Buscar este blog

domingo, 22 de agosto de 2010

La santidad: proyecto de Dios


Escrito por Myrna Fernández
Viernes, 20 de Agosto de 2010 16:22

Así es. Todos estamos llamados a la santidad. Esto a veces lo dudamos, o como dicen muchos, no es tema de interés por lo que ni siquiera se piensa o “trabaja para ello”.

Celebramos a San Bartolomé Apóstol el día 24. Con el nombre de Natanael, fue reconocido por Jesús como un “israelita en quien no hay engaño”. En él estaba impresa la honestidad y la sencillez. Si examinamos esas palabras, vemos que son un enorme reconocimiento y mucho más, siendo mencionadas por Jesús. Firme en su fe, una vez descubrió el tesoro que Jesús predicaba, en él se eliminaron sus dudas. Es patrón y modelo de quienes dudan.

Otro gran santo que casi nunca se menciona es San Luis IX, rey de Francia, día 25 un terciario franciscano, comprometido con el rezo de la Liturgia de las Horas, la oración diaria y prácticas continuas de caridad. Subió al trono casi un niño, a la muerte de su padre, pero sí contó con la ayuda de su madre como regente en los primeros años. Guió a sus ejércitos para defender a Francia de los musulmanes. Participó en dos Cruzadas en Tierra Santa. Tuvo una total entrega al pueblo con un alto sentido de piedad y justicia para con todos. Falleció en el 1270 y fue canonizado por el Papa Bonifacio VIII en el 1297.

La inteligencia y natural bondad de Santa Teresa de Jornet captaban la atención de todos. Razones de salud le impidieron ser religiosa. Pero, desde muy joven Teresa llevaba un pensamiento bien adentro: “cuidar los cuerpos de los ancianos para salvar sus almas”. El Señor le encargó esa obra a través de dos religiosos que habían iniciado una obra a favor de los ancianos. Teresa quedó al frente de la misma y de ahí surgió la Congregación de Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Teresa, “se gastó en la misma” y a la edad de 54 años entregó su alma al Señor el día 26.

Nos unimos a Santa Mónica y a San Agustín en sus respectivos días: 27 y 28. Ella, de sentimientos nobles y entrega total. Con sus rezos y lágrimas logró a la conversión de su hijo. El, descarriado, nada le satisfacía. Llegado su bautismo, recibe a Dios en su corazón. Y de él hemos aprendido que “nuestro corazón está insatisfecho hasta que descanse en ti”

No hay comentarios: