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lunes, 28 de febrero de 2011

Un día inolvidable


Escrito por Heidy N. Marrero Pérez
Miércoles, 23 de Febrero de 2011 15:39

“No descuides el don

espiritual que posees y que

recibiste de mano de

profeta cuando el grupo de

los presbíteros te impuso las

manos.” 1 Timoteo 4:14





Juan Pablo II impuso sus manos sobre ellos y les ordenó presbíteros.

Monseñor Francisco Medina y Monseñor Leonardo Rodríguez son dos de los sacerdotes que tuvieron tal experiencia. Los recuerdos de ambos siguen intactos.

“Yo era el primero en la historia de Puerto Rico en ser ordenado por el Papa. Así que tenía una gran responsabilidad, pues me sentía también como embajador de la Iglesia puertorriqueña. Y para colmo, por mi tamaño me pusieron primero en la fila”, relató Padre Francisco.

Según explicó, el evento ocurrió en momentos en los que el Papa acostumbraba ordenar a sacerdotes de distintas regiones. En aquella ocasión, le llegó el turno al Caribe.

“Fue una mezcla de sentimientos. Sentía emoción e ilusión. Mis padres pudieron comulgar de la mano del Papa. Fue un domingo espectacular. Todavía recuerdo el abrazo de la paz... A uno no le enseñan cómo abrazar a un Papa (se rió). Así que él tomo la iniciativa y me abrazó. Recuerdo aquellos ojos azules frente a mí. Era una persona alta, fuerte. Cuando hablaba era como si Dios mismo dijera las palabras”, testificó muy pausadamente, como transportándose al 28 de mayo de 1989.

Posterior a la ceremonia, el Papa tuvo un acercamiento breve con cada uno de los nuevos sacerdotes.

“Me preguntó mi nombre en perfecto español. Yo le dije ‘Francisco’. Y recibí mi primer regaño pontificio. Me dijo: ‘Acostúmbrate, ahora eres Padre Francisco’ ”, recordó quien también concelebró varias misas junto al pontífice.

El testimonio de Padre Francisco, impactó mucho a sus compañeros de estudió en España, entre ellos Padre Leonardo Rodríguez.

“Cuando recibí la llamada de Puerto Rico, una corazonada me dijo que era referente a mi ordenación. Una vez más preguntaban si alguno de los puertorriqueños que estudiábamos en España, queríamos ser ordenados por Juan Pablo II y yo puse sólo una condición: que mi familia pudiera ir. Gracias a Dios así fue”, relató Padre Leo, como cariñosamente le llaman.

Asimismo, declaró que su ministerio sacerdotal tiene la huella de Juan Pablo II. “Su ministerio impactó a toda la Iglesia. En lo que se refiere a la encomienda sacerdotal, fue su espiritualidad, intensa devoción eucarística y profunda devoción mariana. En cuanto a la pastoral, su cercanía a los jóvenes, su defensa de la cultura de la vida y de la familia marcaron mucho mi sacerdocio”, aseguró.

Ser ordenado por el Sumo Pontífice no es algo común, pero al ser iniciado en el camino presbiteral por un candidato a beatificación, es inevitable cierta reflexión. “Por un lado nadie podía dudar que eso [la beatificación] sucedería pronto, pero sin duda la confirmación de la noticia ha sido una gran alegría para toda la Iglesia. De otra parte, pensar que un santo me impuso las manos para ser sacerdote y que pude estar tan cerca de él varias veces, sobre todo al concelebrar la misa en su capilla privada en dos o tres ocasiones, produce una gran emoción, no exenta de un gran sentido de responsabilidad y exigencia por ese don de Dios”, aseguró.