Jesús dijo:"Como tú,Padre, en mi y Yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectactamente uno, y que el mundo conozca que tú me has enviado." Juan 17, 20-24
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jueves, 31 de mayo de 2012
Cualidades del verdadero cristiano
Se es cristiano viviendo y actuando a la manera de Jesucristo. Y no hay otra forma de vivir y actuar a la manera de Jesús a menos que el Espíritu de Jesús sea el motor de nuestra existencia. No es posible ser cristiano, especialmente en un mundo lleno de injusticias, mentiras y divisiones, a menos que todo nuestro ser vibre con el Espíritu de Jesús.
Hoy mucha gente se llama cristiana porque está bautizada en la Iglesia, hace rezos y participa en ritos y rituales. Para la inmensa mayoría la fe cristiana es algo que ellos han heredado, y no una decisión que han hecho consciente y responsablemente. Siempre y cuando se reconozcan unos dogmas y se practiquen unas devociones, se dice que uno es cristiano. La fe, vivida de una manera mediocre, no tiene nada de novedoso, nada de arriesgado, nada de exigente; importa lo mismo serlo o no serlo.
El criterio por el cual uno es o no es cristiano NO puede ser meramente los rezos, los ritos, las devociones o los dogmas. Tampoco se es cristiano con sólo seguir ciegamente unos mandamientos o porque hacemos todo lo que nos pide el sacerdote sin ningún discernimiento. En nuestras comunidades hay muchísima gente buena, pero como cristianos son mediocres. Y mientras el mundo esté lleno de gente mediocre en su fe y en su vivencia cotidiana, el Reino de Dios no será una realidad entre nosotros. El reino de Obama o de Raúl o de Chávez serán realidades más palpables que el mismo Reino de Dios. La decisión está en nuestras manos; ¿queremos o no hacer la diferencia?
El criterio que determina si somos o no somos cristianos mediocres es la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas. Sin el Espíritu Santo no hay vida cristiana. El cristianismo que vivimos muchos bautizados no suscita muchas pasiones, ni genera grandes ilusiones en nuestra sociedad actual. No podemos olvidar que el cristiano es una persona que está habitada por el mismo espíritu que habitó en Jesús. Si nos abrimos a ese Espíritu, éste nos lleva a tener una experiencia fuerte de Jesús y con Jesús. Se puede estar bautizado y hasta confirmado, pero si no se tiene esa experiencia la persona queda vacía y, aunque se autodefina como cristiano, no es cristiano en el sentido estricto de la palabra.
Cuando se tiene esa experiencia fuerte con Jesús, entonces abrimos nuestro corazón para que El sea dueño y SEÑOR de nuestra vida. Nuestros amores se convierten en los mismos amores de Jesús: la hermandad, el perdón, la justicia, la paz, la sencillez, la igualdad. . . Jesús amó apasionadamente a los pobres, a los enfermos, a los pecadores, a las mujeres, a los niños y a los despreciados de la sociedad. Todo auténtico cristiano, en vez de confiar en los ídolos –dinero, prestigio, poder, placer, sexo, juegos, etc.– pone su confianza en Jesús. Porque ha experimentado en la propia vida cuán misericordioso es el amor de Dios, también él siente necesidad de vivir esa misma misericordia en sus relaciones con los demás.
Celebrar Pentecostés es querer volver a esa experiencia original de los creyentes en las primeras comunidades cristianas. Es vivir en el mundo sin ser del mundo. Es vivir conscientes y comprometidos con la misión que nos dejó Jesús: “Así como el Padre me envío, así los envío yo... Reciban el Espíritu Santo” (Juan 21,21-22). “Van a recibir la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes y serán mis testigos... en todos los rincones del mundo” (Hechos 1,8).
“Hombres y mujeres de Galilea, ¿qué hacen ahí mirando al cielo?” (Hechos 1,11). Vivir la experiencia de Pentecostés es reconocer que no podemos quedarnos “eslembao” mirando al cielo, soñando en el más allá. El verdadero cristiano es aquel que en nombre de Jesús vive comprometido con el terruño y la gente donde Dios lo ha colocado. Es vivir gastando la propia vida (tiempo, talentos, recursos, energías) para hacer posible “el cielo nuevo y la tierra nueva” que Dios Padre desea para todos nosotros. Es reconocernos co-creadores y protagonistas de esta historia que vivimos –y hacer de ella una historia de gracia y perdón, una historia de paz y fraternidad, una historia de salvación.