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viernes, 11 de junio de 2010

No comamos indignamente el cuerpo de Cristo


Escrito por Vivian Maldonado Miranda
Jueves, 03 de Junio de 2010 11:13


Comulgar sin haber tenido caridad con el hermano es comer “indignamente el Cuerpo de Cristo”.

Según el profesor de teología del Recinto de Arecibo de la Pontificia Universidad Católica, Padre Neil McQuillan, cuando San Pablo menciona que “el que come indignamente el Cuerpo de Cristo, consume su propia condenación”, hablaba a la comunidad de Corinto.



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“En aquel tiempo, la gente llevaba la comida de la casa y comían juntos en la misa, como Jesús hizo en la última cena. Cada uno traía lo suyo y se compartía. Pero en Corinto, los ricos traían su comida y no compartían con los pobres. San Pablo critica que los ricos estaban, incluso, embriagándose, mientras que los pobres, pasaban hambre”, explicó.

Entonces, destacó que, por la falta de caridad, San Pablo les dijo que ésa ya no es la cena del Señor.

Luego, citó que el Apóstol habló de reconocer el cuerpo y sangre de Cristo.

“Jesús ha dicho: ‘esta copa es la señal de la Alianza Nueva, es mi sangre’. Si uno estudia las alianzas antiguas, nunca son ratificadas hasta que se derrama sangre. Es equivalente al contrato, no es válido hasta que la persona firme con su puño y letra. Por ende, si no hay sangre en la misa, no puede ser Alianza Nueva, porque carece de sangre. La alianza requiere sangre en la copa de Cristo, que no lo veo con los ojos, sino con la fe”, prosiguió.

Subrayó que “el cristiano auténtico” reconoce el cuerpo y la sangre de Cristo. En esa línea, enfatizó que aquél que no lo reconoce y comulga estando en pecado, “está pecando contra el cuerpo y sangre de Cristo”. Puntualizó que esa persona comete “una ofensa contra la divinidad directamente”, pues “la Biblia insiste en que Dios no puede estar donde hay pecado”.

“Por eso es necesario el bautismo antes de la Primera Comunión. Pero si uno ha vuelto al camino de pecado, no se puede comer el cuerpo de Cristo sin reconciliarse. Dios ha dado los medios por el sacramento de la Penitencia, donde uno, humildemente, acepta el perdón en la manera en que Dios quiere dárselo”, concluyó.

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