Buscar este blog

domingo, 8 de mayo de 2011

Jesús acompaña al bautizado


Escrito por P. Ángel M. Santos Santos
Miércoles, 04 de Mayo de 2011 16:35

Los cristianos viven la experiencia de los discípulos de Emaús. Mientras éstos caminaban y conversaban, Jesús en persona se les unió pero estaban cegados y no podían reconocerlo (Lc 24, 16). Jesús acompaña a los que reciben el primero de los sacramentos. Los bautizados en la infancia no lo recuerdan. Muchos, como si estuvieran ciegos, no reconocen a Jesús actuando en sus vidas. Necesitan la ayuda de los demás hermanos en la Iglesia para darse cuenta de la presencia del Señor.

Los bautizados, como todos los seres humanos, suelen hablar de los acontecimientos del momento. Todos examinan los sucesos cotidianos y dan su opinión. Muchos, aunque están bautizados, no se preguntan sobre el sentido de la vida. Pero esta inquietud está escondida en el alma. En la circunstancia menos esperada aflora la más importante de las preguntas: ¿Por qué estoy en este mundo y para qué vivo y muero?

Los bautizados encuentran el sentido de la vida en el mensaje, obra y persona de Jesús. No sólo hablan acerca de Jesús, sino también dialogan con él como lo hicieron los discípulos de Emaús. En la conversación con Jesús descubren el sentido de la vida y su propia identidad como hijos amados de Dios. Este ejercicio espiritual se llama oración, dialogar con Jesús escuchando su Palabra y contándole las preocupaciones cotidianas. Jesús prometió su presencia a los que oran. El Señor está presente cuando dos o más discípulos se reúnen en su nombre.

La Palabra de Dios

Jesús está presente en la vida de los bautizados por su Palabra comunicada en la Sagrada Escritura. El Señor, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, explicó a los dos discípulos lo que se refería a él en las Escrituras (Lc 24, 27). Muchos están ciegos a la presencia de Jesús en sus vidas porque desconocen la Palabra de Dios. La ignorancia de la Sagrada Escritura es desconocimiento de la presencia de Jesús.

Por eso, el bautizado debe encontrar tiempo para meditar el mensaje de Jesús. Por el conocimiento de su Palabra, el cristiano descubrirá el corazón amoroso de Dios. Este encuentro con Dios llena al cristiano del verdadero amor. Por eso aquellos dos discípulos ardían internamente mientras Jesús por el camino les explicaba las Escrituras (Lc 24, 32). Así también se inflama el espíritu del bautizado que escucha con atención la Palabra de Dios.

Al partir el pan

En el caminar de la vida, el bautizado se detiene para comer con el Señor y dejarse alimentar por Él. Ese momento es la Santa Misa celebrada cada domingo. El sacerdote repite los gestos de Jesús en la Última Cena y todos los asistentes reconocen a Cristo Resucitado. Cada semana, el cristiano se acerca a la Eucaristía para contemplar la presencia del Señor al partir el pan. Los que todavía no pueden recibir a Cristo en la Sagrada Comunión, lo acogen en la Palabra y en la oración.

Los bautizados tienen la oportunidad de tener un encuentro con Cristo en la Iglesia. El Señor está presente en la oración, en la Palabra, en los Sacramentos y en el amor mutuo. Muchos pierden esta oportunidad porque viven sin congregarse en la Iglesia, aunque son miembros de ella con todo derecho por el bautismo. Es necesario que la evangelización se dirija a lograr este encuentro con el Señor atrayendo a los alejados al rebaño de la Iglesia. Los cristianos, entusiasmados por la participación en la Eucaristía, se acercan a los demás para conducirlos al encuentro con Cristo vivo.