Jesús dijo:"Como tú,Padre, en mi y Yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectactamente uno, y que el mundo conozca que tú me has enviado." Juan 17, 20-24
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lunes, 28 de febrero de 2011
Fragmentos de una homilía inolvidable
Escrito por Redacción EV
Miércoles, 23 de Febrero de 2011 15:46
La Iglesia en Puerto Rico venera a María como Madre de la Divina Providencia. En ello se manifiesta la profundidad de vuestra fe. En efecto, la Divina Providencia está vinculada con la maternidad divina de María.
El Hijo de Dios eternamente de la misma naturaleza que el Padre mediante María se hizo hombre semejante a nosotros en todo, menos en el pecado (cf. Heb 4, 15), porque Ella en la obediencia más profunda a sus designios divinos lo concibió virginalmente y lo dio a luz como el Hijo del hombre. De esta forma María es verdaderamente la Madre de la Divina Providencia, y vosotros la proclamáis con este título particular y la veneráis bajo esta hermosa advocación.
Sé bien que en esta tierra borinqueña ha sido siempre muy profunda la devoción a la Madre de Cristo y de la Iglesia. A ella el puertorriqueño la siente de veras como la propia Madre del cielo. Ese amor a María os viene desde los primeros misioneros, venidos de tierras de arraigada tradición mariana. Vuestros religiosos, sacerdotes y obispos ininterrumpidamente desde el primer Pastor de esta sede arzobispal, Alonso Manso, el primer Prelado que pisó tierra americana os han inculcado esta devoción.
Ese profundo sentimiento de hermanos en la fe e hijos de una Madre común os ha enseñado la mutua comprensión, la hospitalidad, el amor a la convivencia en paz, la capacidad de entendimiento por encima de las diversas opiniones sociales. Es algo que debéis preservar en todo momento y circunstancias.
El amor providente del Padre os ha guiado siempre por los caminos de la historia de la mano de María. En momentos históricos difíciles para la fe, el jíbaro bueno de esta tierra llevaba, y lleva aún colgado de su cuello el rosario de la Virgen María. Era la identificación de su fe. Y mi Predecesor Pablo VI proclamó Patrona de Puerto Rico a Nuestra Señora de la Divina Providencia. Sé que ahora tenéis el propósito de edificar a María, Madre de la Divina Providencia, un santuario, donde vosotros y vuestros hijos aprendáis a caminar mejor hacia Jesús por medio de María.
Quiero alentar vuestro deseo y pido al Señor que os conceda poder realizarlo. Este santuario mariano deberá recordaros que vosotros sois: las piedras vivas del templo espiritual y universal que es la Iglesia. Esa Iglesia que vive también en Latinoamérica, en cuyo contexto’ estáis situados. En la medida que viváis vuestra fe, daréis vigor y estabilidad a este templo, llamado a acoger y proteger a todo hombre.
Haber recibido el Bautismo es una gran gracia. Pero ella constituye sólo el primer capítulo de una historia personal y colectiva que es preciso escribir con constantes ejercicios de fe, capaces de mantener siempre viva la llama del amor y de la esperanza que Cristo encendió al compartir nuestra vida.
Nuestra respuesta a su encarnación deberá ser la de seguir fielmente nosotros el programa de vida que Él escogió. Porque ser cristiano significa acatamiento de la voluntad salvífica del Padre, imitación de Cristo en su amor al hombre y trato frecuente con el Espíritu Santo.Pensad en este programa cuando entréis en el futuro templo consagrado a María, Madre de la Divina Providencia, y que Ella ayude a realizarlo para bien vuestro y de la entera comunidad puertorriqueña.
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