Buscar este blog

miércoles, 20 de abril de 2011

MENSAJE URBI ET ORBI DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


Domingo de Resurrección, 6 de abril de 1980


1. "... y vio que la piedra había. sido removida" (Jn 20, 1).

En la anotación de los acontecimientos del día que siguió a aquel sábado, estas palabras tienen un significado clave.

Al lugar donde había sido puesto Jesús, la tarde del viernes, llega María Magdalena, llegan las otras mujeres. Jesús había sido colocado en una tumba nueva, excavada en la la roca, en la cual nadie había sido sepultado anteriormente. La tumba se hallaba a los pies del Gólgota, allí donde Jesús crucificado expiró, después de que el centurión le traspasara el costado con la lanza para constatar con certeza la realidad de su muerte. Jesús había sido envuelto en lienzos por las manos caritativas y afectuosas de las piadosas mujeres que, junto con su madre y con Juan, el discípulo predilecto, habían asistido a su extremo sacrificio. Pero, dado que caía rápidamente la tarde e iniciaba el sábado de pascua, las generosas y amorosas discípulas se vieron obligadas a dejar la unción del cuerpo santo y martirizado de Cristo para la próxima ocasión, apenas la ley religiosa de Israel lo permitiese.

Se dirigen pues al sepulcro, el día siguiente al sábado, temprano, es decir, al romper el día, preocupadas de cómo remover la gran piedra que había sido puesta a la entrada del sepulcro, el cual además había sido sellado.

Y he aquí que, llegadas al lugar, vieron que la piedra había sido removida del sepulcro.

2. Aquella piedra, colocada a la entrada de la tumba, se había convertido primeramente en un mudo testigo de la muerte del Hijo del Hombre.

Con piedra así se concluía el curso de la vida de tantos hombres de entonces en el cementerio de Jerusalén; más aún, el ciclo de la vida de todos los hombres en los cementerios de la tierra.

Bajo el peso de la losa sepulcral, tras su barrera imponente, se cumple en el silencio del sepulcro la obra de la muerte, es decir, el hombre salido del polvo se transforma lentamente en polvo (cf. Gén 3, 19).

La piedra puesta la tarde del Viernes Santo sobre la tumba de Jesús, se ha convertido, como todas las losas sepulcrales, en el testigo mudo de la muerte del Hombre, del Hijo del Hombre.

¿Qué testimonia esta losa, el día después del sábado, en las primeras horas del día?

¿Qué nos dice? ¿Qué anuncia la piedra removida del sepulcro?

En el Evangelio no hay una respuesta humana adecuada. No aparece en los labios de María de Magdala. Cuando asustada, por la ausencia del cuerpo de Jesús en la tumba. esta mujer corre a avisar a Simón Pedro y al otro discípulo al que Jesús amaba (cf. Jn 20, 2), su lenguaje humano encuentra solamente estas palabras para expresar lo sucedido:

"Han tomado al Señor del monumento y no sabemos dónde lo han puesto" (Jn 20, 2).

También Simón Pedro y el otro discípulo se dirigieron de prisa al sepulcro; y Pedro, entrando dentro, vio las vendas por tierra, y el sudario que había sido puesto sobre la cabeza de Jesús, al lado (cf. Jn 20, 7).

Entonces entró también el otro discípulo, vio y creyó; "aún no se habían. dado cuenta de la Escritura, según la cual era preciso que El resucitase de entre los muertos" (Jn 20, 9).

Vieron y comprendieron que los hombres no habían logrado derrotar a Jesús con la losa sepulcral, sellándola con la señal de la muerte;

3. La iglesia que hoy, como cada año, termina su triduo pascual con el Domingo de Resurrección, canta con alegría las palabras del antiguo: Salmo:

‘‘Alabad a Yavé porque es bueno, / porque es eterna su misericordia. / Diga la Casa de Israel: / Porque es eterna. su misericordia... La diestra de Yavé ha sido ensalzada; / la diestra de Yavé ha hecho proezas... No moriré, sino que viviré / para poder narrar las gestas de Yavé... La piedra que rechazaron los constructores ha sido puesta por cabecera angular... Obra de Yavé es ésta, / y es admirable a nuestros ojos" (Sal 117 [118], 1-2; 16-17; 22-23).

Los artífices de la muerte del Hijo del Hombre, para: mayor seguridad, "pusieron guardia al sepulcro después de haber sellado la piedra" (Mt 27, 66).

Muchas veces los constructores del Mundo, por el cual Cristo quiso morir han tratado de poner una piedra definitiva sobre su tumba.

Pero la piedra permanece siempre removida de su sepulcro; la piedra, testigo de la muerte, se ha convertido en testigo de la Resurrección: "la diestra de Yavé ha hecho proezas" (Sal 117 [118], 16).

4. La Iglesia anuncia siempre y de nuevo la Resurrección de Cristo. La Iglesia repite con alegría a los hombres las palabras de los ángeles y de las mujeres pronunciadas en aquella radiante mañana en la que la muerte fue vencida.

La Iglesia anuncia que está vivo Aquel que se ha convertido en nuestra Pascua. Aquel que ha muerto en la cruz, revela la plenitud de la Vida.

Este mundo que por desgracia hoy, de diversas maneras, parece querer la "muerte de Dios", escuche el mensaje de la Resurrección.

Todos vosotros que anunciáis "la muerte de Dios", que tratáis de expulsar a Dios del mundo humano, deteneos y pensad que "la muerte de Dios" puede comportar fatalmente "la muerte del hombre".

Cristo ha resucitado para que el hombre encuentre el auténtico significado de la existencia, para que el hombre viva en plenitud su propia vida, para que el hombre, que viene de Dios, viva en Dios.

Cristo ha resucitado. El es la piedra angular. Ya entonces se quiso rechazarlo y vencerlo con la piedra vigilada y sellada del sepulcro. Pero aquella piedra fue removida. Cristo ha resucitado.

No rechacéis a Cristo vosotros, los que construís el mundo humano.

No lo rechacéis vosotros, los que, de cualquier manera y en cualquier sector, construís el mundo de hoy y de mañana: el mundo de la cultura y de la civilización, el mundo de la economía y de la política, el mundo de la ciencia y de la información. Vosotros que construís el mundo de la paz..., ¿o de la guerra? Vosotros que construís el mundo del orden..., ¿o del terror? No rechacéis a Cristo: ¡El es la piedra angular!

Que no lo rechace ningún hombre, porque cada uno es responsable de su destino: constructor o destructor de la propia existencia.

Cristo resucitó ya antes de que el Ángel removiera la losa sepulcral. Él se reveló después como piedra angular, sobre la cual se construye la historia de la humanidad entera Y la de cada uno de nosotros.

5. ¡Queridos hermanos y hermanas! Con sincera alegría acojamos este día tan esperado. Con viva alegría compartamos el mensaje pascual todos los que acogemos a Cristo como piedra angular.

En virtud de esta piedra angular que une, construyamos nuestra común esperanza con los hermanos en Cristo de Oriente y de Occidente, con quienes no nos une aún la plena comunión y la perfecta unidad.

Aceptad, queridos hermanos, nuestro beso pascual de paz y de amor. Cristo resucitado despierte en nosotros un deseo todavía más profundo de esta unidad por la cual oró la víspera de su pasión.

No cesemos de orar por ella en unión con El. Pongamos nuestra confianza en la fuerza de la cruz y de la Resurrección; ¡tal fuerza es más poderosa que la debilidad de toda división humana!

Amadísimos hermanos: ¡Os anunció un gran gozo: Aleluya!

6. La Iglesia se acerca hoy a cada hombre con el deseo pascual: el deseo de construir el mundo sobre Cristo: deseo que hace extensivo a toda la familia humana.

Ojalá acojan este deseo los que comparten con nosotros el mensaje de la resurrección y de la alegría pascual, y también los que, por desgracia, no lo comparten. Cristo, "nuestra Pascua", no cesa de ser peregrino con nosotros en el camino de la historia, y cada uno puede encontrarlo, porque El no cesa de ser el Hermano del hombre en cada época y en cada momento.

En su nombre os hablo hoy a todos, y a todos os dirijo mi más ferviente y santa felicitación.

* * *

Saludos

(En español)

Paz, felicidad y alegría en Cristo resucitado!), portugués, albanés, bálgarO, checo, esloveno,

(En polaco)

Nuestra vida nos ha sanado —de la muerte eterna nos ha salvado— tu santa fuerza has revelado" (del canto pascual polaco).

Hermanos y hermanas, queridos compatriotas en Polonia y en todo el mundo: Recibid hoy de nuevo a Dios, su fuerza: y su gracia, que nos vierten de la cruz, del sufrimiento, de la muerte, y se han revelado en la resurrección del Hijo de Dios.

Recibid a Cristo resucitado; recibid su cruz, y todo lo que ella trae al hombre y a la humanidad: la salvación, la libertad y la dignidad de los hijos de Dios, la vida, nuestra vida restaurada, la vida eterna. Regina coeli, Maria, Laetare!



© Copyright 1980 - Libreria Editrice Vaticana