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lunes, 3 de septiembre de 2012

Jesús nos pone en guardia sobre la falsa religiosidad

La Ley de Dios que encuentra su cumplimiento en el amor, es el tema de la liturgia de hoy ha dicho el Sucesor de Pedro, en la reflexión previa a la oración dominical del ángelus que rezó con los peregrinos llegados a Castel Gandolfo al mediodía. “La Ley de Dios es su Palabra que guía al hombre en el camino de la vida, lo hace salir de la esclavitud del egoísmo y lo introduce en la “tierra” de la verdadera libertad y de la vida”, afirmó el Papa Benedicto. Por eso en la Biblia la Ley no es vista como un peso oprimente sino como un don precioso del amor del Señor y de su cercanía. Cuando el pueblo se establece en la tierra “ciertamente, la Ley de Dios permanece, pero no es lo más importante, la regla de vida; se transforma mas bien en un revestimiento, en una cobertura, mientras la vida sigue otros caminos, otras reglas, intereses egoístas, individuales y de grupo”. La religión se reduce así a la práctica de usanzas secundarias – ha dicho el Papa. Es el riesgo de toda religión, la falsa religiosidad: “Este pueblo me honra con los labios pero no con el corazón”. Así motivo Benedicto XVI el ruego a María, para que ella “nos ayude a escuchar con corazón abierto y sincero la Palabra de Dios, para que oriente nuestros pensamientos, nuestras elecciones y nuestras acciones, cada día”. jesuita Guillermo Ortiz- RV La verdadera sabiduría Saludo del Papa a los peregrinos de lengua española Texto completo de la reflexión: Queridos hermanos y hermanas: En la Liturgia de la Palabra de este domingo emerge el tema de la Ley de Dios, de su mandamiento: un elemento esencial de la religión hebraica y también de la cristiana, donde encuentra su pleno cumplimiento en el amor (Cfr. Rm 13, 10). La Ley de Dios es su Palabra que guía al hombre en el camino de la vida, lo hace salir de la esclavitud del egoísmo y lo introduce en la «tierra» de la verdadera libertad y de la vida. Por esto en la Biblia la Ley no es vista como un peso, una limitación oprimente, sino como el don más precioso del Señor, el testimonio de su amor paterno, de su voluntad de estar cerca de su pueblo, de ser su Aliado y escribir con él una historia de amor. Así reza el pío israelita: « En tus preceptos tengo mis delicias, no olvido tu palabra. (…) Llévame por la senda de tus mandamientos, porque mi complacencia tengo en ella» (Sal 119, 16.35). En el Antiguo Testamento, aquel que en nombre de Dios transmite la Ley al pueblo es Moisés. Él, después del largo camino en el desierto, en el umbral de la tierra prometida, proclama: «Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las normas que yo te enseño para que las pongas en práctica, a fin de que vivas y entres a tomar posesión de la tierra que te da el Señor, Dios de sus padres» (Dt 4, 1). Y he aquí el problema: cuando el pueblo se establece en la tierra, y es depositario de la Ley, se siente tentado a poner su seguridad y su alegría en algo que ya no es la Palabra del Señor: en los bienes, en el poder, en otras “divinidades” que, en realidad son vanas, son ídolos. Ciertamente, la Ley de Dios permanece, pero ya no es lo más importante, la regla de vida; se convierte más bien en un revestimiento, una cobertura, mientras la vida sigue otros caminos, otras reglas, intereses individuales y de grupo con frecuencia egoístas. Y así la religión pierde su sentido auténtico que es vivir en escucha de Dios para hacer su voluntad, y se reduce a práctica de usanzas secundarias, que satisfacen más bien la necesidad humana de sentirse bien con Dios. Éste es el grave riesgo de cada religión, que Jesús individuó en su tiempo, pero que también se puede verificar, lamentablemente, en la cristiandad. Por tanto, las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy contra los escribas y los fariseos deben hacernos pensar también en nosotros. Jesús hace propias las palabras del profeta Isaías: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres» (Mc 7, 6-7; Cfr. Is 29,13). Y después concluye: «Dejando el precepto de Dios, se aferran a la tradición de los hombres» (Mc 7, 8). También el apóstol Santiago, en su Carta, advierte acerca del peligro de una falsa religiosidad. Él escribe a los cristianos: «Pongan por obra la Palabra y no se contenten sólo con oírla, engañándose a ustedes mismos» (Santiago 1, 22). Que la Virgen María, a quien ahora nos dirigimos en oración, nos ayude a escuchar con corazón abierto y sincero la Palabra de Dios, para que oriente nuestros pensamientos, nuestras elecciones y nuestras acciones, cada día. (Traducción: María Fernanda Bernasconi- RV). Saludos del Papa en distintas lenguas tras el rezo del Ángelus Como siempre, el Santo Padre, tras el rezo mariano del Ángelus, ha saludado en distintas lenguas a todas las personas presentes. Este es el texto de sus palabras en español. Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana. La liturgia de la Palabra de este domingo nos enseña que la verdadera sabiduría consiste en cumplir con sinceridad los preceptos de Dios, para con su ayuda crecer en el conocimiento y en la práctica de la virtud. Que a ejemplo de la Santísima Virgen seamos dóciles al Señor y tratemos de cumplir constantemente su voluntad, cueste lo que cueste, sin caer en el desaliento o la hipocresía. Feliz domingo. Hablando en francés, el Papa se ha dirigido a los estudiantes y alumnos que, tras el periodo de vacaciones, están a punto de empezar un nuevo año escolar. El Santo Padre ha saludado también a un grupo de libaneses y ha expresado su alegría de poder visitar su país dentro de un par de semanas. Es hermoso y necesario aprender. Hacedlo desde el corazón. ¡Y que podáis descubrir también la alegría de la amistad! El tiempo para el deporte y para la recreación es importante, pero el tiempo para la familia y para Dios es más importante todavía. Vuestros padres y profesores deben alentar y encontrar el justo equilibrio entre ambas cosas. También doy la bienvenida esta mañana a los libaneses, les aseguro mi oración y les digo que estoy muy dichoso por visitar pronto su país. Os bendigo a todos con todo mi corazón. A los peregrinos y visitantes de habla inglesa, el Pontífice ha dicho que el Evangelio de la liturgia de hoy nos impulsa a todos a una “mayor armonía entre la fe que atesoramos en nuestro corazón y nuestro comportamiento exterior”. “Por la gracia de Dios, podemos ser purificados por dentro y por fuera, para vivir integralmente nuestro compromiso con Cristo y su mensaje”. El Papa ha proseguido hablando del Evangelio de este domingo también a los fieles de lengua alemana presentes en Castel Gandolfo. “En el evangelio de hoy -ha dicho el Santo Padre- Cristo habla de la verdadera pureza de corazón. No se trata de apariencias, sino de la pureza profunda, interior. Y ésta comienza en nuestras mentes. Las bienaventuranzas del Señor nos muestran el camino de la justicia para abrirnos a la gozosa comunión con Dios”. Benedicto XVI ha dado la bienvenida, seguidamente, a los numerosos fieles y peregrinos polacos que llenan siempre el patio del palacio Pontificio de Castel Gandolfo. El Papa ha recordado que a partir del lunes, los jóvenes comienzan el nuevo año escolar y un nuevo año catequético. “Pido a Dios la luz del Espíritu Santo y los dones necesarios para todos los alumnos y estudiantes, así como para todos aquellos comprometidos en el estudio para que sea para ellos un momento de crecimiento en sabiduría y en la gracia delante de Dios y de los hombres”. Y por último, el Papa ha dirigido un cordial saludo a los peregrinos de lengua italiana, en particular a los fieles de Aprilia y a los chicos de algunas parroquias de la diócesis de Verona y Vicenza. Ha saludado también a un grupo de cónyuges que están celebrando 25 años de matrimonio. A todos les ha deseado un feliz domingo. (ER – RV)

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