Escrito por Jaime Torres Torres
Miércoles, 04 de Mayo de 2011 16:26
Ciudad del Vaticano – Cuando las bendiciones de Dios colman de alegría el corazón del ser humano, sus ojos –que son los espejos del alma- se inundan de lágrimas.
Entonces emana, despacio y silencioso, el llanto del don de la gracia divina; de la convicción espiritual de sentirse amado por la Santísima Trinidad y arrullado por la Madre Iglesia. Esa fue la bendición, a juzgar por sus cálidas sonrisas y brillantes miradas, que recibieron centenares de los peregrinos de los cinco continentes que el pasado domingo, Fiesta de la Divina Misericordia, desbordaron la Vía de la Conciliación durante la Misa de la Beatificación de Juan Pablo II, el único Papa que ha visitado Puerto Rico.
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La experiencia, de indudable carácter divino, literalmente propició que el rebaño, en su mayor parte compuesto por jóvenes, tocara el Cielo y durante casi tres horas disfrutara en las inmediaciones de la Plaza San Pedro de una primicia de la felicidad eterna.
Según informaron fuentes oficiales de la Santa Sede, la beatificación de Juan Pablo II ha sido la más concurrida de la historia. Se estima que un millón de fieles se trasladaron a la Ciudad Eterna para ser testigos del momento en que el Papa Benedicto XVI proclamó venerable al polaco Karol Wojtyla, cuya fiesta litúrgica la Iglesia celebrará cada 22 de octubre, día en que inició su ministerio petrino.
“Concedemos que el venerable siervo de Dios Juan Pablo II, de ahora en adelante sea llamado Beato y que se pueda celebrar su fiesta en los lugares y según las reglas establecidas por el derecho, cada año el 22 de octubre”, anunció el Santo Padre.
Al ser develada la imagen del Beato cientos no pudieron contener sus lágrimas de gozo al observar su iluminadora mirada y la dulzura de su amigable y tierna sonrisa.
Y es que muchos, particularmente los jóvenes acogidos por él en los encuentros de la Jornada Mundial de la Juventud, descubrieron el rostro del Padre en Juan Pablo II; un padre -como Benedicto XVI subrayó en su homilía- que los ayudó a vencer los miedos.
“En una palabra, ayudó a no tener miedo de la verdad, porque la verdad es garantía de libertad. Más en síntesis todavía: nos devolvió la fuerza de creer en Cristo, porque Cristo es Redentor del hombre, tema de su primera Encíclica e hilo conductor de todas las demás”, resaltó el Obispo de Roma.
Celebra el Arzobispo
de San Juan
Después de finalizar la celebración eucarística y mientras los fieles se disponían a venerar la sangre del Beato conservada en un hermoso relicario preparado por la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas, el Arzobispo Metropolitano de San Juan, Monseñor Roberto Octavio González Nieves dijo a El Visitante que es imposible resumir en varias frases el significado de la beatificación de Juan Pablo II.
“Fue extenso, profundo y multifacético, pero el tema de la paz y el nuevo orden económico internacional son de gran vitalidad en su pontificado. En todos sus pronunciamientos y encíclicas vemos un Papa sumamente dinámico, catequizador, evangélico y misionero”.
El próximo 13 de mayo se conmemorará el trigésimo aniversario del atentado contra su vida, perpetrado por el turco Alí Agca. El derramamiento de sangre en la Plaza San Pedro será recordado como un signo de su martirio.
“Juan Pablo II fue un papa que vivió un martirio en vida. Hay dos clases de martirio como dice San Antonio María Claret: el exterior y el interior. Juan Pablo vivió el interior pero participó del exterior cuando derramó su sangre”.
La multitudinaria peregrinación de jóvenes de todas las nacionalidades a la Santa Sede será recordada como un signo de la renovación de la Iglesia y de cómo, a pesar de la persecución que enfrenta en estos días, las puertas del infierno jamás prevalecerán contra ella.
El Arzobispo coincidió con el planteamiento de El Visitante. “Caminando durante una hora entre la multitud, la presencia de jóvenes sobresaltaba a la vista. La Iglesia realmente es la presencia de Dios en el mundo; es un misterio de su amor, de su misericordia y de todo el acontecer salvífico. Damos gracias a Dios por este acontecimiento y hermosa bendición que nos ha caído del Cielo”.
Comparan peregrinación con “retiro”
La puertorriqueña María Magdalena Román Vega comparó su experiencia en la peregrinación con un retiro espiritual.
“Es un regalo que Dios me ha dado para vivir más cerca de El. He ofrecido esta peregrinación por tantas personas que me pidieron oración y también por mí, por sanidad interior y cada día intentar ser santa”.
Por su parte, el párroco de Madre Cabrini, Prisciliano Cárdenas, dijo a El Visitante que anhelaba ser testigo de la beatificación de Juan Pablo II y que el Beato debe ser ejemplo para la cristiandad sobre el llamado recibido por el sacramento del Bautismo a ser “piedras vivas” de la Iglesia.
“Mirar al Papa era descubrir en él el reflejo de Dios. Juan Pablo II tiene un alma extraordinaria y hoy (el pasado domingo) Roma está lleno de creyentes. Hemos rezado por la paz en Puerto Rico. Y quiere que seamos “piedras vivas” para reconstruir la Iglesia en Puerto Rico”.
Por último, la laica Magda Alvarez, de la Parroquia San Juan Evangelista y quien obsequió a los peregrinos un ejemplar del libro “El Santo que todos conocimos”, confesó que Juan Pablo II le enseñó a cargar las cruces de la vida con resignación.
“Hoy día nadie quiere llevar la cruz ni el dolor. Nos enseñó a llevarla con amor; nos enseñó a amarla y abrazarla. Nunca dejó de trabajar hasta el final de sus días. Cansado y todo, salía a la plaza. Nos dio una gran lección. Este es el año de Juan Pablo II y todo lo que le pidamos a Dios por su intercesión nos lo concederá”.