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domingo, 21 de noviembre de 2010

Historia del Papado de la Iglesia


Historia
Durante la gran persecución del año 64 d.C. contra los cristianos emprendida por Nerón contra los cristianos, en el escenario del circo de Calígula, San Pedro sufrió el martirio, fue crucificado y sepultado en la tierra, como se lee en el Liber Pontificalis (I,118): “via Aurelia (…) iuxta palatium Neronianum, in Vaticanum” [en Vaticano, sobre la vía Aurelia, frente al palacio de Nerón]. Entre los testimonios que individuaron el lugar del martirio, un párrafo de Eusebio de Cesarea (siglo IV) cita una carta escrita por Gaio a Proclo en que el presbítero invita a su amigo a Roma: “al Vaticano y sobre la vía Ostiense, encontrarás los trofeos de quienes fundaron esta Iglesia”. Justamente por la importancia de este testimonio, el nicho del siglo II, hallado durante las excavaciones en la necrópolis vaticana que protegía la sepultura de San Pedro, recibió el nombre de “Trofeo de Gaio”. Después de la proclamación del edicto de Milán (313 d.C.) por el emperador Constantino, los cristianos tuvieron facultad para construir sus edificios de culto: el mismo Constantino, en el año 324, inició la construcción de la basílica que debía encerrar el “Trofeo di Gaio” y hacer de la tumba de Pedro el núcleo de la estructura. Consagrada en 329, la monumental basílica se presentaba como un edificio de planta longitudinal con cinco naves y crucero. En la parte externa, una escalinata llevaba al cuadripórtico delante de la basílica, conocido también como paraíso, en cuyo centro se encontraba una fuente para las abluciones de los catecúmenos señalada con la Piña en bronce de gran tamaño, citada por Dante en la Divina Commedia (“su rostro me parecía largo y ancho/como la piña de San Pedro en Roma” Inf. 31, 58-60) y que hoy está en el homónimo patio de los Museos Vaticanos.
En esta Basílica, la noche de Navidad del año 800, Carlomagno, rey de los francos, fue coronado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. A esta misma Basílica, hasta comienzos de 1300 llegaban caminando miles de peregrinos de toda Europa para venerar la tumba del “príncipe de los Apóstoles”.
Roma fue abandonada durante el cisma de Aviñón (1309-1377) y la basílica que tenía ya más de mil años, empezó a sufrir crecientes problemas de estabilidad y conservación. No se tienen muchos datos sobre este tema, pero se sabe que el papa Nicolás V, a mediados de 1400, encargó al arquitecto Bernardo Rossellino un proyecto que preveía un nuevo coro, fuera del ábside constantiniano, que se construyó en forma parcial, alcanzando la altura aproximada de un metro y medio. A principios de 1500, la necesidad de restaurar y reconstruir completamente San Pedro se hacía cada vez más impelente, por lo que el nuevo papa, Julio II, elegido en octubre de 1503, decidió, en 1505, encargar la obra a Donato Bramante, uno de los mejores arquitectos de ese tiempo, que se encontraba en Roma: por esta empresa, a Bramante se le dará el sobrenombre de “Maestro Ruinante” (Maestro de las ruinas).
En el museo de los Uffizi (Florencia) se conservan numerosos diseños suyos relativos a esta obra con una característica común: proponen una planta cuadrada en la que se incluye una cruz griega con cuatro ábsides sobresalientes; el cuadrado que en el espacio se transforma en un cubo, en su centro está cubierto por una cúpula hemisférica. El conjunto se inspira en una simbología precisa, “esquematizable –según una antigua tradición en especial viva en ambiente bizantino– en un cubo (la tierra) que se expande en cuatro brazos (las cuatro partes del mundo) y coronado por una cúpula (el cielo)”.

El 18 de abril de 1506, una importante ceremonia dio inicio a la construcción del primer machón; al año siguiente, se hizo la colada de los cimientos para las otras tres estructuras de sostén, pero la muerte de Julio II primero (1513) y de Bramante luego (1514), bloquearon la construcción que había alcanzado la cúspide de las cuatro pilastras.
A lo largo de los 40 años siguientes, hubo varios proyectos, ya que se discutía mucho si la nueva San Pedro debía tener una planta central, la predilecta de Bramante y en general de todos los arquitectos del Renacimiento, o si ésta debía ser longitudinal y, por tanto, en cruz latina, más acorde con la tradición eclesiástica y más apta para cubrir la entera área sagrada de la antigua basílica constantiniana. Con el vínculo de los cuatro machones centrales ya erigidos, Rafael (1514) y Antonio da Sangallo el Joven (1538) propusieron una planta longitudinal, y Baldassarre Peruzzi (1520) una planta central. En 1547 el papa Paulo III encargó a Miguel Ángel la elaboración de un nuevo proyecto. El artista volvió a la planta central de Bramante, pero reforzando las pilastras y las paredes perimetrales, y practicando excavaciones en la obra de fábrica para obtener hornacinas y partes salientes. Su proyecto preveía una gran cúpula que debía cubrir el área central, donde se ubicaba el altar papal. Por fin, se llevó a cabo la construcción, exceptuando la cúpula, y a la muerte del maestro, en 1564, su discípulo Giacomo Della Porta, aplicando algunas modificaciones (por ejemplo elevando el arqueo del casquete) completó la colosal obra.

El dilema planteado entre planta central y planta longitudinal todavía no se había resuelto de manera definitiva. El Concilio de Trento, concluido en 1563, recomendaba que en la construcción de las iglesias se usara la estructura longitudinal. Por este motivo, se encargó al arquitecto Carlo Maderno para que ampliara lo hecho por Miguel Ángel. Así fue que Maderno agregó dos alas transformando San Pedro en una iglesia con planta en cruz latina. También a Maderno se debe la fachada de estilo “clásico” hecha en los años 1607-1612, que, lamentablemente, tuvo el efecto negativo de esconder y alejar la visual de la cúpula de Miguel Ángel. La plaza frontera de Bernini buscará una solución al problema del acercamiento de la gran estructura al ojo del observador.