Jesús dijo:"Como tú,Padre, en mi y Yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectactamente uno, y que el mundo conozca que tú me has enviado." Juan 17, 20-24
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miércoles, 18 de julio de 2012
La acción apostólica del laico en la coyuntura moral actual
Hace nueve años la Legislatura de Puerto Rico, declaró y estableció el segundo domingo del mes de julio como “Día de reflexión sobre la Moral y la Familia”. A tono con la exposición de motivos de esa normativa, conocida como Ley Número 302 del año 2003, El Visitante, como medio Católico, ha propiciado un diálogo sobre los principios que la Iglesia entiende deben guiar nuestra conducta, enmarcados en la realidad que vivimos como País. Por lo anterior hemos consultado a diversos especialistas. Ya dialogamos con el Presidente de la Conferencia de Religiosos y Religiosas de Puerto Rico, Padre Ángel Darío Carrero, ofm, con el Profesor y Psicólogo Social Edison Viera Calderón, ahora le toca el turno al Decano del Centro de Estudios de los Dominicos del Caribe (CEDOC), fr. Yamil Samalot-Rivera, o.p.
A nuestra pregunta sobre lo que puede hacer un católico, y la Iglesia, ante la crisis sin precedentes que enfrenta el País en términos morales, Padre Samalot, quien también es director del Santuario Nacional San Martín de Porres, contestó: “La Iglesia como comunidad de creyentes y el católico, como creyente individual, tienen el deber de testimoniar, desde su fe bautismal, los valores evangélicos de la caridad, de la honradez, del perdón, de la justicia, de la verdad, de la comprensión, etc. Quien no crea en estos valores, no creerá porque solamente les hablemos de ellos... tendrán que vernos, como Iglesia, en acción”.
Ante esa respuesta preguntamos por el rol del laicado en esa acción apostólica, en esa pastoral: “A veces el laicado tiene la impresión, o se la hemos erróneamente enseñado así, de que cumplirán con su misión apostólica si después de salir de sus empleos son catequistas, o colaboran con la liturgia o son ministros extraordinarios de la comunión. Estas tareas apostólicas son muy importantes... Pero, son supremamente importantes, las horas que se pasan en la propia faena profesional o hasta familiar. Ese es el primer apostolado de un laico. Y son esos apostolados ‘seculares’ los que lograrán un cambio en la situación crítica de Puerto Rico”.
Por ese particular énfasis que Padre Yamil otorga a la faena profesional del laico, como zona de importancia en su misión católica, le pedimos ejemplos concretos: “No se trata precisamente de rezar el rosario en horas de trabajo o establecer un círculo de oración en la oficina. Eso puede ser muy encomiable, pero, y ante todo, el católico y la católica deben ser profesionales responsables, excelentemente preparados para ejercer el apostolado de su propia profesión. Es de esa forma que se puede dar testimonio de los valores evangélicos en medio de las tareas diarias. Así, y sólo así, se podrán ir sembrando semillas para el Reino”. Y estas reflexiones que ofrece este sacerdote dominico, acerca del testimonio que un católico debe dar en todo momento, no se circunscriben solo a profesionales de corporaciones y empresas. Al respecto puntualiza: “Esto incluye, incluso con más responsabilidad, a nuestros gobernantes y políticos católicos. A veces parecería que los valores del Evangelio son pospuestos ante agendas partidistas o ideológicas”.
Padre Samalot fundamenta sus observaciones con documentos y encíclicas importantes de la Iglesia y la doctrina católica: “El laicado tiene una misión especial en este asunto, según lo ha señalado el Concilio Vaticano II tanto en la Apostolicam Actuositatem como en la Gaudium et Spes. El beato papa Juan Pablo II, lo recordó una vez más al recoger las conclusiones del Sínodo de los Obispos de 1985, en la exhortación apostólica Christifideles Laici”.
A modo de cierre a esta entrevista, Padre Yamil llama la atención sobre algunas alternativas de acción que el laico tiene ante sí para cumplir con su misión apostólica, de modo que pueda contribuir en el desarrollo de una sociedad puertorriqueña justa, que tenga como eje central, en su proceder cotidiano, el respeto de la dignidad trascendente de la persona humana, tal como lo plantea la Doctrina Social de la Iglesia. “Finalmente, el católico y la católica ha de unirse a los esfuerzos de todos los frentes, sea de otros grupos cristianos, sea de asociaciones civiles, para luchar por un Puerto Rico mejor. La participación en marchas, protestas y otras manifestaciones por parte de la Iglesia Católica ofrece un testimonio muy valioso ante la sociedad de que nuestra fe no es "opio de los pueblos" sino todo lo contrario, una experiencia de vida que nos abre los ojos a la realidad y nos compromete a la transformación social. Es el gran sueño de Jesucristo... que se instaure el Reino que, en clave latinoamericana, se ha venido a conocer como "Civilización del Amor", concluyó.
(Carlos Cana)