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miércoles, 18 de julio de 2012

El derecho de profesar el catolicismo

La libertad religiosa es un derecho protegido con­stitucionalmente en nuestra jurisdicción. La constitución también prohíbe el discrimen basado en ideas religiosas. Específica­mente, el Artículo 2, sección 1 indica qué: “la dignidad del ser humano es inviolable. Todos los hombres son iguales ante la Ley. No podrá establecerse discrimen alguno por motivo de raza, color, sexo, nacimien­to, origen o condición social, ni ideas políticas o religiosas. Tanto las leyes como el sis­tema de instrucción pública encarnarán estos principios de esencial igualdad humana”. La libertad religiosa, es un derecho tan indispensable que el propio estado, mediante la creación de la Constitución, su ley de mayor jerarquía, le relacionó inherentemente a la dignidad humana. Es por esta razón que podemos y debemos ejercer libremente nuestro cre­do religioso, sin temor a ser si­lenciados o discriminados por esto. El Concilio Vaticano II, relaciona la libertad religiosa a la dignidad del ser humano. En dicho documento se subraya el valor eminente del derecho a la libertad religiosa: “Todos los hombres deben estar inmunes de coacción, tanto por parte de personas particulares, como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y ello de tal manera, que en materia religiosa no se obligue a na­die a obrar contra su concien­cia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, solo o asociado con otros, dentro de los límites de­bidos”. (Concilio Vaticano II, Decl. Dignitatis humanae, 2; AAS 58 (1966) 930-931.) Como católicos estamos llamados a profesar y defender nuestra fe, a la misma vez que respetamos y permitimos a los demás profesar sus credos, re­ligiones o creencias. Recordemos que el respeto de la dignidad personal exige el respeto de la dimensión religi­osa del hombre. Tenemos como miembros de la Iglesia, y de la sociedad, promover un recono­cimiento efectivo del derecho a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa. Proteger es­tos derechos, es indispensable para todo pueblo que quiera garantizar el bien común. Como laicos comprometi­dos, estamos llamados a evan­gelizar a nuestras comuni­dades. Dicha responsabilidad debe darse en un marco de respeto al prójimo y a su vez, bajo el marco del respeto de la libertad religiosa. (Lcda. Kayla Feliciano)