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viernes, 17 de septiembre de 2010

Día de los Fieles Difuntos


¿Culto a los Muertos?

Por: Lic. Manolo Mondragón L.

¡DÍA DE MUERTOS.. DÍA DE VIVOS!
“No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven” (Luc 20, 38)

Debido a las numerosas actividades de la vida diaria, las personas muchas veces no tienen tiempo ni de atender a los que viven con ellos, y es muy fácil que se olviden de lo provechoso que puede ser la oración por los fieles difuntos.

¿Qué es un fiel difunto?

Es toda persona bautizada como cristiana católica, que no fue excomulgada de los fieles y no cometió suicidio (pecado contra el Espíritu Santo), quien visitó enfermos, dio de comer al hambriento, etc (Mat 25, 31-46); que permaneció fiel a las enseñanzas de Cristo y el magisterio de la Iglesia de Cristo y vivió como hermano(a) de los demás, que ha pasado de este mundo a la vida.

La vida presente es el tiempo de fidelidad, que ni es cuestión de palabras sino de hechos. Los sacramentos son para vivirlos en la comunidad, para la vida, no para la muerte, puesto que son fuentes de vida.
Muchos NO hemos valorado, no hemos recibido la necesidad de alimentarlos con los sacramentos, mientras vivimos. Cuando una persona ya murió, la familia se angustia para que se celebre la Misa de Cuerpo Presente (y en muchas ocasiones es eso, “un cuerpo presente”, muerto; por lo general: los mismos asistentes a la celebración también están de cuerpo presente, porque no participan de la Misa activamente); o le piden al sacerdote que vaya a despedirlo, siendo que con sus demás hermanos, pasó de este mundo (parroquia, colonia, etc.) como desconocido.
¿Qué sentido tiene despedirlo de la iglesia (edificio-templo) si nunca fue miembro vivo de la Iglesia (Templo Vivo), Cuerpo de Cristo (comunidad)? .Si esa es tu situación aún podemos poner remedio.


El Proceso de la Muerte.

Algunas sectas dicen que el alma muere con el cuerpo.
Sin embargo las Sagradas Escrituras nos demuestra que NO MUERE: Sab 2,23; Ecl 12,7; Mat 10,28; Luc 23,43; Fil 1,23; 2 Cor 5,8; 1 Ped 3,19s; Apo 6,9-11; Hech 7, 59

Entendiendo la Muerte como un paso, la Biblia nos dice que después de la muerte viene el juicio: "Está establecido que los hombres mueran una sola vez y luego viene el juicio" (Heb 9, 27). Después de la muerte viene el juicio particular donde "cada uno recibe conforme a lo que hizo durante su vida mortal" (2 Cor. 5, 10).
Al fin del mundo tendrá lugar el "juicio universal" en el que Cristo vendrá en gloria y majestad a juzgar a los pueblos y naciones, como Iglesia.

“Las almas de los justos están en las manos de Dios y ningún tormento podrá alcanzarlos. A los ojos de los insensatos están bien muertos y su partida parece una derrota. Nos abandonaron: parece que nada quedó de ellos. Pero, en realidad, entraron en la paz. Aunque los hombres hayan visto en eso un castigo, allí estaba la vida inmortal para sostener su esperanza: después de una corta prueba recibirán grandes recompensas” (Sab 3 , 1-5)

Situémonos en el PURGATORIO.
Purgatorio es el lugar o estado por medio del cual, en atención a los méritos de Cristo, se purifican las almas de los que han muerto en gracia de Dios, pero que aún no han satisfecho plenamente por sus pecados. El Purgatorio no es un estado definitivo sino temporal. Y van allá sólo aquellos que al morir no están plenamente purificados de las impurezas del pecado, ya que en el cielo no puede entrar nada que sea manchado o pecaminoso. Los “Hermanos Separados” insisten en que la palabra «Purgatorio» es una pura invención de los católicos y que ni siquiera este nombre se halla en la Biblia. Nosotros argumentamos que tampoco está en la Biblia la palabra «Encarnación» y, sin embargo, todos creemos en ella. Tampoco está la palabra «Trinidad» y todos, católicos y evangélicos, creemos en este misterio. Por tanto, su argumentación no prueba nada.
El mismo Jesús dice que «aquel que peca contra el Espíritu Santo, no alcanzará el perdón de su pecado ni en este mundo ni en el otro» (Mt. 12, 32). Eso revela claramente que alguna expiación del pecado tiene que haber después de la muerte y eso es lo que llamamos el Purgatorio. En consecuencia, después de la muerte hay Purgatorio y hay purificación de los pecados veniales.
Apóstol Pablo dice, además, que en el día del juicio la obra de cada hombre será probada. Esta prueba ocurrirá después de la muerte: "El fuego probará la obra de cada cual. Si su obra resiste al fuego, será premiado, pero si esta obra se convierte en cenizas, él mismo tendrá que pagar. El se salvará pero como quien pasa por el fuego" (1 Cor. 3, 15). La frase: "tendrá que pagar" no se puede referir a la condena del Infierno, ya que de ahí nadie puede salir. Tampoco puede significar el Cielo, ya que allá no hay ningún sufrimiento. Sólo la doctrina y la creencia en el Purgatorio explican y aclaran este pasaje. Pero, además, en la Biblia se demuestra que ya en el Antiguo Testamento, Israel oró por los difuntos. Así lo explica el Libro II de los Macabeos (12, 42-46), donde se dice que Judas Macabeo, después del combate oró por los combatientes muertos en la batalla para que fueran liberados de sus pecados. Dice así: "Y rezaron al Señor para que perdonara totalmente de sus pecados a los compañeros muertos". Y también en 2 Timoteo 1, 1-18, San Pablo dice refiriéndose a Onesíforo: "El Señor le conceda que alcance misericordia en aquel día".
En lo que se refiere al Purgatorio hay que agregar que no es como una segunda oportunidad para que la persona establezca una recta relación con Dios. La conversión y el arrepentimiento deben darse en esta vida y del infierno o del Cielo lo podremos sacar a nadie.

¿Por qué oramos por los difuntos?
Si partimos que, cuando muere un familiar no sabemos si exactamente hubo la remisión de sus culpas, aunque haya sido perdonado de su pecado. Y al no saber si se encuentran en Purgatorio, nosotros oramos por ellos, por los que al llegar con el Señor seguramente oraran con nosotros. Podemos ayudarlos ofreciendo a Dios en su favor nuestros sufrimientos, oraciones y buenas obras (1 Cor 12, 25-26)
“La gracia de tu dádiva llegue a todo viviente, ni siquiera a los muertos les rehúses tu gracia. (Ecl.7,33)

Oración por los Fieles Difuntos desde las catacumbas.

La práctica de orar por los difuntos es sumamente antigua. El libro 2do de los Macabeos en el Antiguo Testamento dice: "Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados" (2Mac. 12, 46); y siguiendo esta tradición, en los primeros días de la Cristiandad se escribían los nombres de los hermanos que habían partido en la díptica, que es un conjunto formado por dos tablas plegables, con forma de libro, en las que la Iglesia primitiva acostumbraba a anotar en dos listas pareadas los nombres de los vivos y los muertos por quienes se había de orar.

En las catacumbas o cementerios de los primeros cristianos, hay aún esculpidas muchas oraciones primitivas, lo que demuestra que los cristianos de los primeros siglos ya oraban por sus muertos. Del siglo II es esta inscripción: «Oh Señor, que estás sentado a la derecha del Padre, recibe el alma de Nectario, Alejandro y Pompeyo y proporciónales algún alivio». Tertuliano (año 160-222) dice: «Cada día hacemos oblaciones por los difuntos». San Juan Crisóstomo (344-407) dice: «No en vano los Apóstoles introdujeron la conmemoración de los difuntos en la celebración de los sagrados misterios. Sabían ellos que esas almas obtendrían de esta fiesta gran provecho y gran utilidad» (Homilía a Filipo, Nro. 4).

En el siglo VI los benedictinos tenían la costumbre de orar por los difuntos al día siguiente de Pentecostés. En tiempos de san Isidoro († 636) en España había una celebración parecida el sábado anterior al sexagésimo día antes del Domingo de Pascua (Domingo segundo de los tres que se contaban antes de la primer de Cuaresma) o antes de Pentecostés.

DOS DE NOVIEMBRE.
En Alemania cerca del año 980, según el testimonio de Widukind, abad de la Corvey, hubo una ceremonia consagrada a la oración de los difuntos el día 1 de noviembre, fecha aceptada y bendecida por la Iglesia. Por el mismo año San Odilón u Odilo en el 980, abad del Monasterio de Cluny, en el sur de Francia, añadió la celebración del 2 de noviembre como fiesta para orar por las almas de los fieles que habían fallecido, por lo que fue llamada "Conmemoración de los Fieles Difuntos" (Recuerdo y oración) De allí se extendió a otras congregaciones de benedictino s y entre los cartujos; la Diócesis de Lieja la adoptó cerca del año 1000, en Milán se adoptó el siglo XII, hasta ser aceptado el 2 de noviembre, como fecha en que la Iglesia celebraría esta fiesta.
Donde toda la Iglesia ora en sufragio de sus fieles difuntos, que no sabemos si se encuentran en Estado de Purificación. Ente los católicos la tradición es orar por los difuntos y en lo posible celebrar la Santa Misa por su eterno descanso. Dice la Liturgia: "Dales, Señor, el descanso eterno y brille para ellos la luz eterna" Y San Agustín respecto a lo que podemos hacer por los difuntos, dijo:"Una lágrima se evapora, una flor se marchita, sólo la oración llega al trono de Dios".
Sin embargo esta conmemoración no es darle culto a la muerte, tristemente por ignorancia muchas personas han adoptado a la mal llamada “Santa Muerte” y piensan que este día es su onomástico y eso es un grave error.

LOS PRIMEROS PROTESTANTES.

A pesar que algunos “hermanos separados” niegan esta fiesta y no celebran alguna fiesta análoga en memoria de los difuntos. Durante la Reforma protestante, la celebración de los Fieles Difuntos fue fusionada con la de Todos los Santos por la Iglesia Anglicana, aunque fue renovada por ciertas Iglesias conectadas con el Movimiento de Oxford en el siglo XIX.

Entre algunos protestantes no anglicanos la tradición ha sido mantenida tenazmente. A pesar de la influencia de Lutero, que abolió esta celebración en Sajonia y de las penas eclesiásticas luteranas, SOBREVIVE esta celebración en la Europa protestante.


LATINOAMÉRICA MÍSTICA SE RESISTE A DEJAR TRADICIONES PAGANAS.

Cuando los misioneros europeos llegan a América en el siglo XVI, se dan cuenta especialmente en las civilizaciones de México (La Mexica o Azteca), que compartían muchas ideas sobre la muerte; a diferencia de otras religiones del viejo continente

• Hacían una fiesta de muertos relacionada directamente con el calendario agrícola prehispánico y era celebrada al iniciar la recolección o cosecha, era celebrado con un gran banquete que creían se compartía hasta con los muertos, aunque esto último no es posible a la luz bíblica, los misioneros comprendieron que se trataba de un día de Fiesta de Vivos donde recordaban a los muertos.

• Creían en el INFRAMUNDO o INFIERNO, los Mayas lo llamaban Xibalbá. En quiché esta palabra quiere decir "lugar de miedo" y en yucateco xibil significa "temblar de miedo, espantarse o erizarse los cabellos".

• Creían en un estado de Purificación, lo llamaban Chignahuamictlán y el Mictlán, “lugar de los muertos o descarnados” que esperan como destino más benigno el paraíso.

• Creían en lugares paradisíacos llamados Tlalocan y el Omeyocan,

• Creían en la Inmortalidad del Alma.

LAS NOTABLES DIFERENCIAS.

Para los antiguos mexicanos, la Muerte no tenía las connotaciones morales de la religión católica, en la que las ideas de infierno y paraíso sirven para castigar o premiar. Por el contrario, ellos creían que los rumbos destinados a las almas de los muertos estaban determinados por el tipo de muerte que habían tenido, y no por su comportamiento en la vida.

• Sus Paraísos:

El Tlalocan o paraíso de Tláloc, Dios de la lluvia. A este sitio se dirigían aquellos que morían en circunstancias relacionadas con el agua: los ahogados, los que morían por efecto de un rayo, los que morían por enfermedades como la gota o la hidropesía, la sarna o las bubas, así como también los niños sacrificados al dios. El Tlalocan era un lugar de reposo y de abundancia. Aunque los muertos eran generalmente incinerados, los predestinados a Tláloc eran enterrados, como las semillas, para germinar.

El Omeyocan era un lugar de gozo permanente, en el que se festejaba al sol y se le acompañaba con música, cantos y bailes. Los muertos que iban al Omeyocan, después de cuatro años, volvían al mundo, convertidos en aves de plumas multicolores y hermosas. Morir en la guerra era considerada como la mejor de las muertes por los aztecas. Por incomprensible que parezca, dentro de la muerte había un sentimiento de esperanza, pues ella ofrecía la posibilidad de acompañar al sol en su diario nacimiento y trascender convertido en pájaro.

• El “Purgatorio Prehispánico”:
El Mictlán, destinado a quienes morían de muerte natural. Este lugar era habitado por Mictlantecuhtli y Mictacacíhuatl, señor y señora de la muerte. Era un sitio muy oscuro, sin ventanas, del que ya no era posible salir. El camino para llegar al Mictlán era muy tortuoso y difícil, pues para llegar a él, las almas debían transitar por distintos lugares durante cuatro años. Luego de este tiempo, las almas llegaban al Chignahuamictlán, lugar donde descansaban o desaparecían las almas de los muertos. Para recorrer este camino, el difunto era enterrado con un perro, el cual le ayudaría a cruzar un río y llegar ante Mictlantecuhtli, a quien debía entregar, como ofrenda, atados de teas y cañas de perfume, algodón (ixcátl), hilos colorados y mantas. Quienes iban al Mictlán recibían, como ofrenda, cuatro flechas y cuatro teas atadas con hilo de algodón.
Por su parte, los niños muertos tenían un lugar especial, llamado Chichihuacuauhco, donde se encontraba un árbol de cuyas ramas goteaba leche, para que se alimentaran. Los niños que llegaban aquí volverían a la tierra cuando se destruyese la raza que la habitaba. De esta forma, de la muerte renacería la vida.

• El Infierno:
Sólo los Mayas concebían el Xibalbá. En quiché esta palabra quiere decir "lugar de miedo" y en yucateco xibil significa "temblar de miedo, espantarse o erizarse los cabellos", ya que los aztecas no veían su purgatorio y paraísos la felicidad plena, por ello tenían la idea de la concepción de vivos y muertos.

LAS FIESTAS EN HONOR A LOS MUERTOS.

Las fechas en honor de los muertos son y eran muy importantes, tanto, que les dedicaban dos meses. Como ya expliqué durante el noveno mes llamado Tlaxochimaco, se llevaba a cabo la celebración denominada Miccailhuitntli o fiesta de los muertitos, alrededor del 16 de julio. Esta fiesta iniciaba cu ando se cortaba en el bosque el árbol llamado xócotl, al cual le quitaban la corteza y le ponían flores para adornarlo. En la celebración participaban todos, y se hacían ofrendas al árbol durante veinte días.

En el décimo mes del calendario, se celebraba la Ueymicailhuitl, o fiesta de los muertos grandes. Esta celebración se llevaba a cabo alrededor del 5 de agosto, cuando decían que caía el xócotl. En esta fiesta se realizaban procesiones que concluían con rondas en torno al árbol. Se acostumbraba realizar sacrificios de personas y se hacían grandes comidas. Después, ponían una figura de bledo en la punta del árbol y danzaban, vestidos con plumas preciosas y cascabeles. Al finalizar la fiesta, los jóvenes subían al árbol para quitar la figura, se derribaba el xócotl y terminaba la celebración. En esta fiesta, la gente acostumbraba colocar altares con ofrendas para recordar a sus muertos, lo que es el antecedente de nuestro actual altar de muertos, en la que colocaban alimentos para compartirlos con ellos.

Viendo las Diferencias y Coincidencias le dieron un nuevo sentido al culto que las civilizaciones prehispánicas para ayudarlas a comprender lo que quería el verdadero Dios; pero los pueblos indígenas manipularon la festividad y al paso de los tiempos hemos deformado el verdadero sentido cristiano de esta celebración y muchos cristianos católicos ignorantemente han fusionado ambas ideologías, paganizando la celebración.

¿Ofrenda para los Muertos?

Una ofrenda es un ofrecimiento de algún don y sólo debe ser para Dios (Gen 8, 20-21, Lev 22, 17-22; Num 18, 29) y hecha de corazón (Exo 25, 2; 35, 29), no porque Dios las necesite sino porque con ellas le damos agradecimiento (Sal 50,23; 54, 6-7) y amistad con él, lo que trae bendiciones para generosos, (Sal 112, 5-9; Pro 11,24-25; 22, 9; Ecc 11, 1); pero al Señor le molestan las ofrendas que hacen los que viven en pecado (Isa 1,11-17; 66, 3; Jer 6,20; Age 2,13-14; Mal 2, 12; Mat 23, 23) y para que los demás las vean.

Entonces los misioneros aceptaron que se hiciera una Ofrenda para Dios por los fieles difuntos, no para los fieles difuntos. Una ofrenda que es como homenaje por los difuntos y una manera de agradecer a Dios por todo el bien que hizo por ellos. La ofrenda permite recordar que nuestros “fieles difuntos” siguen vivos y son los MISMOS; que su parentesco con nosotros continúa, salvo el marital que está fundado en una necesidad biológica (Mc 12, 18-25)

Es inútil creer que los fieles difuntos vendrán a probarlas, pues en el cielo y en la Resurrección son seres incorpóreos sin necesidad de alimento físico o bebida: "Cuando resuciten los muertos, ni los hombres ni las mujeres se casarán, si no que serán como ángeles en el cielo " (Mc 12, 18-25) Y ellos no pueden cruzar la frontera del más allá:

Jesús habló del abismo entre el Infierno y el Cielo y a su vez a la Tierra, al contarnos la Parábola de Lázaro y el rico Epulón, descartando que los muertos puedan “ir y venir” : “Además, entre ustedes y nosotros hay un abismo tremendo, de tal manera que los que quieran cruzar desde aquí hasta ustedes no puedan hacerlo, y tampoco lo puedan hacer del lado de ustedes al nuestro. Abrahán le replicó: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, aunque resucite uno de entre los muertos, no se convencerán." Luc 16, 26.31

A diferencia de lo que creían los INDIGENAS, los cristianos católicos sabemos que los que se encuentran en el Cielo viven tan felices, que sería absurdo que vinieran sólo para comerse un tamal o beber un jarro de pulque ; los que viven en el Infierno, jamás saldrán de Él; y los que están en estado de Purificación están luchando por su purificación como para venir a degustar un dulce o un pan.

¿Entonces por qué pierden sabor, volumen y olor los elementos de la ofrenda?

Realmente esta afirmación es muy relativa, hay quienes aseguran que los “espíritus” se llevan consigo el “aroma y sabor” de las frutas, panes, agua, y alimentos de la “Ofrenda”.
Científicamente se sabe que agua es insabora e inolora, así que es imposible comprobar que ha perdido ambas propiedades “que no tiene”, respecto al volumen esto es algo demasiado subjetivo. Por lo que respecta a las frutas, se sabe que las “frutas temporada” son sumamente aromáticas, es decir que su aroma y sabor es “volátil”, si se deja una fruta de estas “aislada” durante una noche perderá su consistencia y sabor, no sólo el dos de noviembre. Lo mismo sucede con el pan para esta ocasión; todo panadero sabe que el pan fresco pierde fácilmente sus características de textura, sabor y olor debido a que la actividad de la levadura en el precocido donde quedaron azúcares sin fermentar y con mayor razón este pan que se prepara con una masa de harina, levadura, mantequilla, azúcar, huevo y leche; misma que se adereza con esencias naturales como la vainilla o naranja, lo que facilitan dicha propiedad de perder sabor y aroma. Y curiosamente las personas que me han asegurado que sucede esto, ninguna ha probado los alimentos antes de colocarlos en la ofrenda. Lo que pudiera ser superstición, misma que el Señor prohíbe en la Biblia (Deuteronomio 18,10)

Y desde otro punto de vista, los demonios ; que rondan por el mundo pueden hacer muchas cosas para desviar nuestra atención.

¿Altar de Muertos?

Los aztecas llamaban “momoztli”, que se ha traducido como “altar”, aunque significaba simplemente “lugar alto”. La palabra altar se deriva del latín : altāre que significa donde se ofrece un sacrificio, y esa es la concepción bíblica (Gen 8,20-22 ; Gen 13,18; 22, 9; 26, 25; 33, 20; 35, 7; 2Sam 24, 25) por tanto la de los cristianos católicos. Y desde el punto de vista prehispánico ahí no se hacían sacrificios, sólo se compartían los alimentos, tampoco se ofrendaban porque no era una dádiva para implorar auxilio o tributarlo por obligación. Para ellos simplemente era “tenemactli” es decir por “compartir”. Así que mal utilizado el término “Altar de Muertos”
Se ha tolerado la costumbre de colocar una “ofrenda”, ya que es al mismo tiempo una “maqueta” que representa los tres estadios de la Iglesia de Cristo: Triunfante (Cielo), Iglesia Purgante (Purgatorio) e Iglesia Peregrina (Terrena), he ahí la razón por la cual se colocan tres escalones.

Por tal motivo se han agregado algunos elementos simbólicos:

• Mesa: Símbolo de fraternidad. Es en la mesa de la eucaristía donde Dios nos hace hermanos, será en una mesa donde podremos disfrutar del Banquete Eterno del Reino de Dios. En muchos lugares es un excelente “pretexto” para convivir con la familia (al colocarla ofrenda y al retirarla)

• Comida: representa el “suculento banquete del Reino de Dios” (Isa 25,6; Apo 19,9)

• Imagen de Jesús, algún Santo o la Virgen María: Para recordar su presencia en el Cielo (Rom 8,34; Apo 12, 1; Apo 8,4)

• Pan: Nos recuerda que Jesús es el “PAN VIVO” (Jn 6,51), algunos lugares elaboran un delicioso pan, empolvorado con azúcar blanca que recuerda la pureza de Jesús o bien con azúcar roja, representando la salvación por medio de su preciosa sangre. Las llamadas hojaldras recuerdan que Jesús nos salvó de ser solo un “montón de huesos”. Es así mismo una alusión al pan eucarístico del que se nutrió el fiel difunto para gozar de la vida eterna.

• Cruz: Para recordarnos que gracias al misterio de la salvación en cruz, la “Iglesia Peregrina” puede disfrutar del Cielo (Efe 2,16; Col 1, 20)

• Foto del Difunto: Para recordarle como vivo, porque Él disfruta de la vida eterna (Dan 12,2; Luc 20, 38: Mat 25, 46); gracias a estas “costumbres” muchos hijos y nietos conocen un poco sobre sus ascendientes.

• Velas o veladoras. Sacramentales que representan que Jesús es la “Luz del Mundo” (Jn 8,12) y con la esperanza de que en verdad el fiel difunto también lo haya sido para los demás (Mat 5, 1)

• Cadenas de papel morado y amarillo que significan la unión entre la vida y la muerte (Gen 3,19; Deu 30, 19)

• Papel picado que da colorido y alegría de vivir (Rom 6,10; Sal 68,4; Fil 3,1)

• Las flores: Simbolizan la esperanza de la resurrección, el florecimiento del alma gloriosa en la Nueva Jerusalén (Sal 92, 13; Isa 35, 2) , la flor blanca representa el cielo; flor amarilla, la tierra y la morada el luto. La flor de cempoalxóchitl:La flor con el canto en la tradición de Mesoamérica significaban la Verdad. La flor cempoalxóchitl: es amarilla, del color del sol ; por tanto significa que Dios hace florecer abundatemente la vida en las animas. Les da vida en abundancia, tal como lo prometió.

• Las calaveras de azúcar, dulce o chocolate. Representan que el Jesús ha vencido a la muerte (1 Cor 15, 54-55; Heb 2, 14), por eso nos burlamos de ella, y la adornamos, porque para quien permanece en santidad es sólo un dulce paso para estar para siempre con Cristo , por eso es “una ganancia” (Fil 1, 21-23)

• El agua: Símbolo de Dios que da vida, que por el agua bautismal hemos nacido a una vida nueva (Jn 7,38-39; Jn 3,5; Eze 36,25-27)

• Incienso: Símbolo de la Oración que la Iglesia hace a Dios (Sal 141,2)

¿Es malo comer alimentos de la ofrenda?

Muchos “hermanos separados” al considerar que esto es culto a los muertos, por tanto un acto de idolatría prohíben comerlos (1Cor 10,28), pero San Pablo se está refiriendo a carne inmolada a “falsos dioses” (ídolos); como ya vimos esto NO ES CULTO A LOS MUERTOS, LA OFRENDA ES UNA MAQUETA (ADORNO) y ES UNA COSTUMBRE QUE SIRVE PARA CONVIVIR. Así que no hay nada de malo en consumirlos.

La Ofrenda por los difuntos NO ES OBLIGACIÓN para los cristianos católicos. El poner o no ofrenda no afecta la vida espiritual del difunto. Lo que la Iglesia pide es ORACIÓN y sufragios por ellos. La oración es de mucho provecho si ellos se encuentran el Purgatorio o en el Cielo, en otra situación si no fue un “fiel difunto” de ahí nadie lo podrá sacar. No olvidemos que: ¡En otras partes del mundo los católicos no colocan ofrenda, ni velan en los panteones porque no es Doctrina de la Iglesia!


¿Entonces por qué se sigue haciendo?

Por ser una tradición ancestral, el Estado curiosamente “Laico” lo difunde en sus planes de estudio. Y ya que por su colorido la UNESCO ha declarado esta festividad como Patrimonio de la Humanidad. Pero entendiendo esta costumbre como algo particular en Latinoamérica y que no pertenece al culto católico, es algo cultural que viene de los antepasados prehispánicos, es simplemente algo folklórico.

¿Cómo puedo celebrar el Día de los Fieles Difuntos cristianamente?

• Orando en Familia por ellos. Buscando la forma de ganar indulgencia plenaria o parcial para ellos.

• Participando y comulgando en la Santa Misa en ofrecimiento por su eterno descanso, donde se conmemora: la VERDADERA OFRENDA: Cristo Jesús, en el ÚNICO ALTAR.


• Conviviendo como Iglesia, dando testimonios como verdaderos creyentes.

• Asistiendo a los panteones a visitar su tumba, adornándola con flores; como símbolo de nuestra fe de que en ese lugar un día “resucitarán” (Rom 8,11; 1 Cor 15, 12-16)

Algunos acostumbrar llenar de colorido los panteones latinoamericanos con la Ofrenda por los Difuntos; pero a veces esta hermosa tradición hacen del “Campo Santo” un verdadero “Día de Campo”, donde se alcoholizan, con comilonas, hay peleas y excesos, profanando las tumbas de aquellos que reinan con Cristo. ¡Seamos respetuosos con los cuerpos que un día fueron “Templos del Espíritu Santo”!

LAS INDULGENCIAS
"Acumulen tesoros en el cielo" (Mat 6, 19-21)

La indulgencia es uno de los elementos constitutivos del Jubileo. 'En ellas se manifiesta la plenitud de la misericordia del Padre, que sale al encuentro de todos con su amor, manifestado en primer lugar, con el perdón de las culpas' (20).

Las INDULGENCIAS no son permisos para PECAR. De hecho sólo las obtienen los que viven en gracia.

Para la doctrina de las indulgencias, nos remitimos a la enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica:

1.- ¿Qué son las indulgencias?

'La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos'.

2.- ¿Cuántas clases de indulgencias hay?

'La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal debida por los pecados en parte o totalmente'.

3.- ¿A quién benefician?

'Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las indulgencias tanto parciales como plenarias' (CIC, can 992-994) (21).

4.- ¿Cuál es la consecuencia del pecado?

'Para entender esta doctrina y esta práctica de la Iglesia es preciso recordar que el pecado tiene una doble consecuencia. El pecado grave nos priva de la comunión con Dios y por ello nos hace incapaces de la vida eterna, cuya privación se llama la 'pena eterna' del pecado. Por otra parte, todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las creaturas que tienen necesidad de purificación, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama Purgatorio. Esta purificación libera de la que se llama la 'pena temporal' del pecado. Estas dos penas no deben ser concebidas como una especie de venganza, infligida por Dios desde el exterior, sino como algo que brota de la naturaleza misma del pecado. Una conversión que procede de una ferviente caridad puede llegar a la total purificación del pecado, de modo que no subsistiría ninguna pena (cf. Concilio de Trento: DS 1712-1713; 1820)'(22).

5.- Y si Dios ya me perdonó, ¿para qué tengo que ganar indulgencias?

'El perdón del pecado y la restauración de la comunión con Dios entrañan la remisión de las penas eternas del pecado. Pero las penas temporales del pecado permanecen. El cristiano debe esforzarse, soportando pacientemente los sufrimientos y las pruebas de toda clase y, llegado el día, enfrentándose serenamente con la muerte, por aceptar como una gracia estas penas temporales del pecado; debe aplicarse, tanto mediante las obras de misericordia y de caridad, como mediante la oración y las distintas prácticas de penitencia, a despojarse completamente del 'hombre viejo' y a revestirse del 'hombre nuevo'' (cf.Ef 4,24) (23).

6.- ¿Cómo es posible nuestra remisión de las penas por los pecados?

'El cristiano que quiere purificarse de su pecado y santificarse con ayuda de la gracia de Dios no se encuentra solo. 'La vida de cada uno de los hijos de Dios está ligada de una manera admirable, en Cristo y por Cristo, con la vida de todos los otros hermanos cristianos, en la unidad sobrenatural del Cuerpo místico de Cristo, como en una persona mística'(24)'(25).

'En la comunión de los santos, por consiguiente, 'existe entre los fieles -tanto entre quienes ya son bienaventurados como entre los que expían en el purgatorio o los que peregrinan todavía en la tierra- un constante vínculo de amor, un abundante intercambio de todos los bienes' (26) en este intercambio admirable, la santidad de uno aprovecha a los otros, más allá del daño que el pecado de uno pudo causar a los demás. Así, el recurso a la comunión de los santos permite al pecador contrito estar antes y más eficazmente purificado de las penas del pecado'(27).

7.- ¿A quién debemos esta remisión?

'Estos bienes espirituales de la comunión de los santos, los llamamos también el tesoro de la Iglesia, 'que no es suma de bienes, como lo son las riquezas materiales acumuladas en el transcurso de los siglos, sino que es el valor infinito e inagotable que tienen ante Dios las expiaciones y los méritos de Cristo nuestro Señor, ofrecidos para que la humanidad quedara libre del pecado y llegase a la comunión con el Padre. Sólo en Cristo, Redentor nuestro, se encuentran en abundancia las satisfacciones y los méritos de su redención (cf.Heb 7,23-25; 9,11-28)'(28)'(29).

' Pertenecen igualmente a este tesoro el precio verdaderamente inmenso, inconmensurable y siempre nuevo que tienen ante Dios las oraciones y las buenas obras de la Bienaventurada Virgen María y de todos los santos, que se santificaron por la gracia de Cristo, siguiendo sus pasos, y realizaron una obra agradable al Padre, de manera que, trabajando en su propia salvación, cooperaron igualmente a la salvación de sus hermanos en la unidad del Cuerpo Místico'(30).

8- ¿Quién distribuye las indulgencias?

'Las indulgencias se obtienen por la Iglesia que, en virtud del poder de atar y desatar que le fue concedido por Cristo Jesús, interviene en favor de un cristiano y le abre el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos para obtener del Padre de la misericordia la remisión de las penas temporales debidas por sus pecados. Por eso la Iglesia no quiere solamente acudir en ayuda de este cristiano, sino también impulsarlo a hacer obras de piedad, de penitencia y de caridad'(31).

9.- ¿Qué puedo hacer por un fiel difunto?

'Puesto que los fieles difuntos en vía de purificación son también miembros de la misma comunión de los santos, podemos ayudarles, entre otras formas, obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados'(32).







Condiciones GENERALES para ganar la Indulgencia (Parcial o Plenaria)

Para poder beneficiarse de las indulgencias es necesario estar bautizado, no excomulgado y en estado de gracia por lo menos al final de las obras prescritas para ganar la indulgencia.

Para que el sujeto que reúne estas condiciones se beneficie, debe tener intención aunque sea general, de ganarlas y de cumplir las obras prescritas dentro del tiempo establecido y en la forma debida.

Indulgencia plenaria (TODAS LAS CULPAS)

Las siguientes oraciones y acciones, entre otras, tienen indulgencia plenaria, si se cumplen las condiciones requeridas:

• 'A Ti, oh Dios, te alabamos...' (Te Deum): 1º de enero y en la Solemnidad de Pentecostés.

• 'Adorad postrados...' (Tantum ergo): Jueves Santo después de la Misa In Coena Domini y en la acción litúrgica del Corpus Christi.

• 'Jesús dulcísimo...' (Acto de reparación): rezado públicamente el día del Sagrado Corazón.

• 'Miradme, oh mi amado y buen Jesús...': Los viernes de Cuaresma.

• 'Ven, Espíritu Creador...' (Veni Creator): rezado públicamente el 1° de enero y en la Solemnidad de Pentecostés.

• Rezar el Via Crucis: ante las estaciones, pasando de una a otra por lo menos quien lo dirige, meditando las escenas si se desea, con alguna oración vocal.

• Rezo del Santo Rosario: rezándolo en una iglesia, en un oratorio, en familia, o en comunidad. Es suficiente con rezar sólo cinco de los quince misterios, con la meditación de los misterios que se rezan.

• Adoración al Santísimo durante al menos media hora.

• Adoración de la Cruz: en la acción litúrgica del Viernes Santo.

• Realizar Ejercicios Espirituales o retiros similares, al menos de tres días de duración.

• Recibir la Bendición Papal Urbi et Orbi; también es válida por radio o televisión.

• Asistir al rito con que se clausura un Congreso Eucarístico.

• Al sacerdote que celebra los 25, 50, 60 años como aniversario de su ordenación, es extensiva a quienes le acompañen en la Santa Misa.

• Lectura de la Sagrada Escritura: al menos media hora.

• Visitar la iglesia parroquial en la fiesta titular y el 2 de agosto (indulgencia de la Porciúncula). Lo mismo vale para la Iglesia catedral o concatedral o para las iglesias cuasiparroquiales.

• Recibir la bendición apostólica en peligro de muerte inminente. En el caso de que no haya sacerdote, la Iglesia concede esta misma indulgencia con tal que se haya rezado habitualmente algunas oraciones (se suplen las tres condiciones habituales para ganar la indulgencia plenaria).

• Asistir a la predicación de algunos sermones, participando en la clausura de una Santa Misión.

• Visitar una iglesia u oratorio el día de su santo Fundador, rezando un Padrenuestro y un credo.

• Visitar las Basílicas Patriarcales o Mayores de Roma el día de la fiesta titular, en cualquier día de precepto o en día cualquiera del año elegido por el mismo fiel: ha de rezarse el Padrenuestro y el Credo.

• Visitar una iglesia u oratorio el día de Todos los difuntos (o con consentimiento del obispo, el domingo anterior o el posterior). Esta indulgencia sólo es aplicable a las almas del purgatorio.

• Visitar una iglesia o altar en el día de su dedicación, rezando un Padrenuestro y un Credo.

• Usar el día de los Santos Pedro y Pablo (29 de junio) algún objeto piadoso bendecido por el Papa o un obispo, rezando un Credo.

• Al nuevo sacerdote en su Primera Misa Solemne, y a quienes asistan a ella.

• Renovación de las promesas del bautismo: en la Vigilia pascual o en el aniversario del bautismo.

• Visitar la iglesia en que se celebra el Sínodo diocesano mientras éste dura, rezando el Padrenuestro y el Credo.

• Visitar las iglesias estacionales en su día propio, asistiendo a las funciones de la mañana o de la tarde.

• Al fiel que hace la Primera Comunión, y a quienes le acompañan.

• Visita al cementerio en los primeros ocho días del mes de noviembre, orando (basta mentalmente) por los fieles difuntos.

• En la visita pastoral (Papa u obispo), pueden beneficiarse de la indulgencia una vez si se asiste a una función sagrada presidida por el visitador.

Condiciones para la indulgencia plenaria

Para ganar una indulgencia plenaria, además de querer evitar cualquier pecado mortal o venial, hace falta rezar o hacer la obra que incorpora la indulgencia cumpliendo tres condiciones:

1. Confesión sacramental

2. Comunión Eucarística

3. Oración por las intenciones del Papa

Con una sola confesión sacramental puede ganarse varias indulgencias plenarias; en cambio, con una sola comunión eucarística y una sola oración por las intenciones del Papa sólo se gana una indulgencia plenaria. Las tres condiciones pueden cumplirse unos días antes o después de rezar o hacer la obra que incorpora la indulgencia, pero es conveniente que la comunión y la oración por las intenciones del Papa se realicen el mismo día.

La condición de orar por las intenciones del Papa se cumple si se reza a su intención un solo Padrenuestro y un Avemaría; pero se concede a cada fiel la facultad de orar con cualquier fórmula, según su piedad y devoción.

La indulgencia plenaria únicamente puede ganarse una vez al día, pero el fiel cristiano puede alcanzar indulgencia plenaria in artículo mortis, aunque el mismo día haya ganado otra indulgencia plenaria.

La indulgencia parcial puede ganarse varias veces al día, a no ser que expresamente se establezca lo contrario.

La obra indicada para obtener la indulgencia plenaria aneja a una iglesia u oratorio consiste en la visita piadosa de este lugar, rezando el Padrenuestro y el Credo, a no ser que en algún caso especial se establezcan otras condiciones.

Indulgencia parcial

Las siguientes oraciones y acciones tienen indulgencia parcial, todas las que van señalizadas con (*) pueden alcanzar la indulgencia plenaria si se cumplen los requisitos de la misma:

• 'A Ti, bienaventurado José...'.

• 'A ti, oh Dios, te alabamos...' (Te Deum)*.

• 'Acordaos, oh piadosísima Virgen María...'.

• 'Ángel de Dios, tú que eres mi custodio...'.

• 'Aquí estamos, Señor, Espíritu Santo...'.

• 'Santos Apóstoles Pedro y Pablo...'.

• 'Misericordia, Dios mío...' (Salmo 50).

• 'María, Madre de gracia y de clemencia...'.

• 'Adorad postrados...' (Tantum ergo)*.

• 'Oh, sagrado banquete'.

• 'Miradme, oh mi amado y buen Jesús...'*.

• 'Señor, a todos los que por amor...' (Oración por nuestros benefactores).

• 'Señor, Dios Todopoderoso, que nos has hecho llegar al comienzo de este día...'.

• 'Bajo tu protección...' (Sub tuum praesidium).

• 'Señor, dales el descanso eterno...' Esta indulgencia se aplica sólo a los difuntos.

• 'Adórote devotamente...' (Adoro te devote).

• 'Alma de Cristo...'.

• 'Proclama mi alma...' (Magnificat).

• 'Oremos por nuestro Pontífice...'.

• 'Jesús dulcísimo, cuya caridad...'.

• 'Desde lo hondo...'.

• 'Ven, Espíritu Creador...' (Veni Creator).

• 'Ven, Espíritu Santo...' (Veni, Spiritus Sanctus).

• 'Jesús dulcísimo, Redentor del género humano...' (Consagración a Cristo Rey).

• 'Te damos gracias...'

• 'Señor... dígnate enviar a su santo ángel...'.

• 'Señor, que tu gracia inspire...'.

• 'Visita, Señor esta habitación...'.

• Rezar la Salve.

• Rezar el Santo Rosario.

• Rezar el Angelus durante el tiempo ordinario.

• Rezar el Credo, ya sea el apostólico o el niceno-constantinopolitano*.

• Rezar el Regina Coeli durante el tiempo pascual.

• Rezar Laudes o Vísperas del Oficio de difuntos.

• Rezo de cualquiera de las Letanías aprobadas por la Iglesia, entre otras: del Santísimo Nombre de Jesús, del Sagrado Corazón de Jesús, de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, de Santa María Virgen, de San José y de los Santos.

• Rezar las oraciones para pedir por las vocaciones.

• Rezar por la unidad de los cristianos.

• Rezo de cualquiera de los oficios parvos.

• Rezar una oración en honor de un santo en el día de su celebración litúrgica.

• Adoración del Santísimo Sacramento (Visita al Santísimo)*.

• Hacer un acto de contrición.

• Leer la Sagrada Escritura como lectura espiritual*.

• La comunión espiritual.

• Asistir a las Novenas con motivo de Navidad (Posadas con Rosario) , Pentecostés o de la Inmaculada Concepción.

• Cualquier acto de fe, esperanza o caridad.

• Hacer un rato de oración mental.

• Renovar las promesas del bautismo*.

• Impartir o aprender la doctrina cristiana.

• Realizar la Señal de la cruz, pronunciando las palabras de costumbre.

• Visitar las catacumbas.

• Asistir a la predicación de la palabra de Dios*.

• Visitar una iglesia u oratorio en los días en que se realiza la visita pastoral*.

• Usar los objetos piadosos con la bendición debida*.

• Visitar las iglesias estacionales en su día propio.

Condiciones generales para la indulgencia parcial

La indulgencia parcial se concede a los fieles cristianos que, en el cumplimiento de sus obligaciones y en el sufrimiento de las dificultades de la vida, eleva su alma a Dios con humilde confianza, añadiendo, aunque sólo sea mentalmente, alguna piadosa invocación.

La indulgencia parcial se concede al fiel cristiano que, movido por el Espíritu de fe, se entrega a sí mismo o sus bienes, con sentimientos de misericordia, al servicio de los hermanos necesitados.

Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que, con espíritu de penitencia, se priva voluntariamente de alguna cosa lícita y agradable.

Disposiciones para obtener la indulgencia jubilar
Un año Jubilar (de gozo) es cada determinado tiempo donde la Iglesia celebra su ANIVERSARIO. Y concede indulgencias.

Decreto de la Penitenciaría Apostólica

Con el presente decreto, que da cumplimiento a la voluntad del Santo Padre expresada en la Bula para la convocación del Gran Jubileo del año 2000, la Penitenciaría Apostólica, en virtud de las facultades concedidas por el mismo Sumo Pontífice, determina la disciplina que se ha de observar para la obtención de la indulgencia jubilar.

Todos los fieles debidamente preparados pueden beneficiarse copiosamente del don de la indulgencia durante todo el Jubileo, según las disposiciones especificadas a continuación.

Teniendo presente que las indulgencias ya concedidas, sea de manera general, sea por un rescripto especial, permanecen en vigor durante el Gran Jubileo, se recuerda que la indulgencia jubilar puede ser aplicada como sufragio por las almas de los difuntos. Con esta práctica se hace un acto de caridad sobrenatural, por el vínculo mediante el cual, en el Cuerpo místico de Cristo, los fieles todavía peregrinos en este mundo están unidos a los que ya han terminado su existencia terrena. Durante el año jubilar queda también en vigor la norma según la cual la indulgencia plenaria puede obtenerse solamente una vez al día (33).

Culmen del Jubileo es el encuentro con Dios Padre por medio de Cristo Salvador, presente en su Iglesia, especialmente en sus Sacramentos. Por esto, todo el camino jubilar, preparado por la peregrinación, tiene como punto de partida y de llegada la celebración del sacramento de la Penitencia y de la Eucaristía, misterio pascual de Cristo, nuestra paz y nuestra reconciliación: éste es el encuentro transformador que abre al don de la indulgencia para uno mismo y para los demás.

Después de haber celebrado dignamente la confesión sacramental, que de manera ordinaria, según el can. 960 del CIC y el can. 720 del CCEO, debe ser en su forma individual e íntegra, el fiel, una vez cumplidos los requisitos exigidos, puede recibir o aplicar, durante un prudente período de tiempo, el don de la indulgencia plenaria, incluso cotidianamente, sin tener que repetir la confesión.

Conviene, no obstante, que los fieles reciban frecuentemente la gracia del sacramento de la Penitencia, para ahondar en la conversión y en la pureza de corazón (34). La participación en la Eucaristía -necesaria para cada indulgencia- es conveniente que tenga lugar el mismo día en que se realizan las obras prescritas (35).

Estos dos momentos culminantes han de estar acompañados, ante todo, por el testimonio de comunión con la Iglesia, manifestada con la oración por las intenciones del Romano Pontífice, así como por las obras de caridad y de penitencia, según las indicaciones dadas más abajo. Estas obras quieren expresar la verdadera conversión del corazón a la que conduce la comunión con Cristo en los Sacramentos. En efecto, Cristo es la indulgencia y la propiciación por nuestros pecados (1 Jn 2, 2). ÉI, infundiendo en el corazón de los fieles el Espíritu Santo, que es 'el perdón de todos los pecados' (36), impulsa a cada uno a un filial y confiado encuentro con el Padre de la misericordia. De este encuentro surgen los compromisos de conversión y de renovación, de comunión eclesial y de caridad para con los hermanos.

Para el próximo Jubileo se confirma también la norma según la cual los confesores pueden conmutar, en favor de quienes estén legítimamente impedidos, tanto la obra prescrita como las condiciones requeridas (37). Los religiosos y religiosas de clausura, los enfermos y todos aquellos que no puedan salir de su vivienda, podrán realizar, en vez de la visita a una determinada iglesia, una visita a la capilla de la propia casa; si ni siquiera esto les fuera posible, podrán obtener la indulgencia uniéndose espiritualmente a cuantos cumplen en el modo ordinario la obra prescrita, ofreciendo a Dios sus oraciones, sufrimientos y molestias.

Respecto a los requisitos necesarios los fieles pueden obtener la indulgencia jubilar:

1) En Roma, haciendo una peregrinación a una de las Basílicas patriarcales, a saber, la Basílica de San Pedro en el Vaticano, la Archibasílica del Santísimo Salvador de Letrán, la Basílica de Santa María la Mayor o la de San Pablo Extramuros en la vía Ostiense, y participando allí con devoción en la Santa Misa o en otra celebración litúrgica como Laudes o Vísperas, o en un ejercicio de piedad (por ejemplo, elVia Crucis, el Rosario mariano, el rezo del himno Akàthistosen honor de la Madre de Dios); también visitando, en grupo o individualmente, una de las cuatro Basílicas patriarcales y permaneciendo allí un cierto tiempo en adoración eucarística o en meditación espiritual, concluyendo con el 'Padre nuestro', con la profesión de fe en cualquiera de sus formas legítimas y con la invocación a la Santísima Virgen María. En esta ocasión especial del Gran Jubileo, se añaden a las cuatro Basílicas patriarcales los siguientes lugares y con las mismas condiciones: la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén, la Basílica de San Lorenzo junto al cementerio Verano, el Santuario de la Virgen del Divino Amor y las Catacumbas cristianas (38).

2) En Tierra Santa, observando las mis mas condiciones y visitando la Basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén, la Basílica de la Natividad en Belén o la basílica de la Anunciación en Nazaret.

3) En las demás circunscripciones eclesiásticas, haciendo una peregrinación a la Iglesia Catedral o a otras iglesias o lugares designados por el Ordinario y asistiendo allí con devoción a una celebración litúrgica o a otro tipo de ejercicio, como los indicados anteriormente para la ciudad de Roma; también visitando, en grupo o individualmente, la iglesia Catedral o un Santuario designado por el Ordinario, permaneciendo allí un cierto tiempo en meditación espiritual, concluyendo con el 'Padre nuestro', con la profesión de fe en cualquiera de sus formas legítimas y con la invocación a la Santísima Virgen María.

4) En cada lugar, yendo a visitar por un tiempo conveniente a los hermanos necesitados o con dificultades (enfermos, encarcelados, ancianos solos, minusválidos, etc.), como haciendo una peregrinación hacia Cristo presente en ellos (cf. Mt 25, 34-36) y cumpliendo los requisitos espirituales acostumbrados, sacramentales y de oración. Los fieles querrán ciertamente repetir estas visitas durante el Año Santo, pudiendo obtener en cada una de ellas la indulgencia plenaria, obviamente una sola vez al día.


La indulgencia plenaria jubilar podrá obtenerse también mediante iniciativas que favorezcan de modo concreto y generoso el espíritu penitencial, que es como el alma del Jubileo. A saber: absteniéndose al menos durante un día de cosas superfluas (por ejemplo, el tabaco, las bebidas alcohólicas, ayunando o practicando la abstinencia según las normas generales de la Iglesia y las de los Episcopados) y dando una suma proporcionada de dinero a los pobres; sosteniendo con una significativa aportación obras de carácter religioso o social (especialmente en favor de la infancia abandonada, de la juventud con dificultades, de los ancianos necesitados, de los extranjeros en los diversos países donde buscan mejores condiciones de vida); dedicando una parte conveniente del propio tiempo libre a actividades de interés para la comunidad u otras formas parecidas de sacrificio personal.


El artículo de las Indulgencias fue tomado de:
Roma, en la Penitenciaría Apostólica, 29 de noviembre de 1998, 1° domingo de Adviento.
WILLIAM WAKFFIELD Card. BAUM
Penitenciario Mayor
LUIGI DE MAGISTRIS
Regente


(20) Juan Pablo II, Incarnationis Mysterium, Bula de convocación del Gran Jubileo del Año 2000, 9.
(21) Catecismo de la Iglesia Católica, 1471.
(22) Ibid., 1472.
(23) Ibid., 1473.
(24) Pablo VI, Constitución Apostólica Indulgentiarium Doctrina, 5.
(25) Catecismo de la Iglesia Católica, 1474.
(26) Pablo VI, Indulgentiarium Doctrina, 5.
(27) Catecismo de la Iglesia Católica, 1475.
(28) Pablo VI, Indulgentiarum Doctrina, ibid
(29) Catecismo de la Iglesia Católica, 1476.
(30) Pablo VI, Ibid., 1477.
(31) Cf. Pablo VI, ibid., 8, Concilio de Trento; DS 1835, Ibid., 1478.
(32) Ibid., 1479.
(33) Cf. Enchiridion indulgentiarum, LEV 1986 norm. 21, 1.
(34) Ibid., norm. 23, 1-2.
(35) Ibid., norm. 23, 3.
(36) 'Quia ipse remissio omnium peccatorum': Missale Romanum, Super oblata, Sabbato post Dominicam VII Paschae.
(37) Cf. Ench. indulg., norm. 27.
(38) Ibid., conces, 14.
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Esta es la promesa para los que quieren alcanzar la santidad:

Isa 60, 20 Tu sol no se pondrá jamás, y tu luna no desaparecerá más, porque Yavé será tu luz perpetua y se habrán acabado tus días de luto.

Por tanto ganemos indulgencia parcial para ellos pidiéndole al Señor por nuestros fieles difuntos:



“Dale Señor el Descanso Eterno... Y luzca para (el / ella) la Luz Perpetua. Que descanse en Paz. Así sea.”

Si tienes algún comentario o sugerencia. Escribe a emealacuadradoele@hotmail.com