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domingo, 20 de marzo de 2011

Transfigurados con Cristo


Escrito por Julia Lopez
Miércoles, 16 de Marzo de 2011 16:23

Durante la celebración litúrgica de la Transfiguración del Señor, se rememora el episodio misterioso en que Jesús llevó consigo al Monte Tabor a tres de sus apóstoles: Pedro, Santiago y Juan.

Allí, acompañado por los profetas Moisés y Elías, se transfiguró, reflejando en su rostro la gloria divina: un anticipo de su resurrección de la que todos seremos herederos.

A más de dos mil años de este acontecimiento divino, la Transfiguración de Jesús continúa haciéndose presente en nuestras vidas. Y es en el rostro de los pobres que su mirada sigue latente.

Varios sacerdotes coincidieron en que Jesús se revela en aquellos más necesitados y que desde sus realidades, nos habla e interpela.

El Vicario Pastoral de la Diócesis de Caguas, Padre Feliciano Rodríguez expresó que siempre que se puede compartir con los demás hay una riqueza interior. Es la posibilidad de ser luz a otros y asumir nuevos horizontes que, según explicó, es el propósito de la Transfiguración.

“La esperanza cristiana no es una quimera. Podemos ayudarnos los unos a los otros. No perdemos el tiempo porque el Señor nos garantiza que dichas acciones tendrán un desenlace de luz y de resurrección”, dijo a El Visitante.

De igual forma, resaltó que el esfuerzo genuino de la gente que actúa por puro amor, es lo que transforma el mundo y transfigura la sociedad.

Acorde con este pensamiento, el vicario pastoral de la Iglesia Cristo Rey de Ponce, Padre Arnaldo Dominicci consideró que el rostro de Dios se revela cada vez que un cristiano, mediante la compasión, manifiesta su amor gratuito al caído y a aquellos que más sufren.

“Puede el Señor servirse de nosotros para transfigurar la vida de algún hermano o hermana que se encuentre desanimado o vacilante, y fortalecerle a tomar la propia cruz, la propia vida, con la certeza de que Jesucristo convierte la tristeza en gozo, la muerte en vida. Un gesto de cariño, una palabra de aliento, un sonrisa son modos en que Dios se sigue haciendo presente”, indicó.

Del mismo modo, fue enfático al declarar que cada cristiano tiene la necesidad de gozar una experiencia de transfiguración, es decir, “que se nos aparezca Jesucristo, o mejor, que reconozcamos su presencia en nuestras vidas, para poder enfrentar nuestras luchas y sufrimientos”.

“Este hecho nos lleva a pedirle al Señor que se manifieste y nos permita vivir desde la fe y su Presencia, cada aspecto de nuestra vida”, expresó el presbítero.

A tales efectos, el Papa Juan Pablo II en la octava de Pascua, cuando se cumplió el segundo milenio del acontecimiento litúrgico, señaló que “la Transfiguración nos concede una visión anticipada de la gloriosa venida de Cristo ‘el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo’ (Flp 3, 21). Pero que nos recuerda también que es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios (Hch 14, 22) (CIC, n. 556)”.

Por otro lado, el Papa Benedicto XVI señala en su Mensaje para la Cuaresma 2011: “La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan «aparte, a un monte alto» (Mt 17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (v. 5)

“Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: El quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor”, señala el Vicario de Cristo.

Al respecto, el sacerdote y profesor de teología de la Pontificia Universidad Católica en Ponce, Padre Omar Martínez Medina O.P. considera que al igual que los apóstoles quisieron eternizar ese momento de contemplación en sus vidas, hoy día se vive la Transfiguración como una experiencia existencial con Jesús en donde se desea retener el tiempo en el que Dios se manifiesta.

“… Es paralizar ese instante para que no pase a ser un relámpago fugaz sino un momento de modificación y cambio del ser humano en todas sus actitudes que conlleva un cambio en los pensamientos, sentimiento y acciones”, dijo el profesor.

El teólogo afirma que la contemplación incesante de la criatura con el Creador, mediante la oración, nos transporta al “monte alto” donde acontece la Transfiguración. Sin embargo, no todos logran llegar.

“La oración es todo un estar con Dios y cuando encontramos esa identidad, como creaciones de Él que somos, eso de por sí es una gracia especial. Pero no todo el mundo alcanza ese momento de éxtasis espiritual, porque nos dejamos robar la paz por cosas superficiales que nos interesan más que vivir una vida en el espíritu”, reafirmó.



Ayuno y silencio para encontrar a Dios

Las prácticas penitenciales nos ayudan a experimentar el poder de Dios. Según padre Arnaldo, el ayuno nos da las herramientas para rechazar la tentación, al mismo tiempo que nos fortalece las defensas contra el virus del pecado.

“El ayuno mira a purificar, vaciar nuestro corazón de todo alimento que le daña (a veces sin ser cosas malas, pero que han ocupado el lugar de Dios), de modo que pueda experimentar hambre de comer el “alimento verdadero”, que es hacer la voluntad del Padre”, señaló.

Por tanto, según explicó el sacerdote, abrirse a la obra de la gracia de Jesucristo, renovar el Bautismo en la Pascua y explotar todo su potencial, ayudará a rechazar el pecado y vivir la fe. Se exige del cristiano, aguzar el oído ante la voz de Dios.

“Cuaresma es un tiempo privilegiado para escuchar con más intensidad la Palabra de Dios, por ello la necesidad del silencio interior y exterior, de dedicar espacios y tiempos para retirarse a encontrarse con Dios”, concluyó el sacerdote.

Cristo se puede transfigurar en todo aquel que quiera conocerle. Nos enseña, entre tantas cosas, a perseverar a pesar del sufrimiento y a vivir confiados en que Él nos espera con su gloria en el Cielo.