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martes, 31 de mayo de 2011

Amor que actúa


Escrito por P. José P. Benabarre Vigo
Viernes, 27 de Mayo de 2011 09:17

Hay dos pensamientos en las lecturas del VI Domingo de Pascua que dan mucho de sí. El uno nos lo ofrece san Pedro: “Hemos de estar preparados para dar cuenta de nuestra esperanza” (1 P 3, 15); y el otro nos lo propone el buen Jesús en el Evangelio: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” (Jn 14, 15-21)

Cristo, nuestra esperanza

Al pedir San Pedro a los cristianos que estemos preparados para dar cuenta de nuestra esperanza, si así se nos pide, quiso decirnos dos cosas: que tengamos un buen conocimiento de nuestra fe; y que la demos a conocer a aquellos que nos pidan explicársela. Ahora bien, como nuestra mayor esperanza -única, debería decir-, es Cristo, a Él debemos buscar, amar y servir con toda lealtad, creyendo firmemente que nos dará lo que nos promete.

La condición del cristiano en este mundo sería bien triste si cifráramos sólo en esta vida terrera nuestro último gozo y ambición. Nos lo advirtió San Pablo (ver 1 Corintios 15, 19). Nos invitan nuestras pasiones, y tenemos que domeñarlas (Mc 9, 47); nos gustan las riquezas, pero Cristo nos dice que es mejor repartirlas entre los pobres; quisiéramos vengarnos de nuestros enemigos, pero el buen Jesús quiere que los perdonemos hasta setenta veces siete, es decir, siempre (Mt 18, 22; 19, 21).

Todo esto ensombrecería nuestra vida si no pusiéramos en Cristo toda nuestra esperanza; en Él, que es nuestra gloria y nuestro premio. Pero no en esta vida, sino en la otra; no ahora, sino en el eterno después. Y como esto es bien difícil, será preciso que pidamos a Jesús que aumente nuestra fe en sus palabras, y nuestra esperanza en sus promesas (ver Lucas 17, 5; Juan 17, 24).



El amor y la esperanza exigen obras

Para que un día podamos llegar al Cielo, Cristo nos señala el camino: tenemos que cumplir sus mandamientos (Mt 7, 21; Jn 14, 15-21). Y esto es difícil porque nuestras pasiones quieren salirse siempre con las suyas. La clave para vencer es el amor. Y amor es la capacidad de creer y servir haciendo lo que se nos manda con buena voluntad; de corresponder con afecto y obras a lo que Dios nos ha dado de antemano (1 Jn 4, 10).



El Espíritu nos ayuda

Para que nos animemos a seguirle con entusiasmo y sin miedo, Jesús nos prometió que nos enviaría el Espíritu Santo, que estaría siempre con nosotros (Jn 15, 26). Y si Él está con nosotros, tenemos asegurada siempre su ayuda, con tal de que se la pidamos con humildad y total confianza.