “Harán también dos querubines de oro; labrados a martillos los harás en los dos extremos del propiciatorio”. (Éxodo 25: 18). Estos querubines eran imágenes, no ídolos, como repiten sin cesar los evangélicos. Los mismos estaban colocados en el arca de la alianza; y Dios le dijo a Moisés que ahí se iba a encontrar con él. ¿Si los judios tuvieron imágenes en el mismo templo, por qué la Iglesia Católica no? Además, los católicos veneran las imágenes, no las adoran. Adorar significa ver en esa imagen el poder de Dios, y eso es un grave pecado, que es condenado por la Biblia y la Iglesia. No somos tan ignorantes como para creer que las imágenes del niño Jesús o de la Virgen María podrían darnos comida, como pensaban los paganos ¡Por Favor! 5) “Basta la Biblia para salvarse (Sola Escritura)…Todos tienen la capacidad de interpretar la Biblia personalmente (Libre Interpretación)…Las tradiciones son malas y fueron condenadas por Jesús”. Estos son los principales estandartes doctrinales de los protestantes y los mismos que han causado que éstos se dividan. Estudiando la Biblia correctamente, nos damos cuenta de que todo esto es FALSO. Concerniente a la Sola Escritura, la Biblia dice lo siguiente: “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el hijo de Dios y, para que creyendo, tengáis vida en su nombre”. (Juan 20:30-31). Ya vemos cómo el apóstol Juan dice que la Escritura no está completa debido a que hay otros hechos que no están escritos, pero que éstos existen para que creamos que Jesús es el hijo de Dios y tengamos salvación. Los hechos que no se mencionan se obtienen gracias la tradición apostólica y a la Patrística, los cuales dieron vida a la Biblia, y son vividas fielmente por la Iglesia Católica. Fue ésta quien dio vida al Nuevo Testamento Cristiano por un decreto del papa San Dámaso I Con mayor razón deberían aceptar los protestantes la autoridad de la Iglesia. Sobre la interpretación de la Biblia por cuenta propia o libremente, las Sagradas Escrituras dan explicaciones directas, las cuales no necesitan explicación alguna: “Ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”. (2 Pedro 1:20-21). Con respecto a las tradiciones, Jesús sólo condenó aquéllas que invalidaban la ley de Dios, como lo hacían los fariseos. Pero la Biblia no habla mal de éstas. ¡Eso es un mito protestante! El mismo Pablo dice lo Siguiente: “Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina (tradiciones) que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra”. (2 Tesalonicenses 2:15). “Os alabo, Hermanos, porque en todo os acordáis de mi, y retenéis las instrucciones (tradiciones) tal como os las entregué”. (1 Cor. 11:2). Nótese cómo la Biblia Reina Valera distorsiona el original griego, cambiando tradiciones por doctrina e instrucciones. ¿No es esto utilizar las Sagradas Escrituras para satisfacer ideas y doctrinas personales? Les exhorto a leer por todo el capítulo 11 de Corintios sobre las instrucciones (tradiciones) que el apóstol Pablo da sobre el comportamiento de las mujeres en la asamblea, y la actitud que debe seguirse para celebrar la cena del Señor. Nota: Los evangélicos son muy ambivalentes con sus doctrinas. Hablan mal de las tradiciones, sin embargo siguen muchas de las mismas, como la de cubrirse el pelo en la congregación. No sean hipócritas, ustedes también aceptan las tradiciones; igualmente, los mormones que practican el bautismo por los muertos. 6) “Muchos Protestantes tienen una visión muy limitada de la historia cristiana en general, especialmente de los años 313 (la conversión de Constantino) a 1517 (el arribo de Martín Lutero). Esta ignorancia y hostilidad hacia la Tradición Católica conduce al relativismo teológico, al anticatolicismo y a un constante e innecesario proceso de “reinventar la historia.” (“150 Razones por las que Soy Católico. Presentando 300 evidencias bíblicas que favorecen al Catolicismo. Por: Dave Armstrong. Tomado de Civita Dei Luis Fernando Pérez”). Me gustaría tanto que los pastores evangélicos, en vez de perder el tiempo en inyectar veneno hacia lo Católico, mejor enseñen a sus “varones, varonas, siervos, siervas o como quieran llamarle a sus prosélitos, un poco de historia de la Iglesia y el Cristianismo en general. ¡Les hace mucha falta!!!! sobre todo para conocer quiénes fueron en realidad los paladines de la Reforma Protestante, Martín Lutero, Ulrico Zwinglio Y Juan Calvino. Les aseguro que se quedarán estupefactos cuando conozcan la vida de estos “grandes” cristianos. Los evangélicos son expertos en manejar la Biblia y la Historia de la Iglesia a su antojo. Un ejemplo claro de esta afirmación es la siguiente: En mi consulta bibliográfica para redactar este artículo, me topé con una página de Internet, titulada www.cristianismo-primitivo.org, la cual en nada hace honor a su nombre, ya que está parcializada tocando puntos que pretenden relacionarse con la doctrina protestante, proliferando calumnias contra el Catolicismo Romano. Cita la página la vida de los Padres Apostólicos de la Iglesia como: San Ignacio de Antioquia, Clemente de Roma y Policarpo. El autor de esta Web no menciona para nada la opinión de Ignacio referente a La Eucaristía como carne de Jesucristo, La virginidad de María, La obediencia a los Obispos y la catolicidad de la iglesia. ¿Saben qué? Ni las iba a mencionar, ya que no le favorecían en sus intereses personales, su teatrito de demostrar la Verdad, (su verdad), se le hubiese derrumbado, y hubiera terminado por aceptar, aunque no lo quisiera, la autoridad de la Santa Iglesia Católica. 7) Los protestantes no muestran ningún respeto por la dignidad y los valores humanos de los cristianos católicos. Se valen del anticatolicismo de Lutero, Zwinglio y Calvino para sostener que el Papa es el anticristo, y que sus “seguidores” son demonios. (¿Cuántos Papas no murieron asesinados por su fe en Jesucristo, martirizados por los esbirros del Imperio Romano?, ¿No fue el papa Juan Pablo II víctima de un atentado por Alí Agca, al cual perdonó después?, ¿cuántos sacerdotes no fueron asesinados por su fe en el siglo pasado?, ¿Cuántos VERDADEROS cristianos católicos no sufren persecuciones ideológicas por sistemas filosóficos, como los son el ateísmo y comunismo?). Acusan además a la Iglesia Romana de ser la Babilonia del Apocalipsis por haber perseguido a los seguidores de Jesús. Pero ellos desconocen o niegan que muchos de esos seguidores también arremetieron contra los católicos, asesinando sacerdotes y destruyendo iglesias y monasterios. ¿Acaso desconocen las guerras campesinas de los anabaptistas, secundados por Thomas Münzer? ¿Acaso desconocen que los príncipes alemanes de los tiempos de la reforma protestante confiscaron los bienes de la iglesia y demolieron muchos templos? ¿Acaso desconocen que el mismo Lutero mandó castigar por la espada a la peste de la sodoma romana que corrompía a la iglesia de Dios? ¿Desconocen que la reina inglesa Isabel I quiso implantar la religión anglicana por la fuerza, y persiguió a muchos católicos como lo hizo su padre, Enrique VIII? El mismo Lutero sostuvo de los judíos lo siguiente: “Arrójeles quienquiera que pueda, azufre y alquitrán, si uno pudiera echarles fuego del infierno tanto mejor….y esto debe hacerse en honor a Nuestro Señor y del cristianismo. Sean sus casas astilladas y destruidas…Séanles quitados sus libros de oraciones y Talmudes y también toda su Biblia; prohíbase a sus rabinos la enseñanza, so pena de muerte, de ahora en adelante. Y si todo esto fuera poco, sean expulsados del país como perros rabiosos”. Ya vemos que lo que nos han hecho creer los historiadores y pastores protestantes sobre Martín Lutero es completamente falso, “un reformador pacífico que sufrió la satánica persecución de los papistas”. Lutero fue un fanático empedernido, enemigo de lo católico y judío. Que los pastores evangélicos dejen de decir tantas mentiras en sus cultos, sobre el “heroísmo” de Martín Lutero al rescatar el cristianismo de manos de la “infame” Iglesia Católica Romana, y se centren más bien en estudiar la verdad de los hechos, que tan hipócritamente nos han ocultado los historiadores, para perjuicio suyo y de su ejercicio profesional. La Iglesia Católica cometió muchos errores, eso no se puede negar, como tampoco se justifican las muertes de la inquisición. Pero la verdad histórica no se puede distorsionar, al punto de hacer quedar a los protestantes como las víctimas de la “sanguinaria” Iglesia Romana. Ellos también fueron crueles con muchos católicos que vivían incluso ajenos a estos conflictos. Aún espera la Iglesia la disculpa de los luteranos, calvinistas y anglicanos, como ésta la supo ofrecer en el año 2000. 8) Los evangélicos generalmente son exclusivistas, sólo sienten amor hacia ellos mismos. El Señor Jesús nos invita a amar a todos por igual, y a no seguir esta actitud tan antibíblica, la cual es condenada por el evangelista Mateo: “Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?” (Mateo 5:46-47). 9) Los evangélicos pentecostales dicen sentir el Espíritu Santo, pero lo manifiestan con gritos atemorizantes, que incluso llegan a ser piedra de escándalo para la comunidad. ¡Qué Falsedad! El Espíritu Santo es paz, alegría, amor, mansedumbre y longanimidad. 10) Los evangélicos no se cansan de repetir que los católicos siguen al Papa y a los sacerdotes. Los católicos siguen sólo a Jesucristo. El Papa y los Sacerdotes son nuestros padres espirituales como lo fue el apóstol Pablo. Ellos sí que tienen a sus pastores como infalibles como si fueran súper papas, los cuales les exigen el diezmo y/o controlan psicológicamente. 11) “María fue una mujer cualquiera, sólo fue la madre carnal de Jesús, después tuvo más hijos, no fue siempre virgen”. Esta es otra tremenda mentira de los evangélicos. Si no lo saben, Lutero, el padre de la Reforma Protestante, defendió siempre la virginidad de María, y les juro que él sería el primero en oponerse a tan desdeñable vituperio. Miren las cosas bellas que habla Lutero sobre María “Madre de Dios”: “La gran maravilla que se ha operado en ella es que fue hecha Madre de Dios, con lo cual le han sido concedidos tantos bienes que nadie los puede abarcar. De ello se le ha seguido toda la honra y bienaventuranza, el haber sido una persona única y sin par en todo el género humano, y el haber tenido un Hijo tal, que es el mismo Hijo del Padre celestial. Ella misma no fue capaz de expresar esta indecible grandeza de modo más apropiado que balbuciendo que eran «cosas grandes». Toda su gloria se concentra en la palabra con que la llamamos «Madre de Dios». Nadie puede decir de ella, ni decirle a ella, algo más grande, aunque tuviera tantas lenguas como hojas y hierbas hay en los campos, como estrellas en el cielo y como arenas en la mar. Habría que conservar también en el corazón lo que significa ser «Madre de Dios». (Martín Lutero «Comentario al Magníficat)”. “María es Madre de Dios, pero para que este nacimiento nos sea de algún provecho y nos convierta, debemos asimilarnos el ejemplo de la Virgen y seguirlo, ya que no existe ninguna otra posibilidad para que nos acontezca lo que sucedió en ella. Es preciso que renovemos sin cesar este misterio en nosotros, pues para el que no acepta en esta disposición al Niño, este nacimiento es inútil... Es preciso borrar toda luz natural y decir: hágase en mí no según mi inteligencia, sino según tu palabra. Así también nosotros seremos fecundados por el Espíritu Santo y concebiremos espiritualmente a Cristo. Para eso hace falta que el mensajero que nos venga sea un mensajero de Dios que predique el Reino de Dios (Martín Lutero, Das Maríen lob der Reformatoren)”. Además, la Iglesia primitiva ya aceptaba la virginidad de María. San Ignacio de Antioquia, discípulo directo de los apóstoles Pedro y Pablo, dijo lo siguiente: “Al príncipe de este mundo (Satanás) le ha sido ocultada la virginidad de María, y su alumbramiento, al igual que la muerte del Señor: tres misterios sonoros, que fueron realizados en el silencio de Dios”. Con respecto a que María sólo fue la madre carnal de Jesús, y no de su divinidad, tengo que corregirles queridos protestantes que la Iglesia Católica tuvo que utilizar la expresión Madre de Dios “Theotokos” para resaltar la divinidad de Cristo y su concepciÓn virginal, puesta en duda por dos herejes de los siglos IV y V, Arrio y Nestorio, no para darle a ésta un lugar trascendente, como suelen afirmar muchos de sus pastores evangélicos. Según la Enciclopedia Encarta 2006, ya la Iglesia Primitiva le otorgaba este digno título: “Virgen María, madre de Jesucristo, venerada en el cristianismo desde los tiempos de los primeros apóstoles”. “Ya en el siglo II los cristianos veneraban a la Virgen llamándola Madre de Dios para resaltar la divinidad de Jesús. Muy vinculado al de Virgen María, el calificativo de Madre de Dios pone de relieve la concepción virginal de Jesús (Lc. 1,35), reafirmando que su verdadero padre es Dios y no José”. Tampoco estén por ahí inventando cuentos sobre un culto mariólatra. La Iglesia Católica no da a María un culto de latría, como ustedes afirman, sino un culto de “Hiperdulía o veneración especial” por haber sido la madre de nuestro Salvador Y haber aceptado humildemente la voluntad de Dios (Lc. 1:38). El culto de Latría (Adoración) le corresponde SÓLO a Dios. Ya vimos que los primeros cristianos hacían lo mismo que hoy hacen los católicos, Apostólicos y Romanos con la Santa Madre de nuestro Señor. ¿Por qué no amar a esta gran servidora de Jesucristo, primera cristiana, evangelizadora y madre nuestra? 12) Los protestantes acusan a la Iglesia Católica de manipuladora bíblica por usar libros “apócrifos”. Deberían ponerse a analizar por qué no tienen en su Biblia esos libros. Los libros considerados “apócrifos” por los protestantes, mas por los católicos “Deuterocanónicos”, son: Tobías, Judit, 1 y 2 de Macabeos, Eclesiástico, Sabiduría y Baruc, mas las adiciones en griego de Ester y Daniel. Sepan, pues, los protestantes que la Iglesia Primitiva utilizó una versión griega de la Biblia llamada “Septuaginta”, en la que se encontraban estos libros, y otros más que luego fueron rechazados. ¿Por qué los protestantes no tienen esos libros? Porque martín Lutero, excluyó de su traducción bíblica esos libros, como excluyó también las cartas de Santiago y el Apocalipsis. ¡Qué bueno que los evangélicos aún las poseen! Así que a la Biblia Católica no le sobran libros. A ustedes les falta que es diferente. Si la Iglesia Católica manipuló las Sagradas Escrituras y es corrupta, entonces por qué ustedes aceptan el Nuevo Testamento, ya que éste es una creación de la iglesia que tanto ustedes odian. No sean hipócritas por favor; no pueden estar con Dios y el diablo a la vez. ¿O acaso creen que el Nuevo Testamento bajó del cielo coronado por Ángeles? Les exhorto a leer el Concilio de Cartago del año 337, y ya sabrán. 14) “La Santa Cena es simbólica”. Los primitivos cristianos no pensaron así. Hablan San Ignacio de Antioquia y la Didajé (Enseñanza) de los 12 apóstoles: “La Eucaristía es la Carne de Nuestro Señor Jesucristo, esa misma que padeció murió por nosotros”. San Ignacio de Antioquía. “Que comulguen sólo los bautizados, pues es el Señor dijo no deis lo que es Santo a los perros”. Didajé de los apóstoles. Un simple pedazo de pan no iba a ser santo. 13) Y la que no podía quedarse. No se cansan de repetir que la Iglesia Católica fue fundada por Constantino. Como me gustaría que me lo probaran históricamente. Pues les digo que ésta ya existía desde mucho tiempo antes y estaba organizada, y el emperador sólo le dio libertad de culto (Año 313), pues estaba siendo perseguida. Una prueba de que esto no es cierto es la siguiente: “El término «católico» proviene del griego καθολικός, que significa universal”. “Ignacio de Antioquía, discípulo del apóstol Pedro, da en el año 110 el testimonio más antiguo de este nombre: "Donde esté el obispo, esté la muchedumbre, así como donde esté Jesucristo esté la Iglesia Católica" (Carta a los Esmirniotas 8:2). En los tres primeros siglos de la Iglesia los cristianos decían "cristiano es mi nombre, católico mi sobrenombre". Enciclopedia www.wikipedia.org. Una segunda prueba es San Cipriano de Jerusalén, uno de los Padres de la Iglesia y el cual vivió hasta el año 258, escribió el libro “Sobre la Unidad de la Iglesia católica”, en el cual hace una seria advertencia a los que se salieron de la Iglesia, aunque esta posición ha cambiado bastante hoy en día, ya que ésta reconoce que quienes nacen en otras confesiones pueden ser llamamos dignamente cristiano. “Todo esto sucede por no volver al origen de la verdad, por no buscar la cabeza. Sobre uno únicamente edifica su Iglesia. Quien no cuenta con la en esta unidad de la Iglesia ¿Cree que tiene la fe? Quien separándose de la Iglesia se una a una adúltera, este tal se separa de las promesas de la Iglesia, y no alcanzara los premios de Cristo, quien abandono la Iglesia de Cristo. Ya no puede tener a Dios por padre, quien no tiene a la Iglesia por madre”. Una Tercera y última prueba es Tertuliano (160-220), que aunque abrazó la herejía Montanista, nunca dudó de la primacía de la Iglesia de Roma: “Pero si te encuentras cerca de Italia, tienes Roma, de donde también para nosotros está pronta la autoridad. Qué feliz es esta Iglesia a la que los Apóstoles dieron, con su sangre, toda la doctrina, donde Pedro es Igualado a la pasión del Señor, donde Pablo es coronado con la muerte de Juan [Bautista], donde el apóstol Juan, después que, echado en aceite rusiente, no sufrió ningún daño, es relegado a una isla.” “¿Se le ocultó algo a Pedro, que fue llamado piedra de la Iglesia que iba a ser edificada, que obtuvo las llaves del reino de los cielos y la potestad de desatar y atar en los cielos y en la tierra?” La Iglesia Católica actual guarda una gran relación con la católica primitiva. Es la Iglesia fundada por nuestro Señor Jesucristo, edificada sobre el cimiento de los apóstoles y los profetas, siendo EL MISMO la piedra angular (Efesios 2:20). ¿Guardan ustedes esa relación? CONCLUSIONES: Amadísimos hermanos evangélicos: No he escrito este artículo para juzgarlos, yo no soy Dios para hacer eso. “Sólo él es el único legislador y juez”. Reitero, muchos de ustedes son excelentes cristianos, pero es necesario que abandonen esta actitud hostil y prejuiciosa hacia el Catolicismo, ya que muchos de ustedes hablan de esta manera: “Los católicos son unos analfabetos bíblicos, bebedores, adúlteros, paganos, idólatras, amantes del placer, fornicadores, envidiosos por usar la música de nuestros pastores, condenados al infierno, no son sinceros al adorar a Dios, manipuladores bíblicos, hijos de la ramera apocalíptica, anticristos, romanistas, papistas, demonios, inquisidores, sectarios, no cristianos”. ¿No se relaciona esta actitud con la adoptada por los fariseos hacia los publicanos, los cuales eran considerados lo peor por cobrar los impuestos para Roma? Sin embargo, Dios les amaba por la actitud tan reverente y humilde que demostraban cuando se dirigían a él. ¡Ustedes no tienen derecho de calumniar y juzgar a los demás! Les ehorto a buscar más del Señor, dejar de profesar y practicar doctrinas antibíblicas, estudiar más la Biblia, ser más humildes, y así de esta manera puedan amar más al prójimo, en especial a aquéllos que no son de su organización, como las personas del “mundo” y los católicos. No olviden que Jesús se relacionaba con la clase más rechazada por la ley judía, las prostitutas y los pecadores, los llamados “impíos y paganos”, y nunca los calificó. ¡Al CONTRARIO! Dejen de ser tan fanáticos. A Dios no le agrada eso. Adulterar la ley de Dios es un pecado grave que lleva una sanción severísima. Miren lo que dice San Ignacio de Antioquía, discípulo de San Pedro, al respecto: “Así, si los que hacen eso son condenados a muerte, ¡cuánto más aquél que corrompe por su mala doctrina la fe de Dios, por la que Jesucristo ha sido crucificado! Aquél que así sea, irá al fuego inextinguible y lo mismo aquél que lo escuchare”. Hermanos evangélicos, la Iglesia Católica no es antiprotestante, como muchos de ustedes que sí son anticatólicos. Con esta actitud anticristiana, ¿pueden llamarse ustedes iglesia verdadera? Eso es ser hipócrita, y tomar el sagrado distintivo “Cristiano” de relajo. Hermanos evangélicos, ojalá y algún día hagamos de las siguientes palabras una realidad, y que por fin desaparezcan los odios y las divisiones, y no olviden que la Iglesia Católica es CRISTIANA. “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma cosa y en un mismo parecer”. 1Cor 1:10.