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miércoles, 22 de agosto de 2012

'Habrá nuevos jóvenes si les anunciamos a Cristo vivo'

Con ocasión del proceso electoral en nuestro país, irrumpió una voz nueva en la sociedad, la de los jóvenes, sobre todo universitarios. Después de años de pasividad, indiferencia, apatía, comodidad, individualismo, de pensar sólo en modas, sexo y placeres, de estudiar para escalar puestos y ganar mucho dinero sin tanto esfuerzo, ahora salieron a la calle y expresaron sus inquietudes sobre las realidades sociales y políticas. Ojalá otros jóvenes también despierten y participen, sin dejarse manipular por quienes se cuelgan de cualquier movimiento contestatario y medran para su propio interés. Recientemente realizamos nuestra asamblea diocesana, con el objetivo de cuestionarnos cómo acompañar pastoralmente a los jóvenes. Participaron muchos de ellos, dando a nuestra reunión un toque alegre, participativo y jovial, pero también apremiante, exigiéndonos un cambio de nuestra parte. Se enunciaron los problemas de la juventud actual; ellos viven otro mundo, que a los adultos nos cuesta comprender y asumir; pero también resaltaron sus sueños y esperanzas. Criterios Los jóvenes dijeron: Sueño salir de la pobreza, estudiar. Que mi familia me escuche y me dé mi lugar. Que la comunidad me acepte. Que los abuelos me valoren. Sueño con formar una familia y compartir con mis hijos la experiencia de servicio en la Iglesia, como proyecto de vida. Descubrir qué quiere Dios de mí. Que los jóvenes que no tienen una razón para vivir, encuentren a Cristo como lo hemos encontrado nosotros, que estábamos perdidos e íbamos en la oscuridad, por mal camino. Soñamos que respeten nuestro ritmo de vida, que no nos impongan su forma de ver el mundo ni su ritmo; que podamos opinar sobre las decadencias de la comunidad y de la Iglesia, siendo escuchados con atención. Queremos comprometernos, ser agentes transformadores de la sociedad; ser referentes en la formación de los demás jóvenes. Habrá nuevos jóvenes si les anunciamos a Jesucristo vivo, amigo, libre, hermano, servidor, lleno de amor, cercano a quienes se sienten solos e incomprendidos, exigente y no acomodaticio al mundo de pecado. Propuestas Los jóvenes pidieron a sacerdotes y religiosas: Un acompañamiento integral, que verdaderamente se nos incluya en las actividades de la Iglesia, que nuestra participación sea valorada y tomada en cuenta. Se necesita mucho testimonio. Que el acompañamiento sea con amor y no se sienta que es obligatorio el trabajo en esta pastoral. Que los acuerdos sean tomados con amor y como signo de esperanza, no como imposición. Los padres de familia participantes en la asamblea se propusieron: Escuchar su palabra, demostrar amor a nuestros hijos jóvenes. Ser sus mejores amigos para escuchar qué fallos tenemos en familia, para que se animen a dialogar, con apertura y valoración a sus iniciativas. Acompañarles no con prepotencia e imposición de nuestros métodos y nuestra voluntad. Tener flexibilidad. Corregirlos a tiempo; desde niños saberlos guiar, dándoles un buen seguimiento, cuidando su libertad, sus juicios y actitudes. Que los ayudemos en sus derechos humanos y espirituales para poderse defender. Estar con ellos cuando nos necesiten y no cuando nosotros queremos. Hablarles de las drogas, el alcohol y la sexualidad. Brindarles nuestro apoyo para salir del alcoholismo. Que todos los miembros de la parroquia se interesen en sus problemas y los acompañen, dándoles su espacio, teniendo paciencia para escucharlos y orientarlos en su caminar. Animarlos en su formación, en el crecimiento de la fe, con la palabra de Dios, motivándolos con la oración. Concientizarlos en el compromiso con Dios y sus pueblos. Como asamblea diocesana, nos comprometimos a: Fortalecer la estructura diocesana de pastoral juvenil y su respectiva área en las parroquias. Salir a donde están ellas y ellos para escucharlos, partiendo de lo que creen. Dentro de la opción preferencial por los pobres, priorizar a los jóvenes. Crear un plan de formación, tomando en cuenta su palabra. (ZENIT) (Monseñor Felipe Arizmendi Esquivel) El Autor es Obispo de San Cristóbal de las Casas, en México.)