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jueves, 31 de mayo de 2012

AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro Miércoles 30 de mayo de 2012 Queridos hermanos y hermanas: La lectura que hemos escuchado es una de las plegarias de bendición más hermosas de la Escritura. En ella, san Pablo nos muestra que las tribulaciones nada pueden contra aquél que es sostenido por la gracia divina. El Apóstol es un ejemplo eximio de esa cercanía de Dios, tanto en las pruebas que tuvo que soportar, como en la fuerza y el valor que el Señor le infundió para hacerlo. El consuelo del que habla no es un mero lenitivo al dolor, sino un estímulo para no dejarnos vencer por las dificultades. Unidos a Cristo en las fatigas que Él carga sobre sí, no sólo somos capaces de afrontar cualquier prueba sino, incluso, de consolar también nosotros a los demás en sus luchas. La oración y la fe en su presencia nos alientan, y en medio de las contrariedades sentimos el consuelo de Dios. Así, la fe se refuerza por la experiencia concreta del amor fiel de Cristo, que llega hasta la entrega en la cruz. A ese enorme «sí», que el Espíritu Santo hace perenne y universal, responde el «amén» de la Iglesia, que resuena en la liturgia y en la oración personal. En él debemos expresar nuestra adhesión total al «sí» de Dios, pues uniéndonos al Señor, participamos de su consuelo. * * * Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española provenientes de España, México, Venezuela, Colombia, Argentina y otros países latinoamericanos. Invito a todos a entrar en el «sí» de Dios, secundando su voluntad, para poder afirmar con san Pablo: «no soy yo que el que vive, es Cristo quien vive en mí». Muchas gracias. © Copyright 2012- Libreria Editrice Vaticana