Jesús dijo:"Como tú,Padre, en mi y Yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectactamente uno, y que el mundo conozca que tú me has enviado." Juan 17, 20-24
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martes, 12 de abril de 2011
Lo que Dios une que no lo separe el hombre
Escrito por Marielisa Ortiz Berríos
Miércoles, 06 de Abril de 2011 11:39
Acorde al Departamento de Salud (DS), para el 1962 ocurrieron en Puerto Rico 6,565 divorcios.
Al año 2005, esa cifra era más que el doble, con 15,816. Han pasado seis años y estos números no están actualizados, sin embargo, según la tendencia a través del tiempo, la cantidad de rupturas matrimoniales podría haber mantenido esta inclinación. Estas cantidades contrastan con los números de matrimonios, ya que desde 1998 los enlaces han ido descendiendo. Significa que los divorcios están superando los matrimonios, por lo que la base de las familias puertorriqueñas está tambaleándose.
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El padre Felipe Núñez, Vicario de la Pastoral Familiar de la Arquidiócesis de San Juan, indicó a El Visitante que cuando llegan a él personas divorciadas pidiéndole dirección, siempre les recomienda mantenerse en conexión con la comunidad y que no se separen de ella. Les sugiere que hablen directamente con su párroco para ver cómo los pueden ayudar a redefinirse en su nuevo estilo de vida.
El sacerdote indicó que actualmente se encuentran en la organización de varias comisiones dentro de la pastoral familiar. Una de ellas estará dirigida a personas separadas y divorciadas para ayudarles a restablecer su vida de una forma cristiana y que puedan ser felices. “En la Vicaría de la Familia queremos caminar con todo el mundo en las diferentes etapas que ellos se encuentren. Ayudar al matrimonio a que se mantenga, queremos darle más herramientas para que estén mejor, a los que están en dificultades herramientas para que salgan de la crisis y a los que ya han roto darles la ayuda para mantener su vida de fe”, dijo el padre Núñez. “Creemos que la prevención es importante como también resolver el problema”.
Apoyo para el divorciado vuelto a casar
En la Parroquia San José Obrero de Ponce, existe un ministerio llamado Matrimonios Unidos en Cristo (MUC), dedicado a brindar retiros matrimoniales y el mensaje de la palabra a parejas que quieran afianzar su relación con Cristo, para mejorar su comunicación. El Padre Manuel Santiago, director espiritual, mencionó que reciben a matrimonios casados por la iglesia o no, e incluso divorciados vueltos a casar.
Padre Santiago expresó que el ministerio respeta la diferencia de cada pareja. Realizan dos retiros al año y se reúnen mensualmente por dos horas en diferentes células (subgrupos), que son dirigidos a su vez por matrimonios. También realizan encuentros de hombres y mujeres, cada uno aparte. El director espiritual del MUC en Puerto Rico dijo que en el ministerio hay parejas desde un mes de casados hasta 40 años y no todas tienen una situación específica.
Lo que enseña la Iglesia
El canon 1141 del Código de Derecho Canónico de la Iglesia Católica dice que entre bautizados católicos “el matrimonio celebrado y consumado no puede ser disuelto por ningún poder humano ni por ninguna causa fuera de la muerte”. Esto significa, que aun las parejas casadas por la Iglesia Católica y divorciadas, continúan casadas bajo los designios de Dios. San Basilio, uno de los grandes padres de la Iglesia, dijo -citando, en parte, las palabras de Jesús- que “si el marido, tras haberse separado de su mujer, se une a otra mujer, es adúltero, porque hace cometer un adulterio a esta mujer; y la mujer que habita con él es adúltera, porque ha atraído a sí al marido de otra”. Según el Catecismo, el divorcio es una ofensa grave a la ley natural y que pretende romper el contrato aceptado libremente por los esposos, de vivir juntos hasta la muerte.
El Catecismo indica que “el divorcio adquiere también su carácter inmoral a causa del desorden que introduce en la célula familiar y en la sociedad. Este desorden entraña daños graves: para el cónyuge, que se ve abandonado; para los hijos, traumatizados por la separación de los padres, y a menudo viviendo en tensión a causa de sus padres; por su efecto contagioso, que hace de él una verdadera plaga social”. El Papa Juan Pablo II, en su exhortación apostólica Familiaris Consortio, alentó a los cristianos que viven esta situación [divorciados y vueltos a casar], y que con frecuencia conservan la fe y desean educar cristianamente a sus hijos, “a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la misa [pero sin comulgar], a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar sus hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios”.