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domingo, 13 de marzo de 2011

Diez señales de un matrimonio feliz


Escrito por P. Jorge Ambert S.J.
Miércoles, 09 de Marzo de 2011 14:48

Decía un consejero matrimonial: “El matrimonio es hermoso, gratificante y difícil. Después de 35 años de casado y once mil horas de consejería pastoral, he aprendido diez puntos que diferencian el matrimonio bueno del malo”.

De esos puntos empiezo hoy a comentar. Porque los matrimonios no “vienen del cielo”. Se logran negociando. No de quién son los chavos o cómo se gastan. Es más bien un acto dramático en el cual dos extraños se juntan para redefinirse a si mismos.



COMPROMISO: Es la primera señal. Sea cual sea el rito de celebración matrimonial hay tres declaraciones solemnes que deben estar incluidas. “Yo no me caso con cualquiera; yo te tomo para que seas mi esposo/a legal; dejando a un lado a todos los demás yo me comprometo amorosamente contigo para toda la vida.”

Cuando preparo a una pareja para la boda hablamos de lo que afirma la fórmula de sus votos. Es más, les invito a que ellos mismos, si pueden, la compongan. Les recuerdo que lo que se entrega en esta relación no es una cosa de ambos, sino sus propias personas. Y estas con todo lo que son: lo dulce y lo amargo. Y para esto hay un compromiso.

Encuentro que algunos jóvenes le sacan el cuerpo al compromiso y ven el matrimonio como una trampa. Pero no puede haber una relación matrimonial satisfactoria sin el compromiso - un compromiso pactado entre personas imperfectas. No se trata simplemente de dar el 50 cada uno; ambos vienen a dar el cien por cien.

Por compromiso entiendo mucho más que la lealtad sexual. Para los cristianos el compromiso no es solo “quedarme ahí en el sillón meciéndome año tras año”. Es más que una promesa de que no me iré. Debe incluir, por encima de todo, un compromiso a crecer, a llegar a ser las personas que Dios quería que fuéramos. Y las parejas que crecen se imponen objetivos: leer un buen libro y compartirlo; ir cada año a un retiro; orar juntos; tomar juntos un curso.

Una pareja escribió en sus votos matrimoniales lo siguiente: “En este matrimonio yo quiero crecer como persona, quiero ayudarte a crecer a ti como persona, y quiero que nuestra relación de amor, compañía y apoyo crezca más honda, más extensa y más fuertemente. Con la ayuda de Dios me comprometo para lograrlo.



ACEPTACION AMOROSA: es la segunda señal. Quiero que en la relación suceda lo que con Dios y nosotros. Es decir, recordamos que la idea más fundamental del cristianismo es la GRACIA: Dios me ama como soy; soy amado aunque no cambie; El no ama a nadie más que a mi, y nada que yo haga puede aumentar su amor por mi. Me ama por pura gracia, porque lo decide sin tener en cuenta méritos u otra cosa.

Nuestra sociedad, al contrario, nos enseña que el llegar a ser digno se gana. En la escuela los que tienen mejores notas son más estimados que los ‘brutos’. En el ejército los de más galones son los que dan órdenes. Pero en la familia de Dios el hijo pródigo es valorado tanto como el hijo leal.

Y así ha de ser en el matrimonio. Amo a mi cónyuge aunque no cambie. Lo amo porque es. Por eso, ante sus limitaciones todo es perdonable. Nada me impedirá amarlo; puede estar bien seguro de ello. Por eso un buen matrimonio es la unión de dos buenos perdonadores; se compone de tres partes de amor y siete partes de perdón. Y si esto se acepta y se vive en la relación, las situaciones amargas cambian de sentido. Continuará

En la Cuaresma


Escrito por Heidy N. Marrero Pérez
Miércoles, 09 de Marzo de 2011 14:17

Los niños también son llamados a experimentar una Cuaresma viva.

La comprensión y el crecimiento espiritual en este tiempo litúrgico son posibles aún para los más pequeñitos. Según explicó la directora del Centro Catequístico Diocesano de Ponce, Sor Amárilis Rosario Santos, O.P., la participación de los progenitores es trascendental.

“En principio, se supone que los padres sean esos primeros educadores en la fe. La formación comienza en la Iglesia doméstica, que es el hogar y la familia. Ciertamente, los niños aprenden por el modelaje de sus cuidadores. Ellos imitan lo que ven”, advirtió la religiosa.

Aunque los líderes del hogar deben procurar un crecimiento espiritual todo el año, la Cuaresma trae consigo oportunidades para promover la vivencia de fe en los niños.

“Es un tiempo muy propicio. De la misma manera que se va introduciendo al niño en los actos litúrgicos, es importante que se promuevan actos concretos en la vida cotidiana”, añadió Sor Amárilis.

En su experiencia, los niños reaccionan muy positivamente a ese estímulo. Ahorrar monedas en una alcancía y donarlas luego a una causa justa, puede transformar significativamente el corazón del infante.

“Es promover que ellos [los niños] también se acerquen al Evangelio. Que comprendan ese amor a Dios y al prójimo. Es una gran oportunidad para acercar a los niños a la figura de Jesús y que como Él, aprendan a perdonar”, aseguró.

Además, recomendó instruirlos en la práctica diaria de la oración. Igualmente, fomentar los valores de fidelidad, amistad, sacrificio y entrega.

“El ejercicio de escribir cartitas a Jesús tiene resultados maravillosos. Hay que enseñarles obras de misericordia, penitencia y oración. Es sorprendente ver cómo, después de haber sido enseñados, se hacen sensibles a los deambulantes en el semáforo. Los niños se abren al amor de Dios”, aseguró, no sin antes promover la militancia en la pastoral infantil.

“No debemos perder la esperanza [en los niños]. Debemos tener fijos los ojos en Jesús y continuar caminando”, finiquitó.