Jesús dijo:"Como tú,Padre, en mi y Yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectactamente uno, y que el mundo conozca que tú me has enviado." Juan 17, 20-24
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sábado, 3 de diciembre de 2011
Las Riquezas del Adviento
Written by Luis Malpíca
¡Qué lástima que se haya perdido en una gran porción del pueblo cristiano, inclusive nuestra Iglesia, el sentido profundamente religioso y sagrado de ese período de preparación, en expectativa gozosa de la Venida del Salvador!
Eso es lo que precisamente significa el vocablo, derivado del latín, adventus, venida. Muchos de los que tuvieron el singular privilegio de haber sido discípulos de Carlos Manuel Rodríguez, tanto en el Centro Universitario Católico; en Caguas, su pueblo natal; así como en toda la isla a través de sus publicaciones, nos han manifestado como éste, que quizá sea nuestro primer santo, aún siendo un laico, se instruyó y nutrió de cuanto pudo para entender y propagar el disfrute de este tiempo litúrgico tan singular.
Como se indica en las páginas 16 y 17 de la segunda edición de "En Aquel Tiempo" -libro sobre la vida y obra del beato Chali que les recomiendo leer-, este joven laico, quien, según los que le conocieron “vivió” y murió en olor de santidad, inició, allá por los años 50, una campaña educativa y pastoral en torno al Adviento. Indicaba a sus discípulos y amigos universitarios lo que ya, gracias al Concilio Vaticano II, debería ser de conocimiento de todos los fieles. Nos explicamos.
Este es un tiempo dominado por tres figuras centrales en las Sagradas Escrituras. A saber, el profeta Isaías, el precursor, S. Juan Bautista y la Santísima Virgen, madre del que habría de venir.
Ellos ilustraban la expectación del pueblo de Israel por el anhelado de las naciones: "Cielos, lloved las nubes al Justo”… “Yo soy voz del que clama en el desierto: enderezad los caminos del Señor” y por fin, la Esclava del Señor, ante el ángel S. Gabriel: “Hágase en mí según Tu Palabra”…
Cierto, vivimos “tiempos nuevos”. ¡Pero vaya problemas que nos hemos buscado, precisamente por perder esta visión de lo sagrado y el gusto por las cosas de Dios y su Iglesia! ¿No es acaso este el tiempo de renovación, durante el cual enderecemos nuestra vida por rutas que nos lleven a Dios?
Exhortamos a todos a ahondar en estos sagrados misterios de la venida, que según los padres de la Iglesia es triple: pues Cristo viene en profecía y en la historia; a nosotros mediante la gracia: Palabra y Eucaristía, y finalmente, al concluir la historia y el tiempo, en la Parusía.
Prácticas piadosas como la Corona de Adviento, la bendición del Árbol de Navidad y del Pesebre, así como el rezo de las bellas Antífonas o, todas contribuirán a que hagamos de éste no un tiempo de derrochar dinero, sino de lograr un caudal de bendiciones, riqueza del alma y del hogar, capaz de reformar, convertir, nuestra sociedad tan maltrecha.
¡Hagamos el propósito de gozar de las riquezas del Adviento!