Jesús dijo:"Como tú,Padre, en mi y Yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectactamente uno, y que el mundo conozca que tú me has enviado." Juan 17, 20-24
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domingo, 22 de agosto de 2010
María, el Arca de la nueva Alianza
Escrito por P. Ángel M. Santos Santos
Viernes, 13 de Agosto de 2010 10:10
“Y se abrió el Santuario de Dios en el cielo, y apareció el Arca de su Alianza en el Santuario” (Ap 11:19). En esta visión, los cristianos vislumbran a la Virgen María como el Arca de la nueva Alianza. Dios habló a Moisés diciendo: “Hazme un Santuario para que yo habite en medio de ellos” (Éx 25:8-9). Dentro del Santuario estaba instalada el Arca de la antigua Alianza hecha de madera de acacia (Éx 25:10). Los cristianos tienen una nueva alianza en la sangre de Cristo, el santuario que es la Iglesia y la nueva arca en la Virgen María que llevó en su seno al Hijo de Dios.
La profecía de Jeremías
Jeremías, cuando escondió en una cueva el Arca, profetizó: “Este lugar quedará desconocido hasta que Dios vuelva a reunir a su pueblo y le sea favorable” (2 Mac 2:5-8). En Jesucristo, su Hijo hecho hombre, Dios reunió a su pueblo en la Iglesia y le fue favorable ofreciéndole la salvación por el perdón de los pecados. Por su resurrección y ascensión Jesús entró en el Cielo, fue glorificado y compartió su Espíritu Santo con la Iglesia.
La Virgen María colaboró con su maternidad para que el Hijo de Dios se hiciera hombre para salvar al mundo, sufriendo y muriendo en la Cruz. Los maltratos que recibió de los seres humanos no apagaron el amor de Jesús, sino que reveló su esplendor. Entregó su Cuerpo y Sangre para mostrar su gran misericordia.
El traslado del Arca
En el Nuevo Testamento, la Virgen María es reconocida como el Arca de la Nueva Alianza. María, movida por el Espíritu Santo, fue con prontitud a la montaña como los israelitas habían trasladado el Arca de Dios (I Cro15:3). Los israelitas cargaron el Arca con gozo (I Cro 15:1-25). También Juan el Bautista se llenó de alegría en el vientre de Isabel por el saludo de María. David saltaba delante del Arca (I Cro 15:29) y Juan brincó al frente de Jesús, que estaba en el vientre de María. David bendijo al pueblo en nombre de Dios (I Cró 16:2) e Isabel, llena del Espíritu, bendijo a María y a su hijo por nacer. Al final, David dejó un cántico (16:7-36) y María pronunció su himno de alabanza. María estuvo tres meses con Isabel como el Arca de Dios se quedó tres meses en la casa Obededom (2 Sam 6:11).
La Asunción
María se unió a Cristo en la lucha contra el pecado, la muerte y el maligno. Por eso ahora goza en el Cielo, en cuerpo y alma, de la victoria pascual de Cristo. Juan, cuando fue llamado por Dios, tomó el pequeño libro de la mano del ángel, lo devoró. En su boca era dulce como la miel, pero cuando lo tragó, se le amargaron las entrañas (Ap 10:9-11).
El llamado de Dios es siempre participación en la pascua de Cristo. Por la cruz se llega a la gloria de la resurrección. María goza en cuerpo y alma de la gloria del Cielo por su unión a la pasión de Jesús. El misterio de la Asunción fue anunciado: “Levántate, Señor, y ven a tu reposo, tú, con el Arca de tu gloria” (Sal 131:8). Se levantó Jesús de la muerte y llevó al Cielo a María, el Arca de su gloria. Por el misterio de la Asunción, la Iglesia contempla a la Virgen María en el Santuario de Dios en el Cielo (Ap 11:19).
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