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domingo, 24 de abril de 2011

La tumba vacía,alegría de la Resurrección


Escrito por P. Ángel M. Santos Santos
Martes, 19 de Abril de 2011 16:04

En la madrugada después del sábado, el primer día de la semana o domingo, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Ellas son las primeras en ver la tumba vacía. La vigilancia en la fe, la atención a Jesús por el amor que sentían, las condujo a disfrutar antes que nadie la alegría de la Resurrección.

El ángel anunció la Resurrección presentando dos argumentos. Ha resucitado Jesús como lo había anunciado. Las dos mujeres estaban viendo el cumplimiento de una de las promesas de Jesús. Segundo, el ángel del Señor les mostró la tumba vacía. El sepulcro estaba abandonado porque Jesús ha resucitado como lo había anunciado (Mt 28, 6).

El momento más grande de Jesús ocurrió en lo escondido de una tumba. Nadie vio a Cristo resucitando. Las circunstancias del hecho confirman las palabras de Jesús: “El Padre que ve en lo escondido te recompensará” (Mt 6, 4). En lo oculto de aquella tumba nueva, escavada en una piedra, Cristo recibió la recompensa de la resurrección. En el bautismo, Jesús comparte la victoria sobre la muerte con el cristiano. Al discípulo del Señor también le ocurrió lo más grande en este sacramento. Nadie vio sus efectos, pero en el bautismo fue perdonado del pecado y adoptado como hijo de Dios en su Hijo único y recibió el Espíritu Santo.

La buena noticia

El ángel exhortó a las mujeres a compartir la buena noticia de la Resurrección con los demás. Fueron enviadas a declarar ante los demás el hecho de Cristo Resucitado, como una experiencia vivida. Las mujeres se marcharon aprisa y corrieron a anunciar el hecho a los demás discípulos. Su diligencia recuerda la presteza de la samaritana para informar a sus compueblanos que había encontrado al Mesías. Dejó el cántaro junto al pozo como había puesto su corazón junto a la fuente del agua viva que es Jesús.

El cristiano no tiene por corazón un cántaro vacío, sino un espíritu lleno del agua viva que Cristo le infundió en el bautismo. El cristiano puso su corazón en Jesús. Todos los domingos regresa a la Iglesia para encontrarse con Cristo y celebrar el grandioso tesoro del bautismo.

Cristo vivo

En la Eucaristía el bautizado hace lo que hicieron las dos mujeres: se acercaron al Señor Resucitado. Los fieles acuden cada domingo al templo para encontrarse con el Cristo Vivo en la Eucaristía. Como las mujeres se postraron ante el Señor, los fieles se postran en adoración ante Cristo realmente presente en el santísimo Sacramento. Ante Cristo Resucitado la mejor postura es postrarse en sincera adoración.

Como las santas mujeres, los fieles abrazan a Cristo presente en la celebración de la Eucaristía. Primero, lo reciben y lo acogen en la Palabra de Dios, proclamada por el lector y comentada en la homilía por el sacerdote. Luego, lo reciben y lo abrazan en el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre. Más tarde, lo acogen y lo abrazan en el hermano que necesita del verdadero amor.

La misión del bautizado

Terminada la Misa, los bautizados salen a invitar a los demás que vengan al templo para ver al Señor resucitado presente en la Eucaristía. El monte de Galilea de los fieles de hoy es el templo parroquial. En la celebración eucarística, Cristo resucitado se adelanta y espera para que todos puedan encontrarse con Él y ser enviados a la misión de darlo a conocer al mundo. El cristiano anuncia a los demás la alegría del encuentro con Cristo Resucitado.